El lujo del bosque atlántico en las Fragas do Eume

GALICIA

GUSTAVO RIVAS

Este parque natural guarda la imagen de cómo era el manto vegetal de Galicia hace miles de años. Una joya para los botánicos y para los sentidos de los gallegos

31 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Galicia y sus habitantes tienen mucho de lo que presumir. Y una de las razones son sus paisajes, algo ajados por la mano humana en ocasiones, pero que todavía muestran un gran atractivo. Si las rías y las montañas tienen su duende, los bosques, con esa brétema casi perpetua que esconde la esencia de una tierra, son la guinda del pastel. Y entre los bosques de castaños, robles, tejos o abedules, destaca uno por ser especial: las Fragas do Eume. Un parque natural que guarda la imagen de cómo era el manto vegetal de Galicia hace miles de años. Una joya para los botánicos y también para los sentidos de los gallegos, con sus rutas de senderismo, el río Eume y sus cientos de regatos y afluentes que se precipitan desde tierras lucenses y pontesas hacia el océano para engatusar las riberas de Cabanas y Pontedeume en su estuario, para renacer en sal marina transformada ya en ría con nombre de guerrero, la de Ares.

Pero las Fragas do Eume son más que flora y fauna únicas. Los monasterios de Caaveiro -una sorpresa en mitad de la selva galaica, con sus piedra al aire en contraste con el verde, sudando humedad constante- y Monfero, más apartado pero igualmente misterioso, encienden el imaginario del visitante y lo envuelven en ese halo de leyenda que tanto gusta a los gallegos. Un lujo al que cualquiera puede acceder en bicicleta, caminando o en autobús. Este espacio protegido merece siempre una visita. Helechos gigantes, salamandras exclusivas de la zona, lobos, búhos y el discurrir constante de un curso fluvial de tonos azulados y verdes, como el Atlántico al que va a morir.