Hasta pronto a un héroe del celtismo

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

óscar vázquez

La afición despide a Berizzo mostrándole su agradecimiento y la indignación con Mouriño

22 may 2017 . Actualizado a las 09:03 h.

El protagonista del duelo de ayer en Balaídos estaba decidido desde el sábado al mediodía. Desde el mismo momento en el que Berizzo pronunció las palabras que ningún celtista quería oír referidas al duelo frente a la Real: «Será mi último partido». Por eso sin nada en juego pero con las emociones a flor de piel, el que durante los últimos tres años ha sido el técnico del Celta centró la atención. Había pedido en la previa que al afición aplaudiera al equipo por su gran temporada; seguramente intentando que el foco no recayera en él. Era imposible.

No fue la mejor entrada en Balaídos, pero los que acudieron tenían claro el mensaje que querían trasladar. Uno unánime y otro que generaba más dudas. Gratitud de todos hacia el Toto, rechazo al mismo tiempo a Mouriño por parte de un sector importante. Pero antes de la división había sido el momento del aplauso generalizado. Ya desde los onces. Los apellidos de los jugadores en la alineación no despertaron especial expectación; ahora bien, una vez llegó el momento de escuchar por última vez aquello de «no banco, o noso adestrador, Eduardo, o Toto Berizzo», llegaron, atronadores, los primeros aplausos.

Tampoco el himno sonó como en las mejores tardes. Como si la hinchada estuviera reservando fuerzas para el momento cumbre. Y ese era la aparición del Toto sobre el césped de Balaídos. La ovación que le guio era solo el principio de un sentido homenaje que se prolongaría durante todo el partido. Enfrente de él en ese camino del túnel de vestuarios al que durante las últimas tres temporadas ha sido su lugar, un tifo en Río con el mejor resumen: «Gracias, Berizzo».

«Mouriño, vete ya»

Ya comenzado el partido, los sonidos que emitía la grada volvieron a ir en la misma dirección. Hubo pocos aficionados celtistas ayer en Balaídos que no corearan el «Toto Berizzo» que se fue repitiendo de manera intermitente a lo largo de todo el partido. La división llegó con los cánticos que vinculaban el elogio al Toto con la crítica al presidente. «Berizzo, sí; Mouriño, no», gritaron algunos aficionados. Incluso fueron más allá con un cántico que no se había oído ni cuando el asunto de la venta a los chinos: «Mouriño, vete ya». También estas consignas se repitieron en menos medida durante los 90 minutos, aunque fueron reprendidas por parte de la afición.

Incluso Aspas quiso ceder el protagonismo al que hasta ayer era su entrenador. Para él estaba en juego ser el máximo pichichi español del campeonato y lo logró. Pero tras batir al meta visitante desde los once metros -la hinchada había coreado «Berizzo, tíralo»- no dudó: corrió a abrazar al Toto en uno de los momentos más emotivos. Sin gol de por medio, también Wass se fundió en un abrazo con él cuando fue sustituido.

Tras el pitido final, llegaba el verdadero momento del Toto, si es que el resto no lo había sido ya prácticamente del todo. Se abrazaba uno a uno a sus jugadores con el estadio rendido a sus pies. Mientras la Real festejaba su clasificación europea, el celtismo se debatía entre la tristeza, la nostalgia y una profunda gratitud. El sentimiento en el que todo el mundo coincidía ayer. Desde el primero hasta el último aficionado; desde el primer al último futbolista. Incluso la sala de prensa le despidió con un sonoro aplauso. Una despedida prematura y para muchos incomprensible.

Parte de esos incondicionales esperaron para aplaudirle de nuevo antes de abandonar Balaídos. Lo mismo que habían hecho los jugadores minutos antes en el vestuario. Ayer para el celtismo era un día triste.