El juicio del caso Asunta, un proceso con el «mal de Tutankamon»

J. C. SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

SANDRA ALONSO

El letrado Gutiérrez Aranguren lamenta el rechazo del entorno de Rosario Porto a colaborar con la defensa y critica la falta de «rigor» de algunos testigos

08 oct 2015 . Actualizado a las 18:09 h.

Según sea el perfil de la lista de citados en las pruebas testificales, las partes de un juicio pueden sospechar si van a tener un buen día o no. El fiscal, los dos abogados de la acusación popular y los dos letrados de Basterra y Porto están lidiando a diario con más de una docena de testimonios más o menos previsibles. «Esto es nuevo» o «esto es una contradicción», proclaman desde sus asientos cuando alguna declaración o prueba no va por el carril marcado por el auto de instrucción.

Sin embargo, a José Luis Gutiérrez Aranguren, el letrado de Basterra, no le está gustando la «categorización» de algunos testimonios, «que denotan falta de rigor». De hecho, ayer, a punto de atravesar el ecuador de la vista oral, aseguró que testigos que «supuestamente podrían ser afines» a su patrocinada, están muy preocupados por el hecho de que nadie los vea con el entorno de Porto, como se le conoce, «y me estoy refiriendo a mí» también, especificó.

En declaraciones recogidas por Efe, Aranguren comparó el proceso con el «mal de Tutankamon», y explicó que ha tratado de contactar con alguno de esos testimonios para conocer detalles de interés para aportar al juicio, pero «todos se han excusado con una afectación muy seria y muy grave que no les permite hablar conmigo».

El letrado realizó estas afirmaciones tras las intervenciones de dos de las personas más cercanas a Asunta afectivamente hablando, su madrina (el martes) y Carmen, su cuidadora, ayer. La segunda, que trabajó en la casa de los Basterra Porto desde que la pequeña tenía veinte meses, era «algo más» que una empleada del hogar, como reconoció Alfonso en su interrogatorio. La admiración era mutua, porque para Carmen eran una «familia idílica», aunque según Aranguren es de las que no han querido colaborar con él.

Al igual que la madrina el día anterior, habló de una niña «perfecta, inteligente y obediente», y además «sanísima». Fue algo más allá en su testimonio, pues en su larga relación familiar -y en las temporadas que pasaba con ella en su casa de Val do Dubra- nunca se habló de medicamentos o pastillas. Ni siquiera de alergias en épocas propicias: «En Semana Santa era primavera, estuvo conmigo y no tuvo nada».

En julio o septiembre «nunca» la vio mareada, y es que el día 18, tres jornadas antes de morir, ni siquiera estuvo con ella. Asunta no fue al instituto por estar enferma con fiebre -Porto escribió al tutor una carta en la que exageraba los síntomas de la niña- pero la aplicada estudiante no se quedó en Doutor Teixeiro, como afirmaron los padres. «Está con Alfonso», le dijo Rosario a Carmen. Al día siguiente, jueves, sí que la vio. «Asuntiña, ¿estás bien?», le preguntó. «Estoy bien, solo tengo mal sabor de boca», afirma la mujer que le contestó.

El ataque a Asunta, a escena

El episodio del hombre que supuestamente atacó a Asunta en la madrugada del 4 al 5 de julio está casi tan presente en el juicio como el Orfidal o los contenidos de la papelera del chalé de Teo. Podrá tener un valor jurídico secundario, pero marca un cambio en los últimos meses de la víctima. Ese relato -la niña se deja las llaves en la puerta de casa y un hombre con guantes de látex intenta asfixiarla sin conseguirlo, y huye por sus gritos y la reacción de la madre, que se le echa encima- resulta poco «verosímil» para una vecina de Doutor Teixeiro, que está segura de que sus perros hubiesen ladrado.

Esa misma historia la contó Asunta en un coche de camino a Sanxenxo en el que iba con la familia de una de sus amigas de ballet, para pasar el fin de semana. «Si no me crees, llama a mi madre», retó con una alteración poco habitual. Y así hizo María Isabel Álvarez, que desde el manos libres de su automóvil familiar mantuvo una conversación con Rosario Porto que escucharon todos los ocupantes, incluida Asunta. La madre, en tono comprensivo, reprendió a su hija por dejarse las llaves en la puerta, pero al mismo tiempo deslizó, sabedora de que la estaban oyendo, un «Asunta, fuiste muy fuerte», animándola. «Me chocó muchísimo», dijo en su declaración María Isabel, que no entendió que Rosario, siendo abogada, no hubiese acudido a la policía o al hospital.

Un wasap que no encaja

«Hoy me han intentado matar». Asunta Basterra contó así a una amiga en un mensaje este incidente, que según la primera versión de la madre ocurrió en torno a las dos de la mañana. En el interrogatorio de la pasada semana habló, sin embargo, de las «tres y media o cuatro» de la madrugada. Ayer quedó probado, con un testigo de la asociación Clara Campoamor, que la madre, aprovechando su «insomnio», mandó un mensaje de wasap intrascendente para la causa a otra persona: eran las dos menos cuarto.