Una visita al pórtico de la Gloria: «Estamos alucinando»

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

SANDRA ALONSO

Casi 60.000 personas han visitado desde el 27 de julio la obra restaurada del maestro Mateo; los quince minutos ante el conjunto escultórico compensan las horas de espera

06 sep 2018 . Actualizado a las 21:15 h.

Doce y media del mediodía. Jornada nublada, perfecta para hacer cola y visitar el pórtico de la Gloria. Lo mismo han pensado otros dos centenares de turistas, la mayoría españoles que vienen de otras comunidades. También hay extranjeros, como Keith y Rhonda, de Escocia, que están de vacaciones en Cambados y ayer se acercaron a Compostela. Vieron la cola y se quedaron. Unas dos horas de espera para ver la obra cumbre del maestro Mateo. A punto de subir también a la escalinata de la catedral Carlos y Julia, madrileños y enganchados a Santiago: «Venimos un día todos los años desde el 91. Hoy exclusivamente a ver el Pórtico y a comer».

Porque más allá de las fronteras españolas no habrá traspasado la noticia, pero no hay rincón del Estado al que no haya llegado la fantástica restauración del Pórtico. «Desde luego a nosotros no nos va a decepcionar, eso seguro. Ahora, deberían dejar claro que esta no es la cola para entrar en la catedral, porque hay confusión», insiste Julia. Tras unas dos horas de espera -en agosto y a pleno sol llegaron a ser cuatro- llega el momento de subir a la escalinata de la catedral recién restaurada. Allí, un grupo de veinticinco personas aguardan en lo alto, a las puertas del templo. Y llegan las advertencias del personal de seguridad: prohibido apoyarse o tocar la obra escultórica, nada de fotos o vídeos, hay que mantener un tono de voz bajo «porque estamos en un templo», y no está permitido comer o usar aparatos electrónicos.

El grupo permanece unos 15 minutos en lo alto, mientras el anterior realiza la visita. Aunque el objetivo es ver el Pórtico, estar en la fachada del Obradoiro merece la pena. Quizás no las dos horas de espera, pero la restauración realizada en el exterior de la catedral invita a contemplar durante unos minutos la cara más majestuosa del templo. Mientras, en una pantalla exterior se proyecta un vídeo sobre los trabajos realizados en la obra del maestro Mateo.

Y llega el momento de entrar. De volver a ver la policromía recuperada de los apóstoles y los profetas. Llama la atención el color de estos últimos, casi vivo, en comparación con los apóstoles y el resto del conjunto, ya que la humedad siempre ha dañado más la fachada sur.

Dos personas de seguridad vigilan esta visita, aunque predomina el silencio y el buen comportamiento. «Hay que llamar bastante la atención pero por cosas que se hacen sin mala intención, como cuando sin querer intentan apoyarse», dicen los vigilantes. Como no hay guía, ellos también resuelven alguna duda. «Preguntan dónde se ponían las manos antes, y confunden a Sansón con el santo de los croques, que en realidad está en la parte posterior del Pórtico».

Montse y su pareja vienen de Coria, en Cáceres. Están en Muros y no venían con la intención de hacer cola, «pero mereció la pena». En un principio, al entrar, admiten que esperaban otra cosa, «ahora estamos alucinando».

Hasta el día 18

El modelo de visitas gratuito y sin reserva previa se mantendrá solo hasta las diez de la noche del 18 de septiembre. Pero la afluencia ha sido masiva. Desde el 27 de julio contemplaron este conjunto escultórico más de 59.000 personas. Y es que pese a las colas, innegables, son muchos los que han querido ver esta obra casi oculta en el último decenio. Se mantiene un horario ininterrumpido desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche. Y solo dos días, en momentos concretos, se cerró puntualmente por la humedad que se generó en el entorno debido al calor exterior. Todos quieren ver la obra que el maestro tardó veinte años en levantar y los expertos diez en restaurar. Y si hay que estar en la cola a las siete y media de la mañana, se está: «hemos hecho el Camino y nos levantábamos a las cinco, así que preferimos llegar a las siete que esperar dos horas», dicen los madrileños Marisa, Mari Carmen y Manuel.