Feijoo pide un diálogo con Cataluña sin «líneas rojas» y con «teléfonos rojos»

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GALICIA

ANDREU DALMAU | EFE

El presidente de la Xunta, de visita en Barcelona, considera que en la nueva etapa política que se abre se debe «desterrar la demonización del que piensa o siente diferente»

28 nov 2016 . Actualizado a las 19:31 h.

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, ha hecho este lunes un llamamiento a abordar un diálogo entre el Gobierno y la Generalitat sin «líneas rojas» y con «muchos teléfonos rojos», y en el que el nacionalismo abandone el debate semántico, pero también «la ley no sea un obstáculo».

El presidente gallego ha pronunciado en el Círculo de Economía de Barcelona la conferencia Estabilidad y sostenibilidad en un Estado descentralizado, con la presencia del líder del PP Catalán, Xavier García Albiol, entre los asistentes.

En su intervención, Feijoo ha considerado que en la nueva etapa política que se abre se debe «desterrar la demonización del que piensa o siente diferente», ya que «es malo hacer un tabú de cualquier trato con el partido mayoritario en España», como también «es poco saludable hacer exorcismos con el nacionalismo catalán».

«No caben líneas rojas, sino que debe haber muchos teléfonos rojos, con una permanente comunicación», ha defendido el presidente de la Xunta, que ha asegurado que «la ley nunca puede ser un obstáculo para que exista empatía» y «diálogo» entre Cataluña y el resto de España, en el que se deben evitar «rivalidades más propias del fútbol».

En cambio, esa «nueva cultura política» para superar la situación requiere que «los moderados de una y otra parte dejen de ser rehenes de grupos e ideologías que necesitan el conflicto para sobrevivir».

El dirigente popular ha planteado como solución «rescatar» la «España de las autonomías» para lograr que las comunidades «no sean algo periférico del Estado español, sino que sean algo nuclear».

«La asignatura pendiente -ha afirmado- no es romper el Estado o sustituirlo por modelos basados en la vaguedad, sino intentar cumplirlo en toda su extensión, mediante la reactivación de mecanismos dormidos o la creación instrumento nuevos».

Feijoo ha apostado por «hacer más autonómico el Estado de las autonomías», con el primer reto de la reforma de la financiación autonómica, sobre la que ha avisado de que es un «error» mezclar la financiación con el «debate identitario».

Para Feijoo, mientras lo identitario tiene una fuerte carga de subjetividad, lo financiero debe ceñirse a criterios objetivos, como «el coste real de los servicios, su prestación o la estructura demográfica de los ciudadanos que reciben los servicios».

Ha pedido además aprender de errores pasados como el «coyunturalismo», para acordar una financiación con «vocación de futuro y permanencia»; o evitar «la opacidad del sistema y la escasa transparencia» que deriva en «suspicacias y generación de agravios que llevan a atribuir falazmente a España pecados que son cometidos por una financiación inadecuada».

Por otro lado, ha reconocido que «no es fácil de explicar que a Cataluña no se le dé un concierto económico cuando lo tienen vascos y navarros, estoy de acuerdo. Estas cosas se pueden cambiar, plantear y discutir. El problema es cómo nos ponemos de acuerdo en los contenidos del concierto, cómo se mide y qué se pondera».

Pero al mismo tiempo ha denunciado que el Fondo de Liquidez Autonómico (FLA), en el que se han «condonado» 1.500 millones en intereses al año a Cataluña, ha sido una «sobrefinanciación» para la Generalitat «sin tocar el modelo de financiación» y «sin pactarlo con el resto de comunidades ni informarnos».

Feijoo ha hecho en todo caso un llamamiento al nacionalismo catalán para, entre todos, «corregir errores, rectificar caminos y crear entendimiento donde solo hay desencuentro», como por ejemplo «liberarse del nominalismo» y la «dictadura de palabras».

Se ha preguntado así si el derecho a decidir «debe ser limitado a un día y planteado como un duelo antiguo donde solo un bando puede ganar, o bien algo continuado en el tiempo en el que todos los españoles y catalanes ganen»; o si la libre determinación «debe adaptarse a un siglo donde todas las naciones viven en red o ser una repetición anacrónica de procesos descolonizadores de años pasados».

También ha cuestionado si es «prudente arrojar el autonomismo al baúl de los recuerdos» para «embarcarnos en modelos que pueden llevarnos a callejones sin salida»; o si se debe discutir el significado de nación en lugar de «perfeccionar» la distribución competencial, la financiación o la participación autonómica en el Estado