Basterra se desdice y niega haberle dado jamás «polvos blancos» a su hija Asunta

j. capeáns, A. mahía SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

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El acusado, irónico y altivo, afirma que no salió de casa la tarde del crimen, se irrita por la inclusión de fotos de la niña en la causa e idealiza a Rosario Porto como madre

03 oct 2015 . Actualizado a las 11:51 h.

Si quedaba alguna duda sobre la marcha paralela de las defensas de Rosario Porto y Alfonso Basterra, el segundo terminó de despejar las incógnitas en su interrogatorio: «Rosario fue la mejor madre que toda niña hubiese deseado tener». El periodista consiguió su titular emocional, pero dejó varios interrogantes abiertos en torno al medicamento Orfidal, que admitió comprar hasta en tres ocasiones en las semanas previas a la muerte de Asunta (hasta 125 comprimidos). El fiscal, que en su interrogatorio a Porto usó muchas de sus preguntas para contextualizar (hay un jurado al que poner en situación) no se anduvo ayer con rodeos y empezó así: «¿Le dio Orfidal a la niña?, ¿sabe quién se lo pudo dar? Dos preguntas, dos negativas, con una respuesta inspirada en las palabras del abogado de su exmujer el día anterior: el responsable de la muerte sigue en la calle. Después, la primera contradicción:

- ¿Le dio polvos blancos a la niña?

-No, por supuesto que no. El 27 de septiembre llevaba seis días llorando. Me pasé seis noches llorando en lugares donde no dormirían ni las ratas. Por tanto, el día de mi declaración judicial no estaba bien. Si me preguntan si soy el hijo del papa Francisco diría que sí.

Más adelante, a preguntas de la acusación popular, el acusado sostuvo que se enteró ya en prisión, días más tarde, de la presencia del medicamento en el cuerpo de Asunta. «No salgo de mi asombro», acertó a decir.

Basterra apeló en varias ocasiones a «un mínimo de empatía» para comprender que sus declaraciones unos días después del fallecimiento de su hija se suceden bajo unas circunstancias «desgarradoras». Su abogada, Belén Hospido, ya le había allanado el terreno en la primera jornada del juicio al detectar un problema en su defensa: las lagunas de memoria de su patrocinado entre la noche del 21 de septiembre y su ingreso en prisión. «Si está escrito, así será», contestó a múltiples cuestiones a las que ya se enfrentó en sede judicial durante la instrucción.

El padre de Asunta llegó a su interrogatorio con mucha más entereza que su mujer y con ganas de cobrarse unas cuantas causas pendientes, mayormente con el juez instructor, con el fiscal y con los medios de comunicación, de los que no paró de hacer comentarios irónicos y hasta despectivos de irrelevante contenido jurídico. También criticó los derroteros de la instrucción y de la vista oral, «sorprendido por el bombo» mediático y judicial de algunas fotografías encontradas en los móviles e incluidas como pruebas. Su «orgullo», dijo, le impidió tras el divorcio reclamar ningún tipo de sustento económico a su exmujer, mejor posicionada al menos patrimonialmente, y se mostró muy satisfecho de una de las mejores decisiones de su vida, «acudir a un psicólogo» para superar el trauma de la separación.

Las clases y la casa

A Basterra le preguntaron todas las partes por su papel en la vida de la niña, y reivindicó con vehemencia su responsabilidad como padre en «episodios» como el de los mareos de Asunta en las clases de música: «Fui yo el que los avisé de que no estaba bien», proclamó. Las clases en las diferentes escuelas a las que asistía la niña y la vivienda alquilada de República Arxentina fueron las escenas en las que se movió su declaración. De hecho, no tardó en asegurar que el 21 de septiembre estuvo «en casa toda la tarde», cuestión que volverá a salir a colación el lunes, cuando se retome la vista con las declaraciones de testigos que tuvieron alguna intervención en las horas previas o posteriores a la aparición del cadáver.

