Fiesta en campo contrario, tristeza en el propio

GRADA DE RÍO

Oscar Vazquez

El nivel defensivo exhibido por el Celta estuvo muy lejos del demostrado en la parcela ofensiva

14 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Los merecimientos ofensivos del Celta acabaron empañados por sus deméritos defensivos. Una especie de equilibrio kármico que deja todo abierto para la vuelta de la eliminatoria frente a un Genk que comparte con los de Berizzo el gusto por el fútbol ofensivo y la osadía. Quizás por eso entre los dos ofrecieron una primera mitad espectacular que languideció ligeramente en la segunda, pero siempre honrando ambos al fútbol. 

Los protagonistas

Con todo a por todas. Berizzo ha apostado todas sus fichas a la Europa League. Lo vocalizó en los días previos y lo constató a la hora de redactar el once. Toda la plana mayor de la plantilla fue de la partida en una noche en la que Guidetti regresaba tras lesión, en la que Pione demostró que definitivamente ha ganado el pulso por la titularidad a Bongonda, y en la que el centro del campo recuperó sensaciones de la mano de Radoja, Hernández y Wass. 

El planteamiento

Ritmo sin control. La pizarra de Berizzo establecía como hoja de ruta hacia la portería de Ryan la posesión del balón (56 % para los vigueses) y la profundidad. Sin embargo, desde el minuto uno cayó en las redes de un encuentro descosido que solo logró controlar por fases. El frenesí, el descaro y la disposición ofensiva de los belgas se interpuso entre el Celta y la tranquilidad, obligando incluso a los vigueses a remontar el tempranero 0-1. En todo caso, respecto a los dos compromisos anteriores, se percibió que la sala de máquinas del Celta volvió a dar señales de vida. La clave para que el próximo jueves el sueño de hacer historia salga adelante. 

La defensa

Un paso atrás. La mancha en el expediente céltico ante el Genk se localizó en las inmediaciones del área de Sergio Álvarez. La defensa de campanillas que eligió Berizzo -Jonny, Hugo, Cabral y Fontás-, experimentada y curtida en mil batallas, se mostró inusualmente blanda ante un Genk que hizo gala de verticalidad y velocidad, pero que, sobre todo, se aprovechó de la inocencia céltica. Errores propios de un equipo falto de arrestos, como no encimar a los contrarios o hacer la estatua cuando el balón está al borde de la portería, acabaron costando muy caro a los hombres de Berizzo. Faltó garra, faltó intensidad, faltó sensación de seguridad y sobró permisividad. Sobre todo, en el segundo gol belga, que llegó cuando más controlado estaba el encuentro. Porque el Celta acató la orden del Toto de esconder el balón tras el paso por vestuarios, pero dejó una vía expedita y llegó el jarro de agua fría. 

El ataque

Efectividad y velocidad. La primera parte fue un canto a la verticalidad y a la efectividad. A partes iguales. Quizás para enmendar actuaciones anteriores, Pione Sisto se sacó de la manga su mejor partido en mucho tiempo para conectar con sus compañeros y abrir la lata con un tiro de rosca que Guidetti, de espuela, le había dejado. El sueco recurrió al talón en dos ocasiones, y en las dos encontró un compañero al que habilitar. Suyo fue el tercer gol, en el que conectó con un Iago Aspas que también se apuntó a la fiesta anotadora, pero que ayer quizás pecó por momentos de poco generoso. El problema de los hombres de Berizzo -que acabaron con 12 tiros a puerta, el doble que el rival- fue que la efectividad del primer tiempo se volatilizó en el segundo.