«No quieren saber nada de mi hijo»

Elena Silveira
elena silveira CAMBRE / LA VOZ

GALICIA

CESAR QUIAN

La madre de un menor de Cambre con trastorno de negativismo desafiante y expulsado de tres centros pide a la Xunta una atención especializada

10 oct 2014 . Actualizado a las 11:55 h.

Cumplió 14 años en junio y siempre fue un buen estudiante. Sin embargo, su conducta cambió cuando entró en el instituto: las notas empeoraron y en los últimos dos años ha sido expulsado de tres centros escolares. Su madre, Ana, está desesperada. Asegura que la Administración no quiere hacerse cargo de su hijo, diagnosticado con un trastorno de negativismo desafiante, «porque no tiene medios suficientes para atenderlo», asegura. Y así, en cuanto el chaval da el mínimo problema en clase, expulsión y para casa. «Y ya se desentienden, no sé qué hacer con él».

Ana explica que este año su hijo se pudo matricular en un centro próximo al domicilio familiar en Cambre. Pero allí no ha durado ni un mes. Acaba de ser expulsado de forma definitiva por amenazar a una profesora. Relata que la docente pidió a su hijo que cerrara una ventana, pero él se negó. «Saben que su carácter es fuerte y lo buscan para que salte y mandarlo para casa. El caso es que mi hijo ese día acabó siendo trasladado en ambulancia al hospital con una crisis de ansiedad». La madre del estudiante reconoce que el trastorno que padece su hijo no es fácil de llevar porque está continuamente desafiando la autoridad, pero eso no es excusa «para que, en cada centro en el que ha estado, se lo quieran sacar de encima». Y ahora, como la expulsión es definitiva, el menor está en casa, sin escolarizar, y a la espera de lo que decida la jefatura de Educación.

Ana reclama a la Xunta que los centros educativos tengan profesionales especializados en este tipo de alumnos. «Lo reclamo para mi hijo y para los que están en su misma situación. No quiero que hagan excepciones, pero tampoco quiero que mi hijo acabe interno en un colegio lejos de casa (en el centro O Pedroso de Santiago) y en el que, seguramente, no encontrará el apoyo que necesita», explica Ana. De hecho, los psicólogos y psiquiatras que han tratado a su hijo le dicen que ese centro podría incluso ser perjudicial para él ya que está orientado a niños con problemas muy graves de conducta. «Y este no es el caso, porque en casa no hay problema. Simplemente hay que saber cómo decirle las cosas», explica la madre. Hasta ahora, Ana hizo «todo lo que me mandaban las instituciones», asegura. Pero después de los últimos acontecimientos ha decidido emprender una lucha más visible porque «me han mareado mucho y no me dan una solución».

Desde la Consellería de Educación explicaron que la madre de este alumno tiene la posibilidad de presentar una reclamación por la expulsión de su hijo y que Inspección podría abrir entonces un expediente para aclarar cómo se desarrollaron los hechos. También confirmaron que el menor «no quedará sin escolarizar» y que, en todo caso, se le recomendará otro centro por cercanía, plazas vacantes o la atención especializada que pueda ofrecerle.

La madre del joven denuncia que, en realidad, estas situaciones no hacen más que empeorar la conducta de su hijo. «Reconozco que es una patata caliente para la Administración. Pero es que no quieren saber nada de él. No lo dejan cambiar y eso que él se esfuerza», dice.

Desafío a la autoridad

Mónica González López, psiquiatra de la unidad de Infantil del Hospital Teresa Herrera de A Coruña y miembro de la Asociación Gallega de Psiquiatría, explica que este tipo de trastornos pueden tener un componente genético (una alteración en los neurotransmisores) y una parte ambiental, pero la única solución eficaz es seguir una psicoterapia. «Son niños con comportamientos generalmente de desobediencia y desafío a las figuras de autoridad (padres, profesores...) y de negación de cualquier norma o límite», indica. Y como en muchos centros no hay personal especializado o los orientadores se ven desbordados ante la falta de medios, muchos niños acaban derivados a centros específicos que son para conductas más graves. «Harían falta más especialistas y recursos intermedios», reclama.