El edificio maldito de César Portela cae bajo la piqueta en Arousa

Serxio González Souto
Serxio González VILAGARCÍA / LA VOZ

GALICIA

Oscar Vífer

Treinta años después de su construcción, el acuario de Vilagarcía está siendo demolido para despejar la playa

10 mar 2016 . Actualizado a las 17:14 h.

Corrían tiempos muy distintos cuando el Concello de Vilagarcía, gobernado entonces por el inquieto alcalde José Luis Rivera Mallo, mucho antes de su viaje de ida y vuelta al PP con escala en el Senado, aplaudía en 1985 la creación de un paseo marítimo que uniese el centro de la capital arousana con Carril. La playa de A Concha-Compostela, cuya arena aparecía y desaparecía con el movimiento de las mareas, brindó el espacio idóneo para el experimento. Realmente el asunto empezó bien, y César Portela diseñó un acuario, pero a partir de ahí todo fueron despropósitos. Tanto que el miércoles, treinta años más tarde, una máquina con aspecto y voracidad de dinosaurio se abalanzó sobre el edificio para emprender su demolición.

Ya a las primeras de cambio la ejecución de la obra recortó el proyecto del arquitecto pontevedrés, que había soñado una estructura sobrevolando el mar de Arousa. La cosa se quedó a medias. Una especie de hórreo sostenido por veintidós pilotes que, pese a todo, conseguían elevar su estructura sobre el agua. El mar, por su parte, continuaba subiendo y bajando entre ellos, ajeno a tanto afán. Pasó el tiempo y el esqueleto de hormigón del acuario fue la única pieza de aquel corredor marítimo que llegó a materializarse.

VITOR MEJUTO

Andando los años, en 1997, ya con otro alcalde al mando (el socialista Javier Gago) y otros bríos, Vilagarcía obtuvo al fin su paseo. Nada que ver con aquel esbozo de los 80. Ahora el mar sí tuvo motivos para preocuparse, ya que un fenomenal aporte de arena multiplicó las dimensiones de la playa, alejándolo de sus antiguos dominios. El agua dejó de subir y bajar entre los pies del piorno. Y si el embrión de acuario se veía privado de sentido sin el contexto para el que había sido ideado, el mega arenal acabó de darle la puntilla. De ejemplo para estudiantes de arquitectura y portada de revistas especializadas a refugio crepuscular para usuarios de jeringuillas y costumbres que buscan las sombras.

Un rescate frustrado

Fue el propio Gago quien, en los albores del nuevo siglo, quiso insuflar nuevo aliento al edificio maldito de Portela. Una inversión cercana a los 24 millones de las antiguas pesetas sirvió para rematar la estructura y ubicar en ella un centro de interpretación de la ría de Arousa que tampoco despegó. Cuatro alcaldes más tarde, el actual regidor, Alberto Varela, también socialista, clausura la triste historia del acuario con inevitable estruendo.

«De cada trinta persoas que se dirixían ao punto de información turística que funcionaba aquí, só unha visitaba en realidade as instalacións», explicó el munícipe arousano el miércoles a mediodía, a pie de demolición, mientras el titánico depredador mecánico hundía sus fauces en la indefensa ballena de hormigón. Costas, que decretó la caducidad de la concesión que había otorgado tanto tiempo antes, se encarga también de sufragar los 80.000 euros que costará tirar todo esto abajo. El círculo se cierra.

«Creo sinceramente que é máis o que se gaña que o que se perde», repetía Varela, subrayando que la playa recuperará la continuidad visual que la edificación comprometió en su día. El piorno se cobró entonces su venganza póstuma, desprendiendo una enorme nube de polvo en su caída que ahuyentó a ciclistas, caminantes, mariscadores, políticos, reporteros, gente ociosa y curiosos en general. A todos ellos el acuario les llegó literalmente hasta las narices. Por última vez.