Palabras con sabor a vino

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

SOCIEDAD

MONICA IRAGO

Casa Aurora elabora una cocina sencilla muy respetuosa con el producto

28 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Basta poner un pie en el interior de Casa Aurora para comprobar que en este lugar se rinde culto al vino. Sobre el mostrador, una pizarra desgrana nueve referencias para el chateo. Siete de ellas son gallegas y ninguna está ahí por figurar. No abundan los sitios en los que uno pueda paladear un caíño tinto por copa, probar un albariño de autor o descorchar una botella de borgoña sin verse enfrentado a un largo menú degustación. Aquí, a un paso de la playa de Os Barcos, en el epicentro del fenómeno conocido como Sanxenxo, con el mar y el puerto deportivo a la vista, sí es posible. Una cocina sencilla, con pinceladas y muy respetuosa con el producto -es difícil imaginar una centolla ardiendo en un wok entre los fogones de Nuria Alonso- arropa la excepcional bodega que propone Miguel Besada, artífice, junto a su hermana Mari, de este rincón.

Uno de los propósitos irrenunciables de Casa Aurora se nutre en las mismas fuentes que A Curva, el local que Miguel regenta desde hace años en Portonovo, tan próximo en el espacio como lejano en cuanto al perfil de su clientela, al decir del genial sumiller: hacer verdadera cultura del vino en uno de los enclaves estratégicos del turismo galaico. Su carta contiene de momento 117 referencias elaboradas en 16 países distintos entre los que Galicia desempeña un papel nuclear, y siempre alguna sorpresa fuera de micrófono. Nadie abandonará la casa de vinos y comidas de los dos hermanos sin conocer la zona en la que se ha producido, el clima que impera y el suelo del que ha crecido y se ha alimentado la uva que acaba de beber, haciéndola ser como es.

El proyecto se inspira en el establecimiento que la abuela de Miguel y Mari fundó en Raxó en 1943. Aquella antigua edificación ya no existe, pero el espíritu que la habitaba, trasladado ahora a Sanxenxo, sigue de alguna forma vivo. Desde luego, está presente en la imagen del local y en su rótulo exterior, cuya simplicidad intencionada puede despistar al caminante menos avezado.

Una terraza en la que el servicio es exactamente el mismo que en el interior permite disfrutar de una experiencia gastronómica asomada a ese mar que, sin duda, constituye el mayor de los atractivos de Sanxenxo. Dentro no hay huecos ociosos. Todo se organiza sobre la base de un espacio despejado y limpio en su concepción, con protagonismo para las mesas y la luz natural que baña la sala a través de una amplia cristalera frontal. Un rincón junto a la barra ofrece su guiño particular al universo del vino.

La vertiente culinaria se caracteriza por su versatilidad, asentada en la tradición del país. Caldeirada de pulpo, rapantes, almejas a la marinera, entrecot, zorza, calamares, tortillas y empanadas se despliegan en una carta que anima a compartir. Los berberechos están de muerte, bocados de puro mar. Las croquetas de jamón son caseras hasta en el pan rallado que las reboza. Una ensalada es otra cosa cuando el tomate crece en las huertas de la comarca. Las sugerencias en rotación abren la mano a preparaciones más elaboradas. El bacalao con cebolla confitada y olivas negras es uno de sus logros, como lo es el atún rojo marinado con trigueros. Las abuelas llamaban lagarto a aquella carne de entrecostillar que proveía el primer banquete de la matanza. Aquí procede de cerdos ibéricos y se acompaña de fideos chinos y verduras salteadas. En temporada de setas, un risotto de buey y níscalos. Las filloas y las cañas de crema están muy buenas. Pero a la hora del postre no hay como la tarta de requesón. Palabra.