Juan Picos: «Decir que el eucalipto arde más que otras especies de árboles no es verdad»

Xurxo Melchor
xurxo melchor SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

emilio moldes

Aboga por hacer un inventario de las superficies abandonadas para evitar fuegos y reducir su gravedad

23 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Juan Picos Martín (Madrid, 1971) es profesor de Selvicultura en la Escola de Enxeñaría Forestal del campus de Pontevedra de la Universidade de Vigo, institución de la que, además, acaba de ser nombrado director.

-Desde que se produjo el gran incendio de Portugal todo el mundo se pregunta si algo así podría pasar en Galicia.

-Yéndonos por la vía más dura, ya pasó, pero en Cerdedo, en el 2006, solo que había un coche en lugar de un grupo de ellos. Otra cosa es qué probabilidad existe de que pase algo como lo de Pedrógão, pero no estamos libres y menos cuando hay olas de calor y condiciones extremas. No debemos caer en la histeria, pero tampoco pensar que esto no nos puede pasar. Tenemos que poner todo lo posible sobre la mesa para que no pase, aunque evidentemente el riesgo cero no existe.

-¿Pero podríamos ver aquí un incendio con 40.000 o 50.000 hectáreas arrasadas?

-Hay una tendencia global al incremento en el tamaño medio de los fuegos y a la severidad de los efectos. Y parece estar asociado a la situación de la vegetación, más seca por condiciones climáticas más extremas. Somos eficientes apagando muchos incendios, pero aquellos que se escapan se hacen muy grandes. Ahora bien, no recuerdo en España un fuego con 40.000 o 50.000 hectáreas, aunque no estamos libres y puede ocurrir. Lo que hay que hacer es poner todos los medios para que no pase.

-¿Y los estamos poniendo? ¿Por qué Galicia arde más?

-Ahí a veces la frontera administrativa nos engaña. Si borramos las líneas, las fronteras, vemos que hay una concentración muy por encima de la media en fuegos, conatos e incendios en todo lo que es la esquina noroeste ibérica. A Galicia le coge de lleno, pero realmente el problema no se acaba en nuestra frontera, es el mismo en Sanabria, el Bierzo, el oeste de Asturias o el norte de Portugal, incluso en esa parte ya de Castilla-León y Extremadura. Cuando se mira el mapa europeo, esa esquina aparece señalada en rojo. El problema va mucho más allá de que Galicia arde más, como mucho podríamos decir que Gallaecia, ¿no?

-¿Pero a qué se debe esa inusual concentración de incendios?

-Una de las explicaciones es esa conjunción clima-vegetación-historia. Esta esquina noroeste ibérica es el lugar de Europa donde hay un mayor crecimiento de masa vegetal en el monte y, además, sequía estival. Es el único lugar donde se dan esas dos particularidades. Y, además, es una zona en la que a lo largo de la historia el ser humano ha evolucionado contra el monte, teniendo que defenderse del monte. Y como no había máquinas ni desbrozadoras, la manera de controlar la vegetación era quemarla. En Galicia se piden 600.000 permisos de quema al año, y eso son los permisos que se piden, no las veces que empleamos el fuego. Estos factores hacen que en esa esquina noroeste exista una mayor probabilidad de ignición junto a un crecimiento de la biomasa muy grande y un período estival seco donde esa gran masa se puede secar y originar un gran peligro. Cuando uno va a las hemerotecas de hace cien años, encuentra que ya había incendios y aldeas rodeadas.

-Y ahora además tenemos al incendiario criminal…

-Pero, antes de eso, hay que entender que cuando esa realidad histórica cultural se va desdibujando a lo largo del siglo XX, van quedando restos inconexos de ella, a lo que hay que sumar el abandono o matorralización de algunas áreas que antes estaban cultivadas. Estoy seguro de que en algunas áreas, cuando alguien tiene allí un comportamiento asocial, utiliza el fuego y a veces no con la idea de causar un incendio, sino de limpiar una zona o espantar al jabalí. Es en las zonas abandonadas en las que aparece la paradoja del náufrago, el que se ve legitimado para hacer aquello que es necesario para sobrevivir. Aquel que tiene una plantación de maíz, rodeada de matorral en fincas abandonadas, que es atacada por los jabalíes llega un momento en el que les planta fuego. Así como en las ciudades vemos y reconocemos que hay personas mayores solas y abandonadas, nunca nos planteamos que eso también está pasando en el medio rural.

-Se habla mucho del eucalipto. ¿Es esta especie realmente una de las causas del fuego?

-Oímos mucho decir que el eucalipto es pirófito, pero pirófito es un concepto técnico que al saltar al lenguaje común se tergiversa. Pirófita es una planta adaptada a sobrevivir después del fuego, pero parece que cuando se habla de una planta pirófita se hace equivaler a pirómana. El tojo y la sobreira [alcornoque] son plantas pirófitas, como el eucalipto.

-¿Y son o no un problema?

-La especie no suele ser el problema. De hecho, no hay grandes diferencias. La importancia y la propagación de un incendio tiene que ver normalmente con la estructura. Y la estructura depende de la especie, el lugar y la gestión que se hace de ella. El eucalipto se comporta como una eficaz barrera contra el fuego cuando es muy joven, porque tiene una hoja muy verde y arde mucho peor porque tiene alto contenido en agua. Sin embargo, cuando es adulto y no se ha hecho ningún mantenimiento, precisamente porque permite que pase mucho la luz, tiene mucho matorral alrededor y acumula mucha biomasa que, en condiciones secas, pueda tener una mayor ignición. Decir que el eucalipto arde más que otras especies de árboles no es verdad. No es un hecho que siempre ocurra, depende de dónde esté plantado, de cómo haya sido gestionado y cuánta cantidad haya. No se debe ser taxativo. Es igual de poco cierto decir que arde menos como decir que arde más. Lo que sí es cierto es que, en circunstancias de abandono, con gran acumulación de biomasa, el eucalipto, el pinar y todas aquellas especies que precisamente se plantan porque generan mucha biomasa arden con más intensidad.

-¿Es una cuestión de control?

-Claro. Que haya quien piense que puede plantar eucaliptos donde le venga en gana es un error que no nos podemos permitir. Es fundamental la ordenación y tener las cosas claras, huyendo de posiciones maximalistas que señalan al eucalipto como una peste o como la panacea. La cuestión es cómo conseguimos ordenar un recurso evitando sus problemas y maximizando sus beneficios. No estamos prestando suficiente atención al abandono del monte, que es un enemigo silencioso. Un eucaliptal que su propietario haya abandonado hace cinco o diez años no va a dar prácticamente ningún beneficio y acumula sus perjuicios. Y eso no lo tenemos medido, no sabemos cuántos eucaliptales abandonados existen y tenemos que hacer un esfuerzo por dimensionarlo. Y quien dice un eucaliptal abandonado dice una antigua parcela agraria con tojos de dos metros o un pinar abandonado. Hoy por hoy el abandono del monte es el enemigo número uno en la lucha contra los incendios.