Tortura después del duelo

Toni Silva A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

Elva intentó contactar con su marido por Facebook y se encontró su imagen en una caja.
Elva intentó contactar con su marido por Facebook y se encontró su imagen en una caja. César Delgado

Una vecina de Betanzos recibe llamadas en que le exigen un rescate por su marido, muerto en Venezuela en el 2014 y cuyos restos espera repatriar

27 jun 2015 . Actualizado a las 12:52 h.

Elva tiene 31 años, nació en Paraguay y vive en Betanzos. Desde marzo del 2014 es una joven viuda. Pero no tiene ni un documento que le facilite una pensión ni una tumba donde rezar a su esposo, muerto en un accidente de tráfico en Venezuela. Y alguien está jugando con su dolor desde aquel fatídico día. Alguien intenta lucrarse de su desesperación exigiendo grandes cantidades de dinero a cambio de hacerle llegar cualquier objeto de Javier Sal Suárez, su marido, un asturiano con el que vivía en Vigo cuando la crisis le empujó a emigrar a Venezuela con la esperanza de ganar un generoso sueldo en una petrolífera.

Pero una vez allí su único medio de supervivencia fue un taxi, con el que acabaría sufriendo un accidente mortal en la avenida Orinoco de la ciudad de Tucupita. Era el 16 de marzo del 2014. Tenía programado regresar a España junto a su mujer el 20, solo cuatro días después. «Esa mañana hablé con él, y me pidió que le llamara después, que tenía que recoger a un cliente», recuerda Elva Cabral. Se pasó todo el día llamándole pero Javier no respondía. Al día siguiente intentó contactar con él a través de Facebook y fue entonces cuando el mundo se le vino abajo. Descubrió en el muro de la página de Javier fotos del accidente mortal de su marido. E incluso de Javier dentro de una caja. Así se enteró. A partir de ahí comenzó un largo camino de tortura organizado por personas que intentaban extorsionarla. «Desde el propio teléfono de Javier me llamó una chica pidiéndome permiso para enterrarlo, yo le dije que no, que lo quería repatriar». Pero lo enterraron. Durante ese trago recibe fotografías de una tumba donde supuestamente descansan sus restos.

Dos meses después, en plena vorágine de trámites para intentar exhumar y repatriar el cuerpo de Javier a España, el teléfono le provoca otro vuelco. «Me dicen que tienen a Javier secuestrado, que está vivo», relata Elva, quien entonces rumiaba su duelo sola en Betanzos, adonde se desplazó desde Vigo para atender un pequeño trabajo. «Intenté poner una denuncia, pero no me atendieron», recuerda.

Y el viernes 5 de este mes, más de un año después de aquella terrible llamada, Elva recibió otra idéntica. «Me pidieron el teléfono de los parientes de Javier en Asturias, supuestamente para pedirles un rescate, porque señalaban de nuevo que estaba vivo -relata Elva entre lágrimas-, me dijeron que en media hora me volverían a llamar para pasarme con él, mientras se oían gemidos y respiraciones junto a la persona que me hablaba. Me pasé esa media hora nerviosísima esperando. Volvieron a llamar pero no hablé con nadie».

-¿Pensaba realmente que Javier estaba vivo?

-Pues reconozco que sí.

Ese mismo día acudió a la Policía Nacional de A Coruña, quien le invitó a presentar denuncia en el cuartel de la Guardia Civil de Betanzos donde, finalmente, redactaron la diligencia el día 8 «después de mucho insistir». ¿Por qué ahora, más de un año después del accidente, esta llamada de falso secuestro? Una vez que Elva vuelve a pensar con cabeza fría sospecha de que alguien tiene interés en que ella no reclame la pensión de viudedad «para que otra persona lo haga en mi lugar haciéndose pasar por su esposa... O quizá ya lo hayan hecho». La extorsión ya había comenzado a los dos días de la muerte de Javier. «Me pedían tantos dólares por el pasaporte, otros tantos por el resto de documentos?». A Elva no le queda más que aferrarse al parte de defunción de su marido, obtenido de una manera rocambolesca: es una fotografía hecha a la pantalla del ordenador de un cíber. Pero no consigue que se traduzca en un certificado legal, previo a la repatriación de los restos de su marido.

Recortes de prensa

En la misma carpeta que pasea desesperada pidiendo ayuda se incluye la publicación de la noticia del trágico accidente en El Diario de los Deltanos de Venezuela. «El óbito del infortunado hombre, quien sumaba 42 años de edad y era de nacionalidad española, se produjo en momentos cuando era atendido en el quirófano del Hospital Materno Infantil Doctor Oswaldo Ismael Brito», reza la publicación. Elva también guarda como el último vínculo con su marido la sentencia del juicio sobre el responsable del accidente, un abogado al que acusan de homicidio culposo. Pero nada sirve para desatascar la situación. Tampoco son halagüeñas las noticias que le llegan de su casa materna en Paraguay. Su madre padece cáncer y su hijo (de 14 años, de una relación anterior) acaba de recuperarse del dengue esta misma semana. Pese a todo, asegura que no le compensa regresar a su país. «Desde Paraguay sería imposible gestionar la repatriación del cuerpo a España, tengo que hacerlo desde aquí», explica Elva. Pero hay más argumentos. El año de tristezas y sobresaltos ha minado tanto su estado anímico y psicológico que necesita un complejo tratamiento de ansiolíticos. «Todas estas pastillas en mi país son muy costosas».

Problemas con el consulado español

Desde hace unos días, Elva cuenta con la ayuda de una abogada de Betanzos que se ha puesto en contacto con Venezuela. Esta profesional asegura que se ha encontrado con todas las facilidades desde la Embajada de Venezuela en Madrid. «En cambio, para hacer cualquier trámite con el consulado español en el país sudamericano todo son dificultades», indica Patricia Lage, quien se ha puesto en comunicación con la embajada a través de correos electrónicos. «Os ruego ayuda, la cónyuge está totalmente desesperada y en situación de desamparo porque no consta la defunción de su marido», solicita en uno. Durante las averiguaciones ha descubierto que el hijo de Javier Sal (de un matrimonio anterior en Asturias) también está tramitando los papeles de defunción.