La vida en una caja de arena

j. casanova REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

BENITO ORDOÑEZ

Profesionales gallegas se forman en nuevas técnicas de psicoterapia para las víctimas de violencia

30 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El trauma que supone estar sometido a la violencia sistemática no siempre es fácil de verbalizar. Lo saben bien las profesionales que atienden a las víctimas y que, en ocasiones, se encuentran sin herramientas para poder atender adecuadamente estas situaciones. Desde finales de año, cuarenta mujeres han sido formadas en Galicia en una técnica conocida como la caja de arena con la que pretenden abrir una vía de comunicación en los casos más difíciles.

La psicóloga que ha impartido el curso, Claudia López, explica las líneas maestras de la técnica: «Lo primero es escuchar a la persona. Pero si se ha quedado en una situación de trauma y no puede hablar de ella, la caja es una buena alternativa. Es una bandeja con unas medidas determinadas que se convierte en un escenario. La persona tiene acceso a unas miniaturas que escoge y monta una escena en 3D».

La psicóloga explica que no se trata de una técnica automática. A veces hacen falta varias sesiones hasta que la caja, su contenido, genera un canal a través del cual la víctima es capaz de hablar del trauma que ha sufrido: «Y hablamos sobre lo que han construido. Normalmente se sacan fotos de la escena y se le pone un título. Las personas suelen guardar en su mente esa imagen que han construido».

La técnica es especialmente efectiva frente a niños que han asistido a episodios de violencia o han sido objeto de ella: «El niño muchas veces no quiere hablar porque puede tener sentimientos de culpabilidad o la idea de que está traicionando a uno de sus padres». Claudia López subraya sin embargo que la técnica también está indicada en adultos: «Sirve para reflexionar por ejemplo sobre por qué esa persona ha sido víctima. A veces las víctimas provienen de relaciones perversas. Aquí se puede ver cómo fueron las relaciones con los padres, por qué eligió a esa pareja, por qué la mantuvo». Con todo, la mayor preocupación de las profesionales formadas en este curso, auspiciado por los servicios de Igualdad de la Xunta, era contar con herramientas para poder trabajar con los niños.

Miniaturas

Las miniaturas que se ponen a disposición de los pacientes son representaciones de seres animados y de muebles. Entre los primeros hay personas, animales y seres mitológicos: «En los casos de violencia de género son muy importantes los rescatadores, figuras de bomberos, médicos, policías... Y los animales deben ser salvajes y domésticos. A veces es más fácil comunicar un sentimiento de agresividad a través de un animal de la selva que de una figura humana», explica Claudia López. La presencia de la arena tiene que ver con la emotividad: «La arena conecta con la emoción. El paciente está un rato tocándola, se le pide que entierre sus manos; es un ejercicio relajante».

Durante estos días, muchos centros de información a la mujer están incorporando estas cajas de arena para poder atender a las víctimas de un mal endémico para el que aún no se avista solución. Muñecos de todo tipo representarán el terror que supone vivir sometido a la violencia cotidiana. Las cajas no podrán solucionar el problema, pero contribuirán a que mujeres y niños sean capaces al menos de afrontar esa desgracia, poder verbalizarla y, tal vez, dotarse de las herramientas necesarias para poder expulsarla de su vida para siempre.

El control excesivo se dispara entre los más jóvenes

Los expertos en violencia machista insisten en que no existe un escenario social o económico concreto en el que se encuadren este tipo de ataques y señalan que no se puede establecer bajo estos parámetros un perfil de maltratador o de mujer que sufre ataques físicos o psicológicos.

La Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2015 refleja que «un 10,4% de las mujeres residentes en España de 16 y más años ha sufrido violencia física por parte de alguna pareja o expareja».

Este mismo documento analiza lo que denomina «violencia psicológica de control», el intento de monitorizar la vida de la pareja o expareja marcando pautas en el ocio, en las relaciones familiares y en el comportamiento dentro de grupos de amigos. Los índices más altos de esta práctica se registran entre mujeres de entre 16 y 25 años. Un 19,4% de españolas situadas en este tramo de edad asegura haber sufrido este problema mientras mantenía una relación sentimental y un 41,9% dice que le ha pasado con una expareja.

Dónde está en cada momento

La macroencuesta recoge que un 16,9% de las mujeres que alguna vez han tenido pareja reconocen haber sufrido que esta insistiera en saber «el lugar en el que se encontraban en cada momento».

Los datos generales indican también otros datos no menos sorprendentes como que hasta un 10,4 % han tenido una relación en la que su pareja esperaba que se le pidiera permiso antes de ir a determinados sitios, «como, por ejemplo, ir al hospital, a un centro de salud, o un centro cultural o deportivo». También llama poderosamente la atención el hecho de que un 8,3% de las parejas de las encuestadas «trataba de evitar que se relacionase con su familia directa o parientes», según recoge la encuesta sobre la violencia contra la mujer.