«Mi marido fue cumplidor del deber», asegura la viuda del capitán del «Urquiola»

n. silvosa, p. portabales A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

CESAR QUIAN

En el aniversario del hundimiento, María Isabel recuerda en Radio Voz la pérdida de su esposo

12 may 2016 . Actualizado a las 11:40 h.

A María Isabel Rodríguez, viuda del capitán del Urquiola, pensar que ya hace cuarenta años que perdió a su marido le abruma. Y no se le han pasado rápido. Tal día como hoy hace cuatro décadas, y embarazada de su tercera hija, saltó la noticia. «Yo estaba en mi casa y lo llevé con dificultad, porque nadie me quería decir nada. Entonces decidí ir con mi padre a la Comandancia de Marina, y ahí definitivamente nos dijeron lo que había pasado», señala.

Así descubrió el triste acontecimiento: su marido había perdido la vida cuando iban a cumplir cinco años de casados. «¿Qué recuerda de aquellos días posteriores?», le preguntaba ayer Pablo Portabales en los estudios de Radio Voz, a lo que María Isabel respondió que «una incertidumbre muy grande, porque empezó a levantarse la polémica de por qué había sucedido esto. La polémica era que mi marido era buen profesional pero que, por decirlo sencillamente, la culpa había sido suya». Eso le hizo sentirse, si cabe, todavía más dolida: «Fue como si lo matasen por segunda vez», sentenció. Tuvieron que transcurrir siete años para que la Administración zanjase el tema y honrase la memoria de Francisco Rodríguez Castelo. «Reconocieron que mi marido había hecho lo correcto, y yo puse a todo el mundo en su sitio», narra la viuda, que ahora es madre de tres mujeres que rondan la cuarentena. En aquel momento, prefirió no darles demasiados detalles a sus dos hijas (la tercera aún venía en camino). «Una tenía tres años y la otra dos, así que les dije que su padre había cumplido con su deber, y que eso es lo que había causado el fallecimiento y que tenían que estar muy orgullosas de él», indicó.

Con cada aniversario del hundimiento del petrolero, esta mujer remueve recuerdos que rasgan el alma. «Había gente que quería mucho a mi marido y que me mandaba cartas por Navidades y demás. Yo siempre las agradecí en el alma, pero era doloroso», reconoció. No es de extrañar que, con estos precedentes, sus hijas no hayan sentido la llamada del mar. «Yo procuré que cada una siguiese sus inclinaciones», aseguró. No es que María Isabel no haya querido pasar página: «Hay páginas que no se pueden pasar».

«Esto es una desgracia que ocurrió en un momento dado, pero que nos afectó para siempre. Mi marido no ha podido ir a la comunión de sus hijas, no hemos pasado los cuatro unas Navidades juntos... Esto es para siempre, pero hay que aprender a vivir con ello. Mi marido fue cumplidor del deber. Si todos lo fuésemos, las cosas serían diferentes», concluye una mujer que todavía hoy defiende los férreos principios de un capitán que se hundió con su barco. Una hazaña por la que le concedieron la medalla al Mérito Naval, la misma insignia que su viuda atesora con celo: «La tengo bien guardada y solo se la enseño a los más allegados».

Tan recto era Francisco que su viuda cuenta que «le llamaban el alemán. Era de una rectitud total, aunque después era una persona muy alegre». Quizás por eso apenas les hablaba a los suyos de los enormes riesgos que rodeaban a su trabajo. Y tal vez por la admiración que aún le guarda, María Isabel no siente que tenga una vida que rehacer. «Yo no tuve que rehacer nada, yo seguí viviendo en mis circunstancias, en mi casa y con mis hijas», apuntó. Y hasta hoy.