Concellos fusionados sí, pero no fundidos

Juan Carlos martínez REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

PACO RODRÍGUEZ

Vecinos de Oza-Cesuras echan de menos los proyectos reactivadores prometidos antes de su unificación

14 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Si los 315 municipios existentes en Galicia hasta junio del 2013 fueran piezas de un puzle, las dos más fáciles de emparejar serían Oza y Cesuras: los dientes de sierra de los lindes mutuos parecían hechos para unirse. Ha transcurrido ya más de un año y para la mayoría de los vecinos el nuevo estatus administrativo pasa inadvertido. Pero hay una minoría, concentrada en la antigua Cesuras, que sí percibe cambios tras la fusión, y son cambios para peor.

A vista de conductor, las cosas no han variado. En los carteles de la carretera aún figura el nombre del concello prefusionado.

Por el lugar de Cimadevila, en la parroquia de Mandaio (antigua Cesuras), un hombre de edad baja por la carretera en una silla de ruedas motorizada. Se llama José Rilo y 53 años como emigrante en Bilbao no le borraron la retranca. ¿Es usted de aquí? «De aquí, no; de allí arriba». Efectivamente, aquí es una curva entre laderas plantadas de eucaliptos; allí arriba, a doscientos metros hay casas, entre ellas la de José. ¿Se notó en algo la fusión? «Sí, se nota, nos hicieron aceras, aunque queríamos que llegaran un poco más allá, pero están muy bien, antes no había nada». Los quinientos metros de acera están relucientes. Pero entre que es estrecha, que numerosos vados la interrumpen y que las nuevas farolas ocupan bastante parte del enlosado, José circula por el asfalto.

En Cesuras capital, el cambio tampoco se percibe. La casa consistorial sigue abierta, con algunos funcionarios para atender a los vecinos. También funcionan la farmacia y el centro de salud. Pero se nota un vacío humano que contrasta con la animación del núcleo de Oza dos Ríos. En 1981, los dos municipios tenían la misma población, 3.740 vecinos. Treinta años después, en el 2010, Cesuras había perdido 2.500 habitantes; Oza, 500. Este desequilibrio se nota en las conversaciones con los vecinos.

Ni para comprar cerillas

Matilde, vecina de Cesuras, lo dice claro: «Prometéronnos tantas cousas e non veu nada. Aquí agora non hai nin onde comprar unha cerilla». «Cando eu me casei, con un home de aquí, non había onde meterse, o único que quedaba libre era unha casiña no medio do monte. Agora, as casas están todas baleiras». Hay, es verdad, varios rótulos de «se vende» colgados en las ventanas de viviendas de construcción reciente.

El sanatorio en ruinas

«Cando facían propaganda da fusión ?continúa, pero ahora ya en crítica directa-, dixeron que ían restaurar todo, construir un centro e poñelo todo ben. O que fixeron foi limpialo, pero limpialo de madeira, cortando árbores centenarias, lucrándose con elo, e deixaron todo cheo de foxos que son un perigo. Isto fou unha doazón dos vecinos, entre eles a miña familia, para un sanatorio. Se seguen con esta manganchada, imos tes que ir aos tribunais a reclamar a reversión das fincas, xa que non se están empregando para a fin coa que se doaron».

Entre los miembros de la plataforma que reclamaba una consulta previa a la fusión, el sentimiento que predomina es el de decepción, después de que el Tribunal Superior de Xustiza desestimara su recurso contra el método de aprobación del nuevo modelo municipal y tras ver que las mejoras prometidas no llegan. «Iban a traer para aquí ?dice uno de ellos, que prefiere mantener el anonimato- una planta de Coca-Cola, que ya sabemos cómo está la empresa, cerrando instalaciones; de la central de biomasa que iba a poner Ence no se supo más; de mejoras en las comunicaciones tan necesarias para que esto deje de depoblarse, solo hicieron unas aceras, algunas tan ridículas que solo tienen una plaqueta de ancho; y la guardería, de momento, lo único que pusieron fue el cartel, y ya casi lo están tapando las silvas».