Vidas paralelas sin cruzarse

El juez Jorge Cid, que ayer mismo admitía que está tratando de ser flexible con todas las partes, permitió a Basterra hacer reflexiones al valorar su relación con Porto tras el divorcio: «Teníamos vidas paralelas pero no se entrecruzaban. Puede resultar chocante, pero un amigo me dijo que éramos un ejemplo de convivencia». En esa misma línea, buscando un discurso vital consistente, apeló a su madurez para descartar cualquier arranque de celos el viernes 20 de septiembre, jornada en la que se tiene que hacer cargo de la niña al estar ausente su exmujer, que pasó el día con su amante.

Todo apunta a que en las próximas sesiones de pruebas testificales el calendario de actividades de Basterra y su minutado de idas y venidas en las horas centrales del crimen serán determinantes. Por ahí fueron muchas de las preguntas hde las partes, que no siempre encontraron respuestas concretas. También tuvo alguna debilidad, como el día anterior, con la muestra de imágenes de la niña, que le llenaron los ojos de lágrimas. La última pregunta fue de su abogada:

-¿Mató a su hija?

-Por supuesto que no.

Un ordenador invisible, un teléfono «carraca» y un diario

La defensa de Basterra parece tener una pequeña victoria jurídica con todo lo que tiene que ver con la supuesta desaparición del ordenador y su posterior análisis de contenidos y de huellas. El acusado describió la entrada de la Guardia Civil en su casa durante un registro e, imitando con palmas al responsable de la investigación, indicó que entraron en su vivienda con ganas de «terminar esto ya», como parafraseó. Sostiene que allí estuvo siempre su portátil, al igual que su antiguo móvil, «una carraca» con el que no hacía fotografías. De ahí que se desmarcara de cualquier imagen que estuviera en los iPhone 4 y 5 de Asunta y de Rosario. «No sé utilizarlos», sostuvo. Del material de su casa, la letrada Belén Hospido incorporó a la causa un diario que escribió Basterra al regresar a Santiago, ya con la sentencia de divorcio. En él escribe un 31 de enero que «Asunta es lo más importante».

Acusaciones de pederastia y risas por sus fallidas albóndigas

Basterra fue pródigo en calificativos para los diferentes aspectos que se le fueron planteando. Así, durante la exposición de imágenes de la niña hizo un inciso, que el juez le permitió, para decir que en un programa de televisión, «esos estercoleros informativos», le habían acusado de actuar ante las cámaras de seguridad cuando buscaba a la niña el sábado por la noche. Y también de pederastia: «A mí, no saben lo que es eso en la cárcel, se me pusieron aquí», dijo mientras se llevaba las manos al cuello.

Las habilidades culinarias del acusado salieron a relucir en varias ocasiones durante su interrogatorio. Incluso antes de que fallecieran sus suegros, Basterra se encargaba de los fogones familiares, y ayer tuvo que relatar en distintas ocasiones los platos que preparó en torno al 21 de septiembre. Admitió que aquel día hizo albóndigas por primera vez en su vida y que no le salieron bien: «Para todo hay una primera ocasión, reconozco que me faltó algo más de pan. ¿Se lo explico?». Provocó risas en la sala.

Insulta al fiscal y le reprocha que hable del cadáver de la pequeña

Por tercera vez desde que comenzó el caso Asunta, el fiscal Jorge Fernández de Aránguiz ha tenido que soportar los ataques de Basterra. En un registro del 18 de octubre del 2013 se le acercó para llamarle «necio», como pudieron escuchar los guardias civiles. El 28 de noviembre le dijo «eres tú» el que debería estar en la cárcel. Y ayer le espetó un «hipócrita de los cojones, ahora nos preocupamos de la imagen de la niña», frase por la que pidió inmediatamente «perdón». Precisamente el representante del ministerio público acababa de advertir al presidente del tribunal que si la defensa iba a utilizar imágenes se debía cortar la señal que llega a la sala de prensa, como se acordó en las cuestiones preliminares.

También le hizo otra alusión personal idéntica a la que formuló Rosario Porto el día anterior al comentar «yo no sé si usted tiene hijos» para describir lo «desgarrador» que resulta perder a uno. También le afeó que hablase del «cadáver de Asunta. ¡Asunta!, dejémoslo ahí», reclamó.