El juez cimenta la coautoría del crimen de Asunta en las sedaciones previas

x. melchor / j. capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Los hechos probados
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La sentencia ve probado que Porto y Basterra idearon y ejecutaron un plan conjunto para asesinar a su hija y que antes la drogaron para que no pudiera defenderse

13 nov 2015 . Actualizado a las 18:16 h.

Rosario Porto y Alfonso Basterra drogaron a su hija con lorazepam al menos tres meses antes de su asesinato. Ese es el primero de los hechos que considera probados la sentencia por la que los padres de Asunta han sido condenados a 18 años de prisión. Y es también el pilar sobre el que el magistrado que presidió el tribunal, Jorge Cid Carballo, cimenta el hecho por el que ambos acusados han sido hallados culpables: que idearon y ejecutaron un plan conjunto para acabar con la vida de la pequeña.

Aquellas sedaciones previas, demostradas por el análisis del cabello de Asunta y que relataron profusamente en el juicio las profesoras de música de la niña, eran conocidas por el padre y la madre y ninguno de los dos hizo nada para poner solución a algo que, explica el juez, debería haberles alarmado. Al contrario, justificaron que su hija acudiese a las clases sedada, que fuese incapaz de tocar los instrumentos y casi de hablar, alegando que tenía alergia y que estaba tomando antihistamínicos. Pero estos medicamentos no aparecieron en el pelo y tanto la madrina como la chica que cuidaba a Asunta dijeron que jamás tuvo alergia, algo que refrendó también su pediatra. «Fueron los acusados quienes, de común acuerdo, suministraron a su hija el lorazepam y ambos eran conscientes de los efectos que el mismo producía en la menor», señala la sentencia.

El segundo hecho probado gira también en torno al medicamento con lorazepam con el que drogaron a Asunta, el Orfidal. La sentencia considera probado que el 21 de septiembre del 2013 los padres de la niña, nuevamente de común acuerdo para acabar con la vida de su hija, «comieron con ella en el domicilio de Alfonso [...] y le suministraron una cantidad de medicamento, necesariamente tóxica, para posteriormente, cuando hiciera efecto, asfixiarla».

La comida

Aquella última comida de Asunta, relata el magistrado, tuvo necesariamente que celebrarse entre las 15 y las 17 horas, porque Rosario Porto llegó a las 14.45 -la niña lo hizo antes sola a las 14- y fue ella la que llevó los huevos con los que Alfonso Basterra preparó el revuelto de champiñones que comieron. Fue entonces cuando, explica el magistrado, se drogó a Asunta con al menos 27 comprimidos de Orfidal. Una aseveración que se fundamenta en pruebas científicas como la autopsia o los informes periciales que ponen de manifiesto «que la ingesta de la comida y la del medicamento se produjeron simultáneamente o, al menos, en un intervalo de tiempo muy cercano» y que la pequeña murió tres o cuatro horas después, «lo cual coincide con las conclusiones del informe de autopsia que sitúa la hora de la muerte en un intervalo de tiempo anterior a las 20 horas», añade la sentencia.

Son estas pruebas científicas, difícilmente refutables, las que en opinión del juez «desmienten la versión de las defensas, según la cual los acusados no administraron el lorazepam a su hija». Y es que si Asunta, como sostienen Porto y Basterra, fue drogada por un tercero después de que la madre la dejase en Santiago tras volver del chalé de Teo, «la hora de la muerte habría que situarla a partir de las 22.15 horas y a esa hora el estómago tenía que estar completamente vacío». Sin embargo, los forenses hallaron la comida casi entera.

Pero más allá de la ciencia, otro dato que para el magistrado respalda que fueron los padres los que drogaron con Orfidal a la niña el día del asesinato «es el hecho de que ambos acusados lo estuvieron haciendo durante los meses anteriores». Fue en aquellos días en los que se inició el plan para matar a Asunta.

El chalé de Teo

El macabro guion continua con los siguientes hechos que ve probados la sentencia, que asegura que pasadas las 18.15 horas Asunta fue trasladada al chalé familiar de Montouto (Teo) en el coche que conducía su madre. La niña iba sentada en el asiento del acompañante, como quedó probado por las imágenes de las cámaras de seguridad.

Como recuerda la sentencia, Porto inicialmente dio otra versión y dijo que había dejado a su hija estudiando en casa. Solo admitió que la llevó a Teo al conocer la existencia de las grabaciones de las cámaras de seguridad, por lo que el juez considera que la versión de la madre «no resulta creíble por contradictoria», algo que califica de «difícilmente explicable en quien está tratando de esclarecer la desaparición de su hija».

En la escena del crimen se sitúa tanto a Rosario Porto como a Alfonso Basterra, porque el padre dijo que se quedó en casa, pero su coartada quedó rota por el testimonio de una joven que fue compañera de Asunta en la Alianza Francesa y que vio a la niña junto a su padre en la calle, subiendo hacia el mismo punto en el que la recogió su madre con el coche.

Al chalé llegaron a las 18.33 horas y fue allí donde ambos mataron a su hija. La sentencia da por probados ambos hechos y asegura que entre la hora de llegada y las 20 horas «asfixiaron a su hija Asunta por medio de la compresión que le aplicaron sobre la boca y la nariz y [...] ataron a su hija por los brazos y los tobillos por medio de unas cuerdas plásticas de color naranja». Las mismas que aparecieron en la pista donde se halló el cadáver y que había dentro de una papelera que la madre trató de ocultar cuando la Guardia Civil inspeccionó por primera vez la casa. Hechos que también son para el magistrado indicios serios de culpabilidad.

El último hecho probado es que Asunta no pudo defenderse por estar drogada. Es esta alevosía la que hace que el delito sea calificado como asesinato y es también la imagen que más claramente habla sobre la extrema crueldad de un crimen que resulta inconcebible por ser ambos padres los que idean y ejecutan el plan para matar a su hija.