En Venezuela hay gallegos que no pueden comer más que una vez al día

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

MARCO BELLO

La corrupción se alía con los «bachaqueros», acaparadores que inflan los precios de mercado para agravar la escasez de alimentos y medicinas que sufren los gallegos de Venezuela

02 may 2016 . Actualizado a las 09:47 h.

«Hay mucha gente que no tiene nada que comer». Estas palabras de Gabriele Acerbo, un caraqueño casado con una gallega de Vigo que vive en Calabozo (Guárico), resumen la angustiosa situación de hambre y escasez de productos básicos que padecen muchos en Venezuela. Con estos testimonios, La Voz prosigue hoy la serie que iniciaba el sábado pasado sobre los cortes de luz y la falta de medicinas.

Los «bachaqueros»

Acaparar para vender caro. La corrupción es la otra cara de la escasez. Acerbo lo ilustra con una descripción general de la situación: «Es muy mala. Aquí no hay comida, no hay medicinas, ni artículos básicos de higiene personal. No hay pasta de dientes, ni desodorante, ni jabón de tocador ni para lavar la ropa. Las mujeres no consiguen toallas sanitarias».

Las colas frente a supermercados y farmacias solo pueden guardarlas quienes no tienen empleo. Para los que trabajan, florece un mercado negro aún más inflacionario. «Trabajas para comprar la comida a los bachaqueros, porque no da tiempo de hacer esas colas interminables», se queja Rosddy Maestracci, una empresaria del sector de repuestos de vehículos, venezolana que frecuenta la colonia gallega. Orlando Prieto, comerciante venezolano también muy próximo a los gallegos, explica quiénes son: «Es una persona que acapara para vender. Por ejemplo, un kilo de harina vale 19 bolívares y el bachaquero lo vende a 500». «Vivimos en zozobra. La comida es carísima, yo la consigo porque recurro al mercado negro y al bachaquero, porque no la consigues en el mercado, pero ellos sí la tienen. Lo poco que llega, en complot con los militares, se lo llevan ellos, y lo venden caro», afirma el comerciante. «Si lo quieres, lo pagas. Compro caro, pero un venezolano con el salario mínimo no puede hacerlo. Hay familias que comen una vez al día», explica.

Corrupción

La lacra heredada. Rosddy pone el acento en la corrupción del Gobierno: «Ellos saquearon al país como quisieron, igual que Chávez. Al morir, colocaron al mediocre de Maduro para terminar de raspar la olla y decir que fue él quien echó a perder el país». «La corrupción, la inseguridad, la impunidad reinan y no nos permiten salir para pensar en el futuro; y de paso, la inflación crónica», lamenta. Aunque con matices, la mayoría en Venezuela piensan, como Prieto, que «el país venía mal de atrás, pero la falta de experiencia de Maduro agudizó los problemas». «Este señor no sabe nada», se indigna al hablar del presidente Acerbo. «A Chávez le hubiera pasado lo mismo pero no tan rápido, la situación actual es el resultado de sus malas decisiones. En mi oficio, soy cultivador de arroz, las expropiaciones fueron malas decisiones». La situación de quienes trabajan por cuenta propia es dramática: «No hay semilla certificada para la siembra. Se expropiaron fincas productivas, plantas procesadoras de cereales, como la famosa Agroisleña, porque decían que no les vendían a los campesinos. Después dijeron que las iban a poner a producir, pero no son capaces de ponerlas a funcionar. Sacaron al personal cualificado y pusieron a sus adeptos. Hay personal cualificado en Venezuela, pero no son adeptos».

Arrepentidos

El chavismo pierde adeptos. Ramón Mosteiro es un empresario gallego, de Arzúa, asentado en el estado de Guárico. «Yo conozco a unos cuantos chavistas arrepentidos, pero sí que es difícil que lo digan a la cara», afirma. «Conozco a mucha gente que dice ser chavista, pero no están con Maduro, y otros que están por dinero. Maduro tiene muchos enemigos internos, y la oposición crece», explica Prieto. Su padre -también se llama Orlando- es de los pocos que reconocen haber votado a Chávez, y cree que «hace falta un cambio ya». «Cuando yo voté por Chávez la primera vez había una crisis, pero no tan fuerte. Yo creo que estando él sería igual, porque él todo lo hacía a los regalazos, con la chequera del petróleo», explica. Los venezolanos están cansados, y se respira en la calle», apunta su hijo. «No lo creo», contesta Rosddy a la cuestión de si con el fundador del chavismo hubiera sido distinto.

El revocatorio

Cuestión de fe. «Ya firmé», confiesa Prieto padre al preguntarle por lo que muchos ya llaman el firmazo para pedir la destitución de Maduro. «Y sí mejoraría la situación, porque está enfrascado en las mismas medidas económicas que tienen el país en crisis [...]. Bueno, tenemos fe en Dios que todo va a cambiar», suspira. «Estamos muy arrechos [enfadados]. La gente ha recobrado el entusiasmo con el proceso de revocación», añade su hijo. «La forma pacífica y legal para echar a los responsables de la situación», subraya. Un entusiasmo del que es testigo Maestracci: «Hoy se inició [por el miércoles] la recolección de firmas y se nota que la gente está alegre». Pero que no comparte Acerbo: «Eso está muy lejos. La gente está entusiasmada, pero el Gobierno está poniendo muchas trabas». Y tampoco Mosteiro: «Como los funcionarios solo trabajan lunes y martes, cuando el CNE reciba las firmas se tardará en dar respuesta». Si, como se teme, la votación no es «hasta febrero del 2017, el chavismo no tendrá problema en perder, porque el poder pasa al vicepresidente».

Al menos, cabe pensar, con semanas de dos días laborales, ¿habrá alguien, los funcionarios, que sí sea feliz en Venezuela? «No tan felices, porque no tienen comida. Hoy [por el jueves] me llamó un amigo que trabaja para el Gobierno pidiéndome un kilo de azúcar», cuenta Acerbo.