Una segunda oportunidad para las vacas de Boiro

J. Romero / J. C. Martínez REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Xoán A. Soler

La jueza ha cedido la titularidad del ganado a Vox Ánima, que ya las ha trasladado a un santuario para que puedan recuperarse

28 abr 2016 . Actualizado a las 20:36 h.

Martina y las otras 14 vacas que malvivían con ella en una cuadra de Abanqueiro, en el municipio de Boiro, reponen fuerzas desde este miércoles en el recinto de acogida de animales o santuario de la asociación Vacaloura, en Santiago, en donde ya tienen todo listo para iniciar una vida nueva y más placentera. Aunque para alcanzar ese bienestar, antes será necesario que atraviesen un proceso de desparasitación, saneamiento y nutrición con el objetivo de recuperar el peso perdido. Por si esto fuera poco, algunos ejemplares tendrán que pasar por las manos del veterinario para curar las heridas que presentan. Una de ellas, según explicaban en el colectivo Vox Ánima, que logró la tutela de las reses tras presentar una denuncia, tiene una lesión en una pata que «parece grave».

El traslado se completó en la más absoluta normalidad. Dos coches de la Guardia Civil y un camión especializado en el transporte de ganado, poco antes de las 11.00 horas del miércoles, se presentaron en la puerta del solar de Abanqueiro. El extitular de las reses esperaba a los agentes, y colaboró con los guardias. A primera hora de la tarde las vacas llegaban al santuario animal de Vacaloura, en donde, entre otras comodidades, tendrán un cobertizo solo para ellas.

Inés y Mario, los responsables del refugio, se emocionaron cuando llegó el camión y descargó a sus refugiadas. Tenían preparada una parcela en la que aún queda algo de hierba para pastar, a la que añadieron de paja. Las vacas recuperarán peso durante unas semanas. Dos se quedarán en Vacaloura. Las otras marcharán para santuarios similares, uno en Cataluña y el otro en Madrid.

Reconocimiento institucional

«Cuando la jueza falló a nuestro favor y otorgó la responsabilidad sobre las vacas a Vox Ánima, se me puso el pelo de punta», confiesa Inés. «Es un precedente importantísimo para nosotros, porque es el reconocimiento institucional de nuestra existencia y de la conveniencia de darle una salida a los animales que no sea la muerte por abandono».

Mantienen desde el 2013 el santuario animal. Pero desde mucho antes cuidan bichos, porque les gustan y por ese compromiso ético de los veganos (los vegetarianos estrictos, que no comen animales ni tampoco sus productos, como huevos o lácteos) que reclama el abandono de la cría de animales para comérselos. «Éramos vegetarianos -dice Mario-, acogíamos gatos y perros, pero poco a poco nos dimos cuenta de que había otras especies, sobre todo animales de granja, que también tenían necesidades. Adoptamos una cerdita vietnamita que había quedado en el refugio de Bando y ahí empezó todo. Dimos el paso y nos vinimos para el campo».

Ahora extienden la forma de alimentarse y de pensar propia de los veganos desde la tienda que tienen en Santiago, llamada también Vacaloura. Allí dan consejos sobre alimentación saludable, obtienen apoyo, encuentran voluntarios para cooperar con ellos y consiguen el dinero que cuesta mantener a sus protegidos: dos caballos, cuatro perros, una docena de ovejas, varios cerdos del país y uno vietnamita, gatos, gallinas, conejos, pavos... y ahora, 14 vacas.

¿Da la tienda lo suficiente? «Todo lo que genera -cuenta Inés- viene para aquí. Luego Vacaloura cuenta con socios, y un grupo de casi 400 personas que aportan un euro al mes. A través de nuestra página web y de Facebook, nos escriben para hacerse socios; también hay gente que apadrina o amadrina algún animal, y luego siempre hay alguna donación puntual. Y luego, para los cuidados, varios veterinarios cooperan con nosotros».

En alerta

La pareja planea ampliar la superficie de pastos de que disponen. Ahora cuentan con una hectárea de terreno vallado y varias fincas cedidas por los vecinos, «que se portan muy bien con nosotros». ¿No recibís críticas, o ese comentario de «queréis más a los animales que a las personas»? «Eso es una excusa -dice Inés-. Las personas tienen a su disposición todo el sistema de servicios sociales. Y, aparte, los que dicen eso tampoco son los típicos que ayudan a los demás. En nuestro caso, nos apuntamos para acoger refugiados en casa, tenemos sitio y nos gustaría».

Inés y Mario quieren extenderse porque sospechan que habrá nuevas crisis en otras granjas, de porcino y de vacuno, y quieren brindarse para acoger a las reses. «Galicia -afirma Inés- no puede vincular su identidad con la producción de leche. No se puede estancar en una industria, porque el mundo cambia. La gente cada vez consume menos leche. Esas subvenciones que se dan para que la gente mantenga sus granjas lecheras, que se las den para reorientar su trabajo. Los cereales ecológicos, por ejemplo, van carísimos, y en Galicia no hay producción. No tiene sentido empeñarse en un producto que se está vendiendo por debajo del precio que cuesta producirlo y que además está amargando la vida a los explotadores».

El ganadero debe abonar unos 150 euros para que le recojan una res si no tiene seguro

«¡Estou dentro da lei! Teño seguro», explicaba el lunes una mujer en una granja donde el camión «dos mortos» recogía el cadáver de un ternero que había nacido muerto. El seguro al que se refería la ganadera es el de recogida de Materiales Específicos de Riesgo (MER) porque, desde el problema de las vacas locas, está prohibido enterrar el cadáver o dejar que lo coman las alimañas salvajes. Ha de ser retirado y llevado a una planta de tratamiento. Lo que hay que hacer es llamar al camión de recogida en el momento en el que el animal muere para que venga a buscar la res. Todo para evitar problemas de salud pública.

El problema es que hay ganaderos que no tienen el seguro que cubre este servicio. La recogida de una vaca en una explotación supera los 150 euros, tal y como explica un tratante consultado. Esa fuente especula con que el hecho de no tener seguro puede hacer que haya quien entierre o queme vacas muertas como ocurría anteriormente. Todo por no tener dinero para poder pagar la recogida o abonar el importe del seguro. La pregunta es qué pasa con los crotales de las vacas que mueren porque, como añade, legamente «unha res non pode desaparecer».

«Casos aislados»

El sindicato agrario Asaja señaló el miércoles en un comunicado que la muerte de vacas por inanición en explotaciones ganaderas gallegas no constituye ningún «problema de sanidad ni de salud pública». «No podemos generalizar, ya que los casos que se conocen hasta ahora son hechos totalmente aislados», indica la nota. El sindicato añade que «la profesión de ganadero en Galicia sigue siendo sinónimo de esfuerzo, trabajo y honradez».

En su comunicado, la organización subraya que «en ningún caso está afectada la calidad sanitaria de lo que se produce en las explotaciones gallegas», que sigue siendo «excepcional».

El presidente del Consejo Gallego de Veterinarios, Juan José Gómez Fernández, asesor científico de Asaja, indicó que «siempre habrá quien busque una relación» de esos casos con la crisis que atraviesa el sector lácteo, según informa la agencia Efe. Sin embargo, Fernández dice estar «seguro» de que esos casos «están relacionados con problemas personales de los propietarios» de las explotaciones y «no con la situación del sector».