Marta Ortega, una coruñesa nacida en Vigo

Pablo Portabales
pablo portabales A CORUÑA / LA VOZ

GENTE

La hija del empresario gallego nació en la ciudad olívica, donde trabajaba y vivía su madre, Flora Pérez

15 feb 2012 . Actualizado a las 14:18 h.

Vino al mundo un 10 de enero de 1984. Es capricornio. En su carné de identidad figura un dato que llama la atención, su lugar de nacimiento. Nació en Vigo, donde trabajaba y vivía su madre, Flora Pérez, hace 28 años. Eso sí, al poco de nacer se trasladaron a A Coruña. Estudió en el Colegio Santa María del Mar hasta cuarto de la ESO. Fue la última aula que ocupó en el centro educativo de los jesuitas porque el bachillerato lo cursó en Suiza. ¿Buena estudiante? La respuesta a esta pregunta es «normal», y la misma respuesta se puede aplicar a cantidad de preguntas sobre la chica que este sábado se casará con Sergio Álvarez Moya. No sacaba todos sobresalientes, pero tampoco suspendió nunca. Normal. Practicó muchos deportes, como sus compañeras de clase, pero no destacó especialmente en ninguno. Normal. Hizo gimnasia rítmica y aprendió a nadar, como cantidad de chavales, en la piscina de la Sociedad Deportiva Hípica. Normal. Precisamente en esta sociedad coruñesa, además de en el colegio, es donde Marta conoció a los que hoy siguen siendo sus amigos, además de Athina Onassis y otros jinetes con los que entabló relación en el circuito internacional. Alguna vez Amancio Ortega, cuyo rostro por aquel entonces nunca había aparecido en prensa, se acercó por la piscina de la Hípica a ver nadar a la pequeña Marta. Una niña educada, más bien tímida. Normal. Muy parecida a sus padres, en especial a su madre.

La cuidadora inglesa

Sus progenitores tuvieron claro que aprender inglés era algo fundamental en la educación de Marta y por eso contrataron los servicios de una au pair británica, Brigitte, que siempre estaba con la pequeña y le hablaba en inglés. Lo curioso es que esta profesora-educadora era muy aficionada a los caballos y fue la que le inculcó el amor por los equinos. Poco después sus padres le compraron su primera yegua, que guardaban en la Hípica. Aquellos trotes infantiles fueron el germen de una pasión y de lo que más tarde se convertiría en el centro Casas Novas. Los aficionados al zodíaco dicen que los capricornio son personas constantes y la hija de Amancio Ortega lo demostró muchas veces. Sufrió lesiones practicando su deporte favorito, montar a caballo, pero no se arredró ante los golpes y enseguida se le veía montando de nuevo.

Algo tímida, hogareña, y amiga de sus amigas, así es Marta. En los últimos años se le ha visto cantidad de veces en compañía de amigos y amigas en distintos pubs de la ciudad. Lo normal en una chica de su edad. Nunca presumió de ser la hija de uno de los hombres más ricos del mundo (la fortuna de su padre es hoy, porque mañana será algo más, de 30.000 millones de euros). Pero los amigos se benefician en muchas ocasiones de la saneada cuenta corriente de Marta porque, por ejemplo, cada fin de año organiza fiestas para los suyos. Primero en un pub del Orzán, que cerraba, con barra libre, para amigos íntimos y amigos de estos, y este pasado Fin de Año, el último como soltera, en el pub Rialto de la plaza de María Pita. Hace unas semana volvió a invitar a los amigos de siempre a su despedida de la soltería, en este caso en el palacio de congresos. No probó ni una gota de alcohol, porque desde hace algún tiempo Marta no suele tomar copas. Es una chica sana, que se cuida, al igual que sus padres. «Es una persona muy natural», dice un conocido. «Es normal», resume otra persona. De nuevo la palabra normal.