El mejor menú del día se sirve aquí

Carmen García de Burgos / Tania Taboada / Juan Capeáns / Ana Abelenda

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RAMÓN LEIRO

Ya es bastante duro ser trabajador y tener que comer fuera de casa como para renunciar, además, a hacerlo en un restaurante bonito y con un menú original. Aquí te presentamos los mejores platos del día, y parecen de carta

03 sep 2016 . Actualizado a las 17:02 h.

Son locales más o menos elegantes y con platos del día por los que se pagaría lo mismo que por un menú entero. Aunque supone un riesgo importante, cada vez más restaurantes se lanzan al reto de alimentarnos tan bien -o mejor, en ocasiones- que nuestras propias madres. Dejamos nuestra salud, calorías y digestión en sus manos, y les imponemos además la exigencia de ofrecer cada día un plato diferente y que guste. Y lo consiguen. El secreto del éxito suele estar en un «buen producto, un precio acertado, una elaboración lo más cuidada posible y un buen servicio». Esos son los criterios que aplica, al menos, Adrián Redondo en su Alcrique.

 A punto de cumplir cuatro años de vida, tuvo que mudarse hace uno a un local más grande, más cómodo y de su propiedad en el que, para asegurarse un sitio, conviene reservarlo. Y eso que dispone de alrededor de setenta entre las mesas que tiene en el interior y el exterior del restaurante.

 HASTA CINCUENTA PLATOS

El joven empresario -cuenta ahora 32 años- achaca parte del éxito de su menú del día a la suerte y a la ubicación, cerca de la Policía Nacional, el Hospital Provincial, colegios y oficinas, pero lo cierto es que los clientes eligen con premeditación y alevosía lo que van a comer cada mediodía. Sus redes sociales airean poco antes de la hora de llenarse qué recetas van a desfilar por el comedor del Alcrique.

El pescado y los arroces son los reyes indiscutibles del local, sobre todo si llevan nombre de merluza y bacalao, o de arroz negro y marinero, pero los alrededor de cincuenta platos que ya han pasado la prueba de los clientes se turnan diariamente. No hay platos asignados a ninguno de los días, y en cada uno se elige entre dos entrantes y dos principales. Todos dependen de lo que Adrián encuentre ese día en el mercado y también de cómo tenga de cargada de ingenio la cabeza. Y suele estar de 10. De 10,50 para ser exactos.

De diez también el local en el que paramos en Lugo. Lleva el término de bar pero en realidad es una casa de comidas. Muy al gusto tradicional. No dispone de barra, todo son mesas. A los que les guste comer, a los que es apasione la cocina casera tradicional, necesiten abundante cantidad y no quieran gastar mucho, le recomendamos el Cotá. Un establecimiento hostelero situado en Lugo, en la céntrica Plaza da Soidade. No se encontrarán con un lugar glamuroso ni con una decoración a la última pero sí comerán productos de calidad, a buen precio y no se quedarán con hambre.

La carta cuenta con 18 platos diarios a elegir y cuatro postres. El precio va en función de lo que el comensal pida y cómo. «Callos con garbanzos, empanadas e carne asada son as nosas especialidades», explica Madga, la camarera más veterana del local, quien añade que también ofrecen chipirones, pulpo, mejillones en escabeche, empanadas, carne asada o al «caldeiro» o guisado de gallo de Mos. Este último plato, el más caro. La ración cuesta 12 euros y le sigue el pulpo, a 10 euros. El resto de las raciones oscilan entre los cuatro y los diez euros. El local está abierto de lunes a sábado. Los jueves, viernes y sábados, además de servir comidas, también ofrece la posibilidad de cenar. «Nunca se reserva. Isto funciona por orde de chegada. Agás os días que servimos ceas. Reservamos de 21.30 a 22.30», explica Magda. En cuanto a los platos que se suelen demandar y la cantidad, depende. «Segundo os gustos así van pedindo. E en canto á cantidade, teño visto comer a dous igual que a dez», confiesa.

