Argelino, trabajador en el monte y nuevo en Arteixo

Emiliano Mouzo A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

CESAR QUIAN

Tergou tiene 33 años y residía con otro magrebí

29 nov 2016 . Actualizado a las 07:27 h.

Ni la persona que vivía con el argelino Abdelkarim Tergou, de 33 años, detenido ayer en Arteixo, se imaginaba que su compañero de piso pudiese estar involucrado en la supuesta introducción y captación en España de terroristas destinados a formar parte del Estado Islámico, grupo terrorista de naturaleza fundamentalista yihadista.

El asalto a la vivienda, el 1.º B del 253 de la avenida de Finisterre, en la localidad arteixana de Candame, tuvo lugar sobre las seis de la mañana. «Me enteré por el ruido que hicieron al reventar la puerta», contó F. B., el compañero del arrestado, arrendador del piso y también magrebí. «Cuando me levanté y vi tantos policías cogí mucho miedo. No sabía lo que estaba pasando. Me quedé flipando y aún ahora -cuatro horas después de la entrada- continúo muy nervioso».

Pero a él solamente le mandaron entrar en la habitación y procedieron a su identificación. «Los policías -en este caso guardias civiles- ya cogieron a Abdelkarim y empezaron a registrar toda la casa. A mí me mandaron vestirme y bajar a la calle». Sobre las nueve y media de la mañana los agentes de la Unidad Central Especial 2 «ya salieron del piso con mi compañero esposado y algo les oí que tenía que ver con el Estado Islámico».

Sin embargo, F. B. no cree que su convecino «pueda andar con esas cosas. Nunca le vi hacer nada raro en casa, ni tan siquiera le oí conversaciones telefónicas más allá de las normales. No me creo que esté metido en ese mundo», subrayó el hombre. Describe a Abdelkarim Tergou como una persona normal que trabajaba para él en el monte -supuestamente haciendo desbroces- «y hacía las cosas bien», dijo. Los agentes que participaron en el amplio dispositivo recorrieron todo el piso y se llevaron de la vivienda varias cajas: «Cogieron muchas cosas, sobre todo del cuarto de Abdelkarim, incluso creo que le llevaron el ordenador», aclaró F. B. Ya con el arrestado y con la documentación requisada en los vehículos, el operativo se desmontó. Para la salida de los coches policiales fue necesario cortar la avenida de Finisterre ante la curiosidad y la sorpresa de conductores y vecinos de la zona.

«Mi marido salió al rellano y lo pararon»

Con estupor vivieron los vecinos del edificio el asalto de la Guardia Civil al 1.º B de su inmueble. «Estábamos durmiendo y escuchamos un fuerte estruendo, seco, como una bomba, y nos despertó», contó una de las residentes en el edificio. Tanto ella como su familia creyeron que se había caído un armario.

«Mi marido miró por la mirilla y vio luz y había ruido. Salió al rellano y bajó hasta casi el piso donde vivía el que se llevaron. Pero se encontró con los guardias con pasamontañas y con armas. Se quedó de piedra», dijo la mujer. Los agentes ya no le dejaron dar un paso más a su esposo: «Por señas le invitaron a subir y a que se metiese en casa».

Tanto esta vecina como las otras personas que residen en las demás viviendas coinciden en señalar que prácticamente no conocían a las personas que vivían en el piso asaltado por los guardias: «De doce propietarios que somos aquí solo vivimos unos tres. Los demás pisos están alquilados y cambian de inquilinos cada poco tiempo», manifestaron. También señalaron que en la casa registrada «no se producían ruidos ni nada que llevase a sospechar algo anormal». Hasta la vivienda registrada también se acercó el titular de la casa, F. P. M. El hombre no salía de su asombro. Subió a su piso y allí estuvo hablando con los agentes de guardia y con su inquilino. Comprobó que el trabajo de la Guardia Civil se había hecho a conciencia «porque hasta nin rebentaron a porta», contó. Tras la detención, F. P. M. indicó sobre el arrestado: «Vivía no meu piso pero eu a quen llo tiña alugado, desde outubro, era ao seu compañeiro». Aunque al principio dijo que ni sabía que estaba en su casa, finalmente el titular sí reconoció que conocía a los dos.