Adiós con la mano en el corazón

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

XOAN CARLOS GIL

En su último partido con el Celta, Krohn-Dehli se despidió de Balaídos y a punto estuvo incluso de marcar

24 may 2015 . Actualizado a las 18:20 h.

Michael Krohn-Dehli se despidió ayer del Celta sobre el césped de Balaídos llevándose la mano al corazón, emocionado y con el estadio rindiéndole una ovación cerrada de esas que se escuchan pocas veces. Su retirada, a los 84 minutos de partido, llegaba tan solo unos instantes después de que se postrase sobre el campo lamentándose por haber errado una ocasión clarísima de gol. Su tiro se quedó a medio camino entre el intento de asistencia a Nolito y el remate a portería. Ni él mismo parecía creerse que hubiese enviado al limbo su última ocasión de gol como celeste. No hubo tanto, pero Balaídos se lo reconoció igualmente.

El adiós de Krohn-Dehli al Celta fue emotivo desde antes del pitido inicial. Ayer, en la foto de familia previa al partido, le acompañó su hijo Luka, testigo de privilegio del último servicio del danés en Balaídos.

Cuando el balón comenzó a rodar, el danés se emparejó con Augusto Fernández en el doble pivote. Los que fueron en su día extremos de la plantilla del regreso a Primera, formaron un tándem perfecto en el centro del campo en su último partido como compañeros. Uno para cortar y recuperar, y el otro para repartir juego. La tarea a la que se ha dedicado Krohn-Dehli desde su llegada a Vigo.

Ante el Espanyol, aunque sin el brillo de otros partidos, el danés se dedicó a quemar kilómetros, a dar pases medidos atrás y adelante, a recuperar balones y, también, de paso, a firmar entregas de las que surgen goles. Él puso su firma a la jugada que desembocó en el gol de Hugo Mallo.

Que el Celta no se jugase nada en la última jornada y la expulsión de Sergio Álvarez no ayudaron a que los vigueses ofreciesen el recital de presión e intensidad habitual, pero aun así, durante sus últimos 84 minutos en el Celta, el fútbol del danés brotó. Siempre pidiendo el balón, buscando huecos para avanzar o colar el esférico, trabajando en las recuperaciones y realizando tareas defensivas en la zona más delicada. Jugar con diez exigió a los de Berizzo un sobreesfuerzo, y Krohn-Dehli se dejó ver incluso en línea con la defensa en un intento de aunar fuerzas y frenar las avanzadas del Espanyol.

Viaje a la mediapunta

El fútbol a pleno pulmón, de trabajo a destajo, pero revestido con una pátina de calidad imborrable, ha acompañado a Michael desde que aterrizara en Vigo procedente del Brondby, y ayer también se paseó en su despedida del coliseo céltico.

Antes de hacer las maletas, en su último duelo como celeste, Berizzo le propuso el último reto. La retirada de Santi Mina del césped supuso la entrada de Borja Fernández, lo que recompuso el equipo y dio a Krohn-Dehli un billete para la mediapunta. Apostado en la línea más avanzada, al danés le tocó ver el fútbol de otra manera, entrando menos en contacto con el balón, algo que acabó echando de menos, porque, como aventuró en su momento Herrera, el dinamarqués no es un futbolista de hacer goles, pero sí de darlos. Un creador.

Fue desde esa media punta, escoltado por Orellana y por Nolito, donde Krohn-Dehli flirteó con la despedida soñada cuando Sergi Gómez ya le esperaba en la banda para sustituirle. En una contra vertiginosa, los vigueses encontraron desvestido el campo del Espanyol, entre los tres hombres de arriba avanzaron metros, y Nolito decidió dar el balón a Michael para que rematase con el portero vencido. El danés, sin embargo, no atinó a culminar la acción. Fue entonces cuando Balaídos, en pie, tomó el mando para enjugarle la pena y despedirlo como se merecía. Con una ovación.