Y después del aperitivo, el restaurante

Inés Rey ¡MADRE MÍA!

SOCIEDAD

25 jul 2016 . Actualizado a las 11:43 h.

Como contaba ayer, aprovechando que era fin de semana nos fuimos a un restaurante. «Mesa para dos con dos niños». Al lado del baño o al lado de la puerta. No hay más opciones para familias. Traen la comida. Pido que me vuelvan a calentar el puré, que mi hija otra vez escupe en el lado de la blusa que aún estaba limpio. Prueba con los espaguetis, dice su padre. Quiero ponerle los espaguetis de sombrero, ponerme a llorar, irme a casa. Le meto una cucharada de espaguetis en la boca y tardo un nanosegundo en darme cuenta de que: a) solo tiene cuatro dientes y medio; y b) se va a ahogar. La saco de la silla, la pongo boca abajo, le abro la boca, le doy golpes en la espalda y le meto los dedos hasta la glotis para sacarle los espaguetis. Ella, que ya los ha tragado, me muerde. Me cago en todo lo que se mueve. Vuelvo a tener ganas de llorar. Y empieza el partido de tenis con el padre de mis hijos. «Me estás amargando la comida». 15-0. «Y tú a mí el fin de semana». 15 iguales. «Pues tú a mí la semana entera». 30-15 y bola de partido. Se respira más tensión que en una final Nadal-Federer. Mientras tanto, mi hijo ha hecho una bola tan grande con el filete que se pone a jugar al fútbol con ella, mientras que mi hija, a la que antes había desatado de la silla para evitar que muriera ahogada, se ha hecho fuerte con dos tenedores y un cuchillo. Nos escapamos a casa, los pongo a dormir la siesta, están excitados y con hambre, no duermen y entonces oigo una voz diciendo: «En una hora a merendar a la calle, que es sábado». Ahora sí que lloro. Me quiero morir.