Una bocanada de aire para el Celta

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

XOÁN CARLOS GIL

El gol de Nolito cortó la terrorífica racha celeste y premió la gran primera mitad del equipo

02 feb 2015 . Actualizado a las 00:04 h.

Sufriendo, pero se rompió la maldición. El Celta, tras diez jornadas sin conocer la felicidad, puso final a su particular camino de penitencia con una victoria por la mínima que premió la voracidad ofensiva celeste del primer tiempo. El golazo de Nolito fue la recompensa a la apuesta de Eduardo Berizzo por ir a por todas, al esfuerzo que demostró el equipo desde el minuto uno al 95, y al fútbol brillante y corrosivo que se sacaron de la chistera los celestes en la noche la noche en la que el Toto se jugaba el banquillo.

El once

A la batalla, con todo

Berizzo encaró con valentía el que podía ser su último partido al frente del Celta. Decidió que si moría, lo haría matando, y ordenó el once más jugón y ofensivo que el vestuario le permitía. Dejó a un lado el sistema habitual para apostar por un 4-2-3-1 que en la primera parte ofreció un espectáculo ofensivo. Sentó a Radoja y reordenó a sus futbolistas montando el doble pivote con Augusto y Krohn-Dehli -aunque el danés, fiel a su estilo, se movió por todo el campo-, presentó una línea de tres con Nolito por la izquierda, Santi Mina por la derecha y Orellana como enganche, y ubicó a Larrivey en su hábitat natural, como delantero de referencia.

La intensidad

Como en los viejos tiempos

El Celta fue un vendaval que arrasó con todo lo que se le puso por delante durante la primera mitad. El Córdoba quedó reducido a la mínima expresión ante un equipo que salió en tromba y no escatimó ni un solo esfuerzo. Los celestes borraron la bochornosa imagen de Getafe a golpe de fútbol. Se convirtieron en dominadores absolutos de la pelota y combinaron su juego para llegar una y otra vez a las inmediaciones del área de Juan Carlos. Cada vez que los celestes perdían el balón, comenzaban una carrera endiablada para recuperarlo y minimizar de nuevo a un Córdoba que no pasaba de espectador. Ese esfuerzo que pusieron en crear en la primera parte lo igualaron para destruir las embestidas del Granada en el tramo final.

La defensa

Agobios finales
El Celta hizo bueno el dicho de que la mejor defensa es un buen ataque, y más allá de un par de llegadas aisladas que Sergio se encargó de abortar, la zaga no tuvo trabajo en el primer acto. Fue en la recta final del choque, con el Córdoba a la desesperada, cuando surgieron las primeras dudas. Los vigueses estuvieron blandos a la hora de sacar algún balón, si bien la solidaridad que desplegaron en todo momento fue suficiente para frenar al rival.

El centro del campo

Amos y señores. 
Al contrario que en Getafe, donde el Celta estaba partido, ayer la sala de máquinas viguesa funcionó a la perfección. La apuesta de Berizzo por alinear a Augusto y Krohn-Dehi fue exitosa. Los dos internacionales construyeron un doble pivote que aunó calidad y esfuerzo, dejando al danés una función más creativa y mucho más libre. El resultado fue que los dos célticos asumieron el control de la medular cortando, recuperando y sobre todo, generando fútbol.

El ataque

Vendaval inicial

Efervescente. Así fue el ataque del Celta durante la primera media hora de partido. Con Santi Mina abriendo grietas por la banda derecha, los vigueses machacaron a un Córdoba solo indultado por la falta de finalización local. Apostando por la verticalidad y la velocidad, Mina, Larrivey, Orellana y Nolito machacaron en sucesivas ocasiones. Tras el descanso, los vigueses cedieron la verticalidad del primer acto en favor de un juego más reposado y elaborado que se tradujo en menos llegadas. La colección de centros al área, las conexión Orellana-Nolito y los balones colgados para Larrivey que habían marcado el fútbol celeste en los buenos tiempos, reaparecieron ayer.

El estado de ánimo

Fe, a pesar de todo

El Celta se enfrentó a sus fantasmas de cara. Salió a comerse al Córdoba dejando a un lado sus miedos. Ni tan siquiera el derroche ofensivo sin premio hizo que los vigueses perdiesen la fe en el gol, y al final la recompensa llegó en los pies de Nolito. La victoria revitaliza a Berizzo, pero sobre todo devuelve la confianza a un equipo que necesitaba demostrarse a sí mismo que no había perdido la magia por el camino.