Rajoy-Rivera, ¿tándem en la Moncloa?

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

GALICIA

Pilar Canicoba

La consolidación de un esquema de cuatro partidos fuertes situaría como hipótesis probable la de un Gobierno de coalición entre el PP y Ciudadanos, con sus líderes repartiéndose el Gobierno

16 mar 2015 . Actualizado a las 09:22 h.

Faltan nueve meses para las elecciones generales y la sensación no es de incertidumbre, sino de montaña rusa. Todo se considera ahora posible en un país acostumbrado a que las elecciones se decidieran por lo que dictaminaba ese único millón de españoles que cambiaba de papeleta en cada cita con las urnas. Las grandes bolsas de voto cautivo del PP y del PSOE les garantizaban hasta hace poco cifras cercanas a los nueve millones de sufragios. Y eran ese millón de indecisos, que unas veces optaban por uno y otras por otro, los que decidían si la moneda caía del lado de socialistas o de populares.

A falta de que se confirme en las urnas, todo indica que no solo ese bipartidismo perfecto ha saltado por los aires, sino que caben ya las hipótesis más descabelladas, como la de que los dos grandes partidos sean tercero y cuarto en las próximas elecciones. Bastaría para ello con que Podemos mantuviera su suflé a la altura actual y que el de Ciudadanos siguiera subiendo al ritmo imparable de los últimos días, sin que se adivine techo y sin que nadie sepa muy bien por qué.

Esa hipótesis, que más que un cambio político supondría abrir una nueva era democrática en España comparable con la que implicaría la instauración de un nuevo régimen, no es la que se baraja en las salas de máquinas de Génova y Ferraz, ni siquiera en el peor de los escenarios previstos. Nadie se atreve a hablar ya de porcentajes de voto, y mucho menos de escaños, pero sí de tendencias y de reducción de la volatilidad que ahora muestran los sondeos. Esos análisis consideran que Podemos va a ir a la baja, aunque no se desplomará y mantendrá una posición sólida. Y que Ciudadanos todavía tiene recorrido al alza, hasta acercarse al 20 % del voto. Y en esa situación, con cuatro partidos fuertes, la clave no es ya la posición que ocupe cada fuerza después de las generales, sino la posibilidad que tenga cada una de pactar para formar mayoría suficiente.

El PSOE es el único de los cuatro que podría hacerlo con los otros tres. Y Podemos, el único que solo tiene un posible aliado: el PSOE. PP y Ciudadanos poseen dos opciones, pactar entre ellos o pactar con el PSOE. Pero el único acuerdo natural entre esas cuatro fuerzas es el de PP y Ciudadanos. Si los números acaban cuadrando y la suma de ambos es mayor que la de Podemos y el PSOE, algo que en Génova se da por hecho, no hay duda de que ese acuerdo se abrirá paso. Para el partido de Albert Rivera no habría además mayor demostración de transversalidad que sostener a los socialistas en Andalucía y pactar con los populares en Madrid. ¿A qué precio le saldría ese acuerdo a Rajoy? No barato. El PP puede olvidarse ya de un pacto de legislatura para mantener un Gobierno popular monocolor. Una de las hipótesis más novedosas sería la de un modelo similar al del Reino Unido, en el que el conservador Cameron es primer ministro y el liberal Nick Clegg viceprimer ministro. Un Gobierno de coalición inédito en España en el que habría un presidente del PP y un vicepresidente de Ciudadanos. Si el líder del partido naranja opta por presentarse a las generales y no a las catalanas, y así será por lo que parece, el tándem en la Moncloa sería el de Rajoy-Rivera.

Feijoo se volcó con Arenas y con Moreno solo cumple

La campaña del PP en Andalucía está plagada de torpezas que dejan claro que, pese a la implicación de Rajoy y sus ministros, no estaba bien preparada. El sueño histórico del 2012, cuando se daba por seguro que Arenas presidiría la Junta, se ha desvanecido. Ese desencanto se nota en detalles como que Alberto Núñez Feijoo, que se volcó para ayudar a Arenas en aquella campaña, convencido de que sería presidente, haya tenido una presencia mucho más contenida en la de Juan Manuel Moreno, al que ni los más optimistas dan opción alguna. El entorno de Feijoo dice que no ha podido estar en Andalucía tanto como le pedían para no descuidar Galicia. La realidad es que no cree en la victoria.

Se prevén campañas sucias en Galicia y en toda España

Contra todo pronóstico, la campaña andaluza ha entrado en su segunda semana manteniendo un tono bastante sosegado, sin que se hayan producido grandes escándalos y sin demasiados ataques personales ni jugadas sucias. No es ese, desde el luego, el clima que se espera en Galicia y en el resto de España para las campañas de los comicios municipales y autonómicos, que podrían convertirse en las más duras de la democracia. La base será, según los expertos, azuzar el miedo al rival, al estilo de la célebre campaña del dóberman utilizada por el PSOE en 1996. Pero, además, vuelan los dosieres en los cuarteles generales y se preparan campañas fuertes que dejarían en pañales algunas de las más sucias que se recuerdan.

Un debate estéril en torno a la situación de las cajas

El debate en torno a si los socialistas avisaron o no a Feijoo de la situación de las cajas gallegas cuando llegó a la Xunta está siendo bastante penoso. La revelación por parte del periodista Fernando Ónega de que el Banco de España, por mediación del rey, alertó a Feijoo, reabre la polémica. El exministro José Blanco asegura a La Voz que él también informó a Feijoo de la situación en una reunión y que este no le hizo ni caso. El debate es estéril, porque la clave no está en si se informó ni en quién lo hizo, sino en si hubo colaboración entre PP, PSOE y Banco de España para darle la vuelta a aquella dramática situación que, por lo que parece ahora, todos conocían muy bien. Y lo cierto es que nunca la hubo.