Caso Asunta: Rosario Porto frente a su dilema

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

La madre de la niña asesinada se siente traicionada por el que fue su marido. Le volvió la cara cuando se le acercó en el juzgado, pero sigue sin hablar. ¿Por qué?

13 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Lágrimas y más lágrimas. Sollozos y gimoteos. Pero ni una sola palabra. Rosario Porto se siente traicionada por Alfonso Basterra. Y es un sentimiento justificado. Por eso hasta por dos veces le volvió la cara cuando él se le acercó en la sala de vistas de los juzgados de Santiago en la que se celebró la audiencia preliminar tras la que, la semana que viene, el juez tendrá que decidir si los juzga por el asesinato de su hija. Toda esa desesperación no ha supuesto, sin embargo, que la madre de Asunta hable. Que cuente lo que parece que calla. Que diga toda la verdad sobre Basterra. ¿Por qué sigue guardando silencio? Quizás ahora cobre sentido en toda su amplitud aquello que ella le dijo al juez Vázquez Taín en su primera declaración. En aquella ocasión, el 27 de de septiembre del 2013, antes de que se decretase su ingreso en prisión, ella le contó al magistrado que, antes del crimen, Alfonso Basterra la amenazó diciéndole que él conocía sus secretos más íntimos y que algún día los revelaría.

Rosario Porto vive estos días sus momentos de mayor zozobra. Frente a sí tiene un dilema de difícil solución. Si el juez, el fiscal, la acusación popular, la Audiencia Provincial y la Guardia Civil no se equivocan y son ciertos los muchos indicios de criminalidad que sobre ella pesan, seguir callando, no hablar, es caminar hacia una más que probable condena en el juicio. Y la pena no sería pequeña. Entre 18 y 20 años de cárcel.

La madre de Asunta tiene muy complicado salir airosa del juicio. Ella fue la que mintió a la policía diciéndole que había dejado a la niña en casa haciendo los deberes cuando en realidad la llevó a la casa de Teo, en la que se sitúa la escena del crimen. Es ella la que conduce el coche con la niña al lado, imagen que captó una cámara de seguridad, probando su mentira inicial. Es ella la que tenía en el vestido que llevaba puesto el día del asesinato una mancha de polvos de Orfidal, el mismo sedante con el que se drogó a la pequeña al menos tres meses antes de su muerte. El mismo con el que se la atiborró para impedir que pudiera defenderse de sus verdugos. Es Rosario también la que se puede demostrar que estuvo en Teo y la que dio una rocambolesca versión en la que fue y vino de allí a Santiago para al final no ir a ninguna parte y dar hasta cinco versiones del lugar en el que dejó a su hija.

De Rosario Porto hay constancia gráfica y científica de casi todo lo que hizo el día del crimen. Y no la deja en buen lugar. Alfonso Basterra tampoco lo tiene sencillo, pero no hay ni imágenes ni posicionamientos de teléfono que le delaten. Su mayor flaqueza es que su exmujer hable. Que cuente lo que parece que sabe, lo que intuyen los investigadores, pero que por alguna razón no es capaz de soltar.

En el supuesto de que, como sostienen el juez y las acusaciones, los padres de Asunta mataran a su hija, la mejor salida de Rosario Porto a estas alturas sería confesar, contar lo que parece que sabe y aún calla sobre Basterra y buscar un pacto con el fiscal que le permita reducir la pena. Pero sigue callando y amparando con ello a su ex. ¿Hasta cuándo? Ese es ahora su dilema.