Para Iglesias, Galicia no es «different»

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

GALICIA

Podemos no ve necesario converger con la marea porque, al contrario que en Cataluña, cree posible fagocitar sus votos sin ceder en nada y sin integrar a Beiras, al que trata de desactivar

20 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Estamos de acuerdo en que es vital concurrir juntos a las elecciones, pero solo lo haremos si nuestro nombre figura por delante en la papeleta. Ese es el resumen de la ceremonia de cortejo mutuo a la que asistimos entre Podemos y los representantes de las fuerzas que aspiran a construir una marea gallega para las generales. Pablo Iglesias está haciendo verdaderas filigranas políticas para rebañar el mayor número de votos en cada autonomía cediendo solo en donde se siente vulnerable. Y ya ha dejado claro que para Podemos, «Catalunya is different», también para las generales. Pero Galicia, por lo que se ve, no es diferente a cualquier otra comunidad, al menos en lo que afecta a la estrategia de Iglesias para llegar a la Moncloa. Y por eso aquí no piensa ceder en nada.

Ya en las europeas se comprobó que al bipartidismo al que Iglesias venía a disputarle el voto en Galicia no es al del PP y el PSOE, sino al bipartidismo nacionalista de Beiras y el BNG. En aquellas elecciones, Podemos demostró que el discurso antisistema no tiene por qué ser siempre en Galicia el combustible del nacionalismo. Y en rematar esa faena anda metido ahora. La marea le parece prescindible. Pero lo que le resultará difícil será fagocitar a Anova manteniendo la cordialidad con un Beiras al que en realidad pretende desactivar.

La figura de Beiras, que en Galicia está absolutamente mitificada no solo por sus partidarios y por la prensa, sino incluso por sus propios adversarios políticos, no genera esa fascinación fuera, en donde sus disquisiciones teóricas y sus discursos apocalípticos dejan mas bien frío al personal, que lo ve como una exótica reminiscencia del pasado frente a los mensajes directos y pegados a la calle de Iglesias y de Ada Colau. Acaba de comprobarse en su gira por Madrid y Barcelona. Y Podemos trata sutilmente de trasladar a Galicia esa visión del «viejo profesor», hablando de él como «un referente», más que como un aliado. Iglesias ha permitido que se alimente el mito de que Podemos nació en Galicia tras su experiencia como asesor de Anova en las elecciones gallegas. Pero no quiere a Beiras protagonizando aquí su proyecto. Cree que, aunque pudiera sumar en Galicia, restaría en España. ¿Y por qué teme a Beiras? Porque su concepto de partido se basa en la absoluta disciplina de cuadros y bases, en la obediencia a sus directrices y en no provocar a sectores de la sociedad que ve imprescindibles para el cambio político. Y no puede haber nadie más ajeno a ese concepto que Beiras, en conflicto permanente con todo y especialista en practicar la indisciplina y en generar la de los demás hacia él, como se ha visto en Anova.

Presentándose como algo totalmente nuevo, y en pleno proceso de borrado de su pasado más radical para atraerse un voto socialmente transversal, a Iglesias no le iba a servir de mucho que se le identifique con un Beiras que remite al pasado -fue candidato al Congreso en 1977, un año antes de que Iglesias naciera-, ni aparecer como aliado de alguien que todavía hoy dice cosas como que el terrorismo de Resistencia Galega es una «invención del poder». De ahí que, más allá de las bellas palabras, el esfuerzo de Podemos por diluirse en la marea sea en realidad nulo.

La táctica con Ciudadanos trae de cabeza a Génova

Las encuestas sobre las elecciones generales son un verdadero quebradero de cabeza para el PP, porque cambian tan rápido que es difícil interpretarlas y sacar conclusiones. En poco tiempo, los populares pasaron de apuntar solo contra Podemos y dar por amortizado al PSOE a hacer lo contrario y poner en la diana a los socialistas. Pero el problema estratégico es qué hacer con Ciudadanos. Si no se les ataca, se fomenta su crecimiento. Si se ponen todos los esfuerzos en debilitarlos, se perjudica al único posible aliado tras las elecciones generales. Y a ello se suma que en determinados territorios, como Galicia, se cree que el voto a Ciudadanos no sumará diputados, pero servirá para quitárselos al PP.

El PP teme que el Senado sea altavoz de voces incómodas

Aunque oficialmente los portavoces parlamentarios del PP defienden en público, al igual que los del PSOE, la llegada de expresidentes autonómicos al Senado cuando pierden las elecciones y el sillón presidencial en sus respectivos territorios, lo cierto es que los populares están bastante preocupados con el desembarco en la Cámara Alta de algunos de sus barones caídos. En el PP no ocultan las dificultades de gestionar en el Senado la presencia de figuras acostumbradas a tener mucho protagonismo sin que se produzcan roces con otros senadores. Pero preocupa también el hecho de que algunos de ellos puedan convertirse en voces incómodas para Rajoy. Se cita, por ejemplo, a Bauzá y a Rudi.

La hipótesis política de la gran coalición se abre paso

El Gobierno y el PP solo contemplan dos escenarios para después de las elecciones generales. Y ambos pasan por Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. El primero y el preferido por los populares, es naturalmente que la suma de los diputados del PP y Ciudadanos se acerque mucho a la mayoría absoluta, de manera que solo sea necesario sumar el apoyo o la abstención de algún partido pequeño. Pero la otra hipótesis, que se ve como más probable, es que esa suma quedará lejos de la mayoría absoluta, pero el PSOE no dará el paso de intentar gobernar sumando a todos los demás, incluidos los independentistas catalanes y Amaiur. Y ahí, se da por inevitable la gran coalición PP-PSOE.