Un cementerio sobre el asfalto gallego

maría cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

VÍTOR MEJUTO

El viaducto de Abadín no es el único punto negro de las carreteras gallegas: la N-525 entre Cambeo y Ourense, o la A-55 Vigo-O Porriño están marcadas por la tragedia

03 ago 2014 . Actualizado a las 15:51 h.

El conductor mira hacia la cuneta y, ocultos entre la hierba, observa varios centros de flores de plástico. El sol del verano todavía no ha logrado desgastarlos tanto como para que los claveles rojos se hayan ido decolorando hasta volverse prácticamente amarillos. Los ramos recuerdan a una de las últimas víctimas mortales que se tragó el tramo de la N-525 entre Cambeo y Ourense.

Los que viven o trabajan en la zona dicen que la culpa es, sobre todo, del trazado y de que hay curvas peraltadas al revés. Pero igual que ocurrió el sábado pasado en el tramo de la autovía A-8, entre Mondoñedo y Abadín, cuando un choque en cadena provocado por la niebla acabó con la vida de una joven y dejó varios heridos más, aquí, a veces, las circunstancias meteorológicas también tienen que ver. Sobre todo, añaden, cuando llueve y el asfalto no es capaz de drenar el agua.

El conductor continúa descendiendo en dirección al valle en el que se levanta la ciudad de As Burgas. Llega a la altura del polígono de Sobral, en el concello de Coles. A la derecha, en lo alto está el pueblo. Tiene el mismo nombre. A la izquierda, a la altura de la carretera, hay un colegio escondido entre el manojo de naves que forman el parque empresarial.

«Los vecinos tienen tierras de labranza al otro lado del polígono y han de atravesar con el tractor la nacional para llegar hasta ellas», comenta uno de los empresarios de la zona. Pero no son los únicos que se juegan la vida cada vez que quieren cruzar para ir al huerto. Los autobuses escolares han de incorporarse a la calzada cuatro veces al día durante el curso. Y donde lo hacen, comentan además, no tienen mucho margen para cometer errores.

Unos 10.000 vehículos diarios

Tanto unos como otros han de cruzar por una vía con un volumen medio de tráfico de unos 10.000 vehículos diarios, un dato que aporta el alcalde de Coles, Manuel Rodríguez. Pero el suyo no es el único concello que está continuamente expuesto a los peligros que entraña circular por dicho tramo. Vilamarín, de donde era la última víctima mortal de esa parte de la N-525, Cea y Amoeiro también lo sufren. Y no es porque no hayan pedido que se arregle.

Hace años, prácticamente dos décadas, fue ejecutado el desdoblamiento de esa vía. Desde entonces prácticamente ni se tocó. «Puxeron señalizacións para baixar a velocidade, un radar e pouco máis...», cuentan en la zona.

Una vieja demanda

Desde Fomento dicen que además de reducir los límites a los que se puede circular, están ejecutando actuaciones de repintado de marcas viales. No olvidan recordar tampoco que en junio del año pasado se aprobó el expediente de información pública del tramo entre Ourense y el enlace de Cambeo de la autovía A-56, la que será la variante funcional de ese tramo de la N-525. Esa es una vieja reivindicación tanto de los empresarios como de los alcaldes de la zona, pero han escuchado tantas promesas que a veces les resulta complicado creerlas. «Hai anos, aínda estaba Cuíña no Goberno da Xunta xa planteamos o problema», dice Delfin, uno de los empresarios del polígono.

Aquellas fueron las primeras conversaciones para llegar a una solución. Las últimas se celebraron el pasado 23 de julio en una reunión en la demarcación de carreteras de A Coruña.

Pero mientras tratan de buscar una alternativa en los despachos, va pasando el tiempo y la carretera continúa cobrándose vidas. Ramón, otro de los empresarios del polígono de Sobral hace recuento: «Unha media ducia de mortos son os que levamos vistos nestas curvas nos últimos dous anos». Delfín y las flores que cuelgan de los quitamiedos en distintos puntos de la vía le dan la razón. Precisamente la última en dejarse la vida en esta carretera, una vecina de Orbán, en el concello de Vilamarín, era familiar suyo. Fue en marzo pasado, justo medio año después de que un padre y un hijo de Amoeiro murieran en otro accidente ocurrido tan solo unos metros más adelante, justo en ese tramo de la N-525.

El conductor continúa la marcha y vuelve a fijarse en las cunetas, en el arcén... Coronas de rosas en forma de corazón dan cuenta de que ahí, llegando a Ourense, la N-525 parece haberse convertido más bien en un pequeño cementerio sin lápidas.

Las coronas de rosas señalan los lugares donde ha habido víctimas mortales

Hace más de veinte años que los vecinos piden el arreglo de la N-525

LOS PUNTOS MÁS NEGROS