Un Aspas magistral

La Voz VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

Oscar Vazquez

Un gol, una asistencia y un inmenso trabajo definieron el papel del moañés

03 oct 2016 . Actualizado a las 15:24 h.

Iago Aspas se sacó de la chistera un partido magistral en la noche de ayer. Ofreció un recital ofensivo que combinó con una innegable labor defensiva y que sazonó con las ganas y el empuje que lleva en el ADN. Ante el Barcelona, el gol y la asistencia que llevaron su firma no hicieron más que recompensar el trabajo del delantero.

«Es el fruto al trabajo, de apretar los dientes. Empezamos desde abajo, siendo sólidos atrás y sabíamos que los goles iban a llegar, porque las ocasiones siempre creamos», analizaba el de Moaña nada más abandonar el césped. Él fue el buque insignia del trabajo del que hablaba. Ha asimilado como nadie el concepto de sacrificio que promulga Berizzo y que es fundamental para articular un fútbol como el celeste.

Frente al Barcelona fue la sombra de Ter Stegen. Siguió al pie de la letra las indicaciones del Toto de acosar al portero para afectar la salida del balón rival. Hizo esa tarea a la perfección, pero sin descuidar las ayudas defensivas. Verle recorrer kilómetros como si no se cansase fue una constante durante todo el encuentro. Lo mismo estaba en punta que se pegaba una carrera de treinta metros para interceptar un balón o intentar que los catalanes no llegasen con calidad a las inmediaciones de Sergio Álvarez.

Gol y asistencia

El trabajo solidario de Aspas brilló, lo mismo que su capacidad para tirar del carro y arengar a los suyos en los momentos más complicados. Pero su mayor aportación llegó de cara al área rival. Suyo fue el perfecto pase en diagonal con el que asistió a Pione Sisto para abrir la cuenta céltica. Pero hubo más. Supo leer la mente de Cabral, que se sacó de la manga un pase perfecto que el moañés enganchó para correr hacia la portería de Stegen. Mientras Hernández se encargaba de arrastrar a la defensa, Iago se marchaba de Piqué y Mathieu para ejecutar un perfecto tiro cruzado que sacó brillo a su zurda. Un golazo en toda regla.

Y todavía hubo más: un disparo que salvó el meta alemán, la jugada que dio lugar al gol de Mathieu y una oportunidad franca en el segundo acto en el que el moañés, agotado de recorrer kilómetros, no supo rematar con éxito. Su ocasión, en aquel momento, bien podría haber matado un partido cuya incertidumbre solo apagó el tanto de Hernández. Ese fue el único debe de un delantero cuyo papel ante el Barcelona solo se puede describir como magistral.