«Me siento junto a la ventana y me entretengo viendo pasar a la gente»

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

XOAN A. SOLER

Beatriz Castelain, de 88 años, le hace compañía a Ramona Gendra, de 89, desde que la salud de esta empeoró

09 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia de Ramona Gendra Bustelo, de 89 años, y Beatriz Castelain, de 88 años, ambas vecinas de Santiago, es muy singular. Las dos viven solas en sus casas, pero la salud de Ramona le está jugando una mala pasada y le impide hacer la vida social que le gustaría. En cambio, Beatriz goza en apariencia de una salud de hierro y, sobre todo, de un humor a prueba de bomba. Beatriz es voluntaria de Cruz Roja Santiago, y una vez a la semana hace compañía durante dos horas, «o las que sean», a Ramona.

No se conocían con anterioridad, pero a Beatriz la conocen bien en Cruz Roja, y ante su petición de ser útil no lo pensaron dos veces. La propuesta de hacerle compañía a Ramona le pareció buena idea, y lo que empezó como un gesto de solidaridad se ha convertido en una cita esperada por ambas amigas.

Durante la tarde que pasan juntas, Beatriz anima a su amiga a salir a dar un pequeño paseo alrededor del edificio y, aunque últimamente el frío, la lluvia y su salud no le permiten salir a la calle, la compañía de Beatriz le «da vida». «Me gusta charlar», comenta Ramona.

La mujer se quedó viuda cuando su hijo más pequeño tenía 12 años, y desde entonces solo «podía mirar para adelante, trabajar. La pensión era y es una miseria, pero la familia de la aldea me ayudó mucho». Ramona presume de memoria y de vista: «Me operaron de cataratas, y veo de maravilla. Tengo mis sopas de letras y las hago», comenta. A lo largo de la semana, la mujer recibe a varias auxiliares de hogar para las tareas básicas de la casa. «Yo me levanto sola, me visto y, aunque me echan una mano, por ahora no estoy inútil del todo», apunta entre risas. Durante gran parte del día descansa junto a la ventana. «Y me entretengo viendo pasar a la gente. Por las tardes estoy sola, menos cuando viene Beatriz», dice.

Cuando le preguntamos si tiene miedo a estar sola, Ramona se encoge de hombros. «¿Miedo? No. Tengo una clave para abrir la puerta, los vecinos tocan de una manera especial y así no tengo que abrir si no conozco. Mis hijos dicen que no le abra la puerta a nadie. No pongas dónde está mi casa, por si acaso», advierte.

«Ramona la cabeza la tiene perfecta», añade Beatriz, que se quedó viuda hace un tiempo. «Hay que tener alegría, y con las buenas pensiones que tenemos, qué más podemos pedir», bromea. Beatriz fue bordadora, pero ahora no hace nada, «solo algunos cariños». Esta mujer lamenta que «ya no se valora este trabajo, perdió valor».

Beatriz resta importancia a su voluntariado: «Vengo un rato, y no voy a más sitios porque no me quieren para más». La técnica de Cruz Roja, Mari Vilas, reconoce que «es una joya», pero «tiene que tener su tiempo para ella». Y lo tiene. Beatriz vive sola, pero no está sola: «Tengo mis amigas y salgo con ellas».