Merkel aplaca los silbidos saludando al público ante el hostal

i. carballo / d. sampedro SANTIAGO / LA VOZ

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La canciller rompió el protocolo al llegar al Obradoiro y mezclarse entre la gente

25 ago 2014 . Actualizado a las 10:32 h.

División de opiniones. Silbidos, abucheos, aplausos y apretones de manos, muchos apretones de manos. «A ver si arregláis el mundo», espetó una señora que esperó pacientemente tras la cinta de seguridad la llegada de Angela Merkel y Mariano Rajoy al Hostal de los Reyes Católicos después de su recorrido de seis kilómetros por el Camino, entre Pedrouzo y Lavacolla. La canciller descendió de la furgoneta Mercedes Benz Vito azul y rompió el protocolo: no se dirigió directamente a la entrada del parador. Rodeó el vehículo por delante y fue hacia el público. Le siguieron Rajoy y las miradas de unas 1.500 personas que estaban en el Obradoiro.

Desde las filas posteriores del público que se agolpaba tras el perímetro de seguridad, silbidos y gritos contundentes de «fuera, fuera», contra la troika y los recortes, o frases como «camino duro el de los españoles, no el que has hecho tú». Merkel no vaciló. Sin perder la sonrisa, prosiguió el encuentro con los ciudadanos, muchos de los cuales reaccionaron con aplausos. Entre ellos, una pareja de peregrinos alemanes con los que pudo intercambiar unas palabras.

De derecha a izquierda, la canciller alemana y el presidente español recorrieron la cinta saludando y estrechando manos durante varios minutos. Cerca de ellos, el alcalde de Santiago, Agustín Hernández, que apenas tuvo tiempo para agradecerle a Angela Merkel la visita a la ciudad y para entregarle un sencillo regalo institucional: un marcalibros de plata con la cruz de Santiago.

El fuerte dispositivo de seguridad no quitaba ojo a la inquietante alteración del protocolo. Entre saludos y aplausos, Merkel apenas levantó la mirada hacia la catedral. Sí lo hizo una hora más tarde, cuando acompañada por Rajoy y tras prepararse para la cena -pantalón y top blanco, americana negra-, salió del hostal y el presidente español le hizo una indicación hacia las torres.

El clima en el Obradoiro era ya mucho más amable con la canciller que en el momento de su llegada. Su encuentro con el público, muy breve, poco más que para ofrecerle un cariño a una niña de 5 años, Sofía, acompañada por su padre. Acto seguido, la canciller y Rajoy descendieron la Costa do Cristo para subirse a la furgoneta y dirigirse al restaurante. Para evitar los problemas de seguridad que podrían producirse porque la rúa do Franco estaba abarrotada de gente, se descartó ir a pie cruzando el Obradoiro. En pocos minutos, la comitiva llegó a la plaza Rodrigo de Padrón. Al bajarse del coche, aplausos de las personas que llenaban las terrazas de los bares y más apretones de manos y fotografías hasta acceder, por Entrecercas, a la parte posterior del restaurante El Pasaje, al que entraron dejando a muchos curiosos esperando ante la puerta principal del Franco, muy cerca de Porta Faxeira.