Las 48 horas de Fidel Castro en Galicia: Pulpo, dominó y «Patria o muerte»

Francisco Balado Fontenla
F. Balado LA VOZ

GALICIA

UXÍA RODRÍGUEZ

«Es un gran honor ser descendiente de gallegos», aseguró el comandante tras conocer la casa natal de su padre en Láncara, una visita de la que hoy se cumplen 25 años

28 jul 2017 . Actualizado a las 15:42 h.

Llegó a Galicia el mismo día que el ciclista José Manuel Moreno lograba la primera medalla de oro para España en los Juegos de Barcelona 92. Fue el lunes 27 de julio de 1992. Fidel Castro, muerto en La Habana el pasado noviembre a los 90 años, aterrizó en el aeropuerto de Lavacolla a las once de la mañana. A pie de pista aguardaba, con su habitual impaciencia, un Manuel Fraga acompañado junto a sus conselleiros, con la única ausencia de Cuiña, lesionado. Un apretón de manos con el presidente de la Xunta (no hubo abrazo) y Fidel Castro se subió a un Mercedes que lo esperaba con el motor encendido para trasladarlo al Obradoiro. Allí lo aguardaban cerca de medio millar de personas, la gran mayoría, simpatizantes del régimen cubano. Dentro del Pazo de Raxoi estampó su firma en el libro de oro de la Xunta. Atravesó la plaza para dirigirse a la Catedral, en donde recibió una breve lección sobre el Pórtico de la Gloria a cargo de Fraga.

Por la tarde, Fidel Castro recibió en la capital gallega a los miembros de la corporación de Oleiros. El acto se produjo en el Hotel Araguaney, de cinco estrellas, y el comandante completó una intervención de 35 minutos en la que explicó los principales motivos de su visita. Entre los 300 invitados se encontraban los intelectuales Isaac Díaz Pardo, Xosé Manuel Beiras, Neira Vilas o Uxío Novoneyra. Su discurso concluyó con un enérgico «Patria o muerte». Una de las anécdotas se produjo al final de su intervención, cuando un paisano le regaló un caballo. El lunes se completó con una visita a la conservera Jealsa, en O Bodión (Boiro), y con un pequeño viaje a bordo de un atunero de A Pobra, ya que el comandante se mostró muy interesado en conocer de cerca algunas industrias punteras del sector.

El martes Fidel Castro madrugó para visitar Lugo. En el salón de actos del consistorio volvió a pronunciar unas palabras, en las que aseguró el «gran honor» que para él suponía «ser descendiente de gallegos», y de que la casa de su padre no fuese un palacio, «sino una choza muy humilde». Fidel también mencionó «los genes de rebeldía que hay en el espíritu gallego», y recordó que muchos de los que le siguieron en la lucha armada contra Batista eran originarios de esta tierra. Una breve visita a las murallas y rumbo a Láncara, a medio camino entre Lugo y Sarria, la parroquia que en 1875 vio nacer a su padre, Ángel Castro Argiz. Fidel Castro visitó la casa natal de su padre y allí fue nombrado hijo adoptivo. «¿Nada más?», ironizó el comandante. El comandante saludó con besos a sus dos primas gallegas, Victoria y Estelita. Luego llegó la romería.

En unos terrenos propiedad de su familia se organizó una comida campestre a la que acudieron 700 invitados. El menú: pulpo, empanada y sardinas a la brasa. Todo, regado con ribeiro. A la conclusión, la tradicional queimada, cuya ceremonia corrió a cargo de Fraga. De postre, una buena partida de dominó. A las 11 de la mañana del miércoles abandonó Galicia.