El «aldraxe» a Galicia de la política 3.0

Domingos Sampedro
Domingos Sampedro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

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El PP y el PSdeG se frotan las manos al ver que En Marea va a padecer del mismo sucursalismo que ellos

21 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

No fue Podemos quien patentó el ninguneo a Galicia con ese ejercicio de someter al escarnio a sus socios gallegos de En Marea, al ignorar todas sus demandas relativas al sector lácteo, la industria o la pesca en el documento difundido para formar gobierno con el PSOE. Otros ya lo hicieron antes. Así que habrá que darles la bienvenida a los de Pablo Iglesias Turrión. En los albores de la recuperación de la democracia -el régimen del 78- le tocó a diputados galaicos como Meilán Gil o Pío Cabanillas sufrir el bochorno de aquellas protestas del aldraxe cuando la formación política a la que pertenecían, la UCD, abrió la mano al autogobierno de Cataluña y el País Vasco y pretendía aplicar después su propia versión de la doma y castración del antiguo Reino de Galicia.

El ninguneo del aldraxe ya es sabido como acabó. Con cientos de miles de gallegos protestando en la calle, la hegemónica UCD barrida del mapa, y con AP y el PSOE pugnando por ocupar el hueco mientras facilitaban que se corrigiera el tiro con una nueva negociación del Estatuto de Autonomía.

Lo que está por ver es cómo enmiendan ahora en Podemos la «falta de fluidez» y los «desfases» que, según Xosé Manuel Beiras, mantiene el partido morado con sus socios de Galicia. Dicen en la coalición tripartita gallega que posiblemente se acabará incorporando al papel original de Pablo Iglesias un anexo. A eso aspira En Marea, a ser al menos un anexo.

Y mientras eso no ocurre, resulta llamativo de antemano que la eliminación de las referencias a Galicia en las bases de gobierno de Podemos provoquen comprensión y no un nuevo zapatazo de Beiras, habida cuenta de que el citado documento, que en su membrete lleva también la marca En Marea, reconoce en un apartado el «derecho a decidir» para Cataluña mientras que lo ignora para el resto.

Sin pintar nada

Curioso también es que el propio Xosé Manuel Beiras fuera esta vez rebasado en el tono empleado por la persona que lo reemplazó al frente del BNG, Anxo Quintana, al que siempre se le presuponía un verbo más contenido. En su reaparición de hace dos días en Santiago, el que fuera vicepresidente de la Xunta proclamó abiertamente que Galicia «non pinta nada nesa movida» de la negociación para formar Gobierno, pues ni dispone de un grupo parlamentario para actuar con la debida autonomía ni tampoco En Marea fue reconocido como interlocutor homologado, a diferencia de lo que ocurre con otras fuerzas catalanas, vascas o valencianas.

El traspié generado con el documento de Podemos, en el que Cataluña aparece citada trece veces y Galicia cero, es ya una nueva versión del aldraxe, aunque nada tiene que ver con aquel otro de 1979. Este es producto de la política 3.0 nacida del mestizaje entre nacionalistas, comunistas, altermundialistas y movimientos antisistema. El otro aldraxe, corregido después, lo cometió un partido instalado en el Gobierno. El nuevo procede de una formación que está llegando y que aspira a pisar moqueta muy pronto.

El PP y PSdeG se frotan las manos al comprobar que los de En Marea van a sufrir en Galicia el mismo mal del sucursalismo que los ata a ellos. Un anexo. Solo desde el BNG son capaces de revolverse contra el aldraxe 3.0 al ver a Galicia equiparada a Extremadura o Castilla-La Mancha, en las palabras de un senador podemita, pero carecen de la fuerza para poder contrarrestar.

Es tiempo de la nueva política, del mestizaje. O quizás son tiempos para recordar a Rodríguez Pardo, un dirigente de la Transición que saltó del lado de Beiras para ingresar en el PSdeG-PSOE Cuando se discutió el Estatuto del aldraxe en el Congreso, proclamó aquello de que los gallegos «estamos bajándonos los pantalones». De inmediato, el presidente de la comisión Constitucional, el centrista Emilio Attard, le pidió no «degradar» la sesión con sus palabras. Y Rodríguez Pardo replicó: «Perdón, señor presidente, me subo enseguida los pantalones».