Es ahora o nunca

FIRMAS

Una quebequesa afirma que los escoceses yerran si creen que tendrán otra oportunidad

17 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Dos opuestos, pero van en la misma frase: «ahora», «nunca». «Es ahora o nunca», me dice Dave, el dueño de una cafetería cercana al Parlamento escocés de Holyrood. No hace falta preguntarle qué va a votar. En su local hay tantos carteles que dicen «sí» que parece que eso es lo único que hay para desayunar. Como a tantos partidarios de la independencia, le preocupa el impacto de la oferta de última hora que han firmado los tres grandes partidos del Reino Unido: mayor autonomía para Escocia si vota no. «La promesa de la nada», la llamó el líder independentista Alex Salmond; y Dave, mientras sirve un café, le da la razón: «Si ahora dicen que lo que necesitamos es mucha más autonomía, ¿por qué no nos la dieron antes?» Para él la oferta llega tarde. Mucho. «300 años tarde». Y con la espuma del café dibuja un «sí». Asegura que lleva cerca de un año haciéndolo en todos los cafés que sirve.

En el ánimo de los nacionalistas pesa mucho el precedente de Quebec, donde también hubo promesas similares de última hora que se cree que afectaron el voto. Viviane Martinova-Croteau, de hecho, sospecha que se trata de una maniobra premeditada. Esta activista por la independencia quebequense ha venido a Edimburgo como observadora de su partido, pero sobre todo para vivir en la piel de otro pueblo lo que no experimentaron los quebequenses independentistas en 1995. A la salida de una entrevista en los estudios de la BBC me cuenta que aquella derrota [por un uno por ciento] pesa ahora como una losa. No solo no ha vuelto a haber otra consulta sino que «el tema se ha convertido en un tabú». «Si los escoceses creen que tendrán una segunda oportunidad, se equivocan; y también si creen en las promesas que les hagan ahora». Ahora o nunca.

Efectivamente, la impresión es que las emociones que ha desatado esta campaña, los temores e ilusiones que ha despertado, son demasiado intensos como para que el país quiera vivirlo de nuevo en la misma generación. Incluso Dave está saturado de escribir el mismo monosílabo en la espuma de cada café que sirve. Junto a las pastas, vende también pegatinas, ositos gaiteros y el DVD de Braveheart, la película de Mel Gibson que coincidió, y algunos creen que impulsó, el resurgir del nacionalismo escocés. Le hago notar que el héroe de la película, William Wallace, perdió, y acabo colgado, ahogado y descuartizado. Se encoge de hombros: «Estamos acostumbrados a las derrotas, pero esta vez será distinto». Entra entonces un grupo de turistas que vienen de visitar el palacio de Holyrood y cada uno recibe su capuchino con un escrito con espuma. Sin pararse mucho a mirarlo, lo deshacen con un movimiento de la cucharilla. Es el gran temor de los que piensan como Dave, que todo su esfuerzo se diluya como la espuma. «Estamos acostumbrados a las derrotas», había dicho. No es cierto. Nadie se acostumbra a las derrotas, porque cuando son totales son tan poco frecuentes como las victorias.

el mundo entre líneas

Una quebequesa afirma que los escoceses yerran si creen que tendrán otra oportunidad