Asunta, a sus profesoras: «No tengo alergia, no sé lo que me dan, pero nadie me dice la verdad»

Juan María Capeáns Garrido
Juan Capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Una de las profesoras de la academia de música
Una de las profesoras de la academia de música Sandra Alonso

Estremecedor relato de una profesora de Asunta sobre el estado físico de la niña el mismo día que contó que «mamá» le estaba dando «polvos blancos»

08 oct 2015 . Actualizado a las 09:17 h.

«Fallaba en notas y se le iba el arco». Fueron los primeros síntomas de que algo no iba bien con la brillante Asunta aquel 22 de julio. Se dio cuenta su profesora de violín, María José, que decidió avisar a Isabel, la directora de la academia Play. Entre ambas narraron el espanto vivido por su aventajada alumna ese día, casi noqueada en lo que la investigación considera como uno de sus varios episodios de intoxicación. Tanto les impresionó que se sintieron en la obligación de comunicárselo de inmediato a la Guardia Civil, con el impacto todavía en el cuerpo tras enterarse de que la niña aparecida en Teo el domingo 21 de septiembre era su Asunta y que el martes la iban a incinerar.

María José no tenía tanta confianza con Asunta como Isabel. Con la directora, a la que conocía desde hacía tiempo era «más mimosa», de ahí que la docente optara por avisar a su superiora, quien le señaló que su padre le había advertido de que la niña había tomado un medicamento antihistamínico para la alergia. La niña se tambaleaba e incluso alertó: «Como alguien no me coja, me voy a caer». La directora entró en el aula, creyendo que la cosa no era para tanto, y le hizo una broma («a ver, ¿cuántos dedos ves aquí?») y Asunta no se la siguió. Extraño, porque la conocía muy bien, desde pequeñita. La profesora María José la puso en antecedentes: «Dice que lleva dos días durmiendo». Mientras esperaba a la directora, observó la extraña postura de descanso que adopta la alumna, impropia en alguien con modales.

Las dos docentes, que declaran casi dos años y medio después de aquellos hechos en la sala de los juzgados de Santiago, se emocionaron antes de interpretar una conversación (preguntan ellas, y responden con las palabras de la alumna) que por momentos se vuelve más chocante:

-Asunta, cuéntame ¿qué desayunaste?

-No me acuerdo. Y eso a mí no me pasa, yo tengo memoria inmediata, no sé qué me está pasando.

-¿Tienes alergia?

-No lo sé. No, no, yo no tengo alergia (el tono es poco habitual en la niña). No sé lo que me dan, pero nadie me dice la verdad.

-¿Pero te dieron algo?

-Unos polvos blancos, que saben fatal.

-¿Pero quién? ¿Dónde?

-Mamá. Se los dio la amiga de mamá fulanita (María José reproduce la respuesta pero no se acuerda del nombre) en el portal de casa.

«Aquello no me gustó nada», confiesa la directora, quien admite que desde el mes de abril era muy difícil contactar con la madre, antes siempre solícita. A María José tampoco le pareció normal lo que ocurrió cuando Basterra fue a por la niña aquel día: «Esperaba alguna respuesta coherente del padre, pero mientras Asunta recogía sus cosas vi que no me decía nada, así que forcé el saludo y le dije que Asunta no había estado bien. Me contó (Basterra) que era por la alergia, y que a la niña solo le daban un flis flis para la nariz. Pero ella ese día no andaba bien, iba apoyándose por las paredes. Me sorprendió que ni le preguntó cómo estaba».

Directora y profesora de violín quedaron pendientes de la evolución de la alumna, que regresó a los dos días «con buena cara». María José intentó hablar de nuevo con ella, pero Asunta -todos los lo dicen en el juicio- era tan inteligente como reservada.

La sala de vistas fue ayer un mar de lágrimas y sollozos. De los acusados, como otros días, y por primera vez de los testigos, que se mostraron conmocionados. Lo intuía ya la abogada de la asociación Clara Campoamor, Rocío Beceiro, que comprendió que los profesores no podían saber que estaban ante una presunta ingesta anormal de fármacos.

La pediatra solo les recomendó darle un corticoide nasal suave, nunca pastillas de Orfidal

¿Quién era esa «amiga de mamá» a la que hizo mención Asunta ante sus profesoras de música que le suministraba los polvos blancos? A tenor de su declaración, no se refería a María Isabel Martínez. Era la pediatra de la víctima, a la que conocía desde muy pequeña, pues vivía en el mismo portal que los padres de Rosario Porto, en Xeneral Pardiñas. Trabaja en el hospital y siguió de cerca la salud de Asunta, «que era una niña básicamente sana, no tenía ningún problema». La atendió en varias ocasiones en el 2013, siempre para ponerle las distintas dosis de una vacuna que le tocaba por su edad.

La confianza familiar hacía que cualquier visita a la médico se aprovechase para otras consultas. «Comentamos que estornudaba, y no sé si hablamos de darle un inhalador nasal». Pero nada quedó por escrito, todo verbal. Martínez, a preguntas del fiscal, recordó haberle recomendado «un corticoide nasal suave». Nada de polvos, nada de pastillas. Fernández de Aránguiz insistió:

-¿Qué es el Orfidal?

-Un tranquilizante.

-¿Lo recomendó?

-No.

La pediatra, como todos los interrogados que conocían a la familia que han participado en el juicio, remató su testimonio asegurando que la relación entre los acusados y la niña era «excelente».

Orfidal para Alfonso

El Orfidal estuvo presente también en la declaración de la médico de cabecera de la familia, María Concepción Pazos. Pero en este caso sí hubo prescripción. En julio del 2013 aparece registrada una receta para Alfonso Basterra, que también estaba a tratamiento con Prozac. ¿Por qué el Orfidal? «No lo sé, no fui yo». Al parecer, fue un colega de la doctora la que se lo prescribió durante su período vacacional. La historia clínica de Basterra solo habla, al parecer, de una rinitis alérgica diagnosticada.

La compra del medicamento en dos ocasiones la confirmaron sin demasiada precisión de fechas dos empleadas de una farmacia compostelana, en la calle del Hórreo. Fue a mediados de julio y a principios de septiembre, dos cajas con 50 y 25 comprimidos respectivamente. En la segunda ocasión, Basterra no llevó receta, y aseguró en la oficina que había perdido el Orfidal en un hotel. «Me pareció razonable» la disculpa, se justificó la farmacéutica, que le adelantó la receta.

Alfonso la llevó a clase «drogada»

El episodio de la academia Play (22 de julio) fue el más grave, pero no el único. En un curso musical de verano, el 9 de julio, Asunta llegó «drogada». La palabra la utilizó el propio Alfonso Basterra «de manera coloquial» para explicar a las profesoras que le había dado un fuerte antihistamínico. Pero aquella reacción les pareció excesiva a las docentes: «Sonámbula», «apática» o «descoordinada» fueron algunos términos utilizados para describir su estado, del que dieron cuenta a Rosario Porto: «No, no es normal, voy a llevar a la niña al hospital», dijo ella. No consta esa visita.