 El establecimiento lleva abierto desde 1956 y sus fundadores lo bautizaron con el nombre de la parroquia de la que eran oriundos, Cotá, en el municipio de Friol. Hace doce años cogieron las riendas Salvador Mato y Carolina García, y el éxito va a más.

Carlos Castro

 PARADA EN SANTIAGO

El Hotel Arco de Mazarelos está ubicado junto a la puerta del casco histórico compostelano que le da el nombre y por la que entraba históricamente el vino de ribeiro que regaba las tabernas del Franco. El lugar era más que apropiado para lanzar un proyecto gastronómico, y al frente se pusieron Pepe Plasencia, encargado del hotel y de los fogones, y Bea Fernández, la directora.

Con una terraza muy atractiva y un comedor para medio centenar de comensales, el lugar se prestaba para trabajar a dos velocidades: por un lado, el servicio a la carta, con productos de mercado innovadores y tratados originalmente; y por otro, un menú del día a 11,90 euros que mantuviese el espíritu de la cocina y siempre con un objetivo: no aburrir al que quiera hacer de este restaurante su segunda casa. «Siempre variamos para no cansar, porque consideramos que un cliente que viene de lunes a viernes es muy valioso». Los trabajadores de una empresa y varios profesores universitarios son algunos de los fijos, fidelizados con una tarjeta con la que obtienen un menú gratuito de cada diez, sin ser necesariamente consecutivos. A los comensales regulares se suman los turistas. «El menú del día -explica Fernández- nos permite en muchas ocasiones dinamizar los productos frescos y mercancías pensadas para la carta, aunque normalmente nos preocupamos específicamente de tener carnes y pescados que llegan a las lonjas de A Coruña o Ribeira con buenos precios. Cuando entran en nuestro rango, sin bajar la calidad, nos avisan y compramos». Esa filosofía les permite en ocasiones sorprender con un lenguado, un sargo o unos rapantes «que se pasan del presupuesto, pero nuestro objetivo es pensar en el equilibrio a lo largo de la semana».

Álvaro Ballesteros

Para los primeros apuestan por las cremas de verduras y sopas originales, como gazpachos de cerezas o de melón, que tienen una gran aceptación «y son muy naturales», y el reto que se ha impuesto el Arco de Mazarelos para este curso es darle un punto más de originalidad a los postres.

 EN CUBA COMO EN CASA

Para los que se recuerdan haciendo cola en la calle Alcalde Puga y Parga, decir Casa Cuba es volver a los domingos de callos y carne asada. Hay (pocas) cosas que no cambian con el tiempo. Una, ese más que sabor (olor, recuerdo) de la comida de casa, aunque se tome fuera. Los callos, la ternera, el caldo, el cocido y la sopa siguen siendo aquí los reyes de la cocina, aunque también se sirven ensaladas de pasta o pollo de corral. Este restaurante, que ahora cierra los domingos «porque algún día hay que descansar», ofrece a diario comida y cena a prueba de paladar tradicional en su nuevo local de Alfonso Molina. Lo de nuevo es un decir, hace diez años que Casa Cuba se ha mudado allí; eso sí, son su sello familiar y la mano de Nieves en la cocina (su flan de huevo es otro cantar).

Marcos Míguez

Fueron los padres de Nieves los que abrieron hace más de medio siglo el primer local de este negocio familiar. Lo cuenta Cristina, tercera generación, que atiende junto a sus hermanos Carlos y Andrés, las mesas: «Cuando mis abuelos cogieron el primer local, el de Alcalde Puga y Parga, era una mezcla ultramarinos y taberna». Hoy es un restaurante donde aún se cocina «como lo hacía la abuela». La familia sigue al pie del cañón en Casa Cuba, lugar de cita obligada para amigos en Carnaval: «Ahí no paramos entre comidas y cenas. Y son carnavales que empiezan a finales de enero y terminan casi en Semana Santa».