«Solo querías seguir y seguir para encontrar supervivientes»

Fina Ulloa
Fina ulloa OURENSE / LA VOZ

GALICIA

El alcalde de Verín y la presidenta de la Cruz Roja, flanqueados por los cuatro voluntarios.
El alcalde de Verín y la presidenta de la Cruz Roja, flanqueados por los cuatro voluntarios. antonio cortés< / span>

En el accidente de autobús ocurrido en 1987 murieron 38 personas

11 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Era la una y media de la tarde del 3 de julio de 1987 cuando sonó el teléfono del puesto de primeros auxilios de la Cruz Roja en Verín. El cabo primero Antonio Valladares Rodríguez, a punto de licenciarse del servicio militar, estaba de guardia con Máximo Rodríguez Campos, Jesús Fornos García y José Luis Nieves Delgado. «Accidente en As Estivadas», les dijeron.

Ayer, 27 años después, ninguno tenía muy claro quién cogió el teléfono ni quién estaba al otro lado de la línea avisándoles del que, a la postre, se convertiría en el accidente de carretera más grave de los ocurridos en Galicia, con 38 muertos. «Pudo ser la Guardia Civil, o algún particular desde un teléfono de algún pueblo; era como nos solían avisar porque no había móviles», especula Toño. Sí recuerdan que no les extrañó. Ese tramo de la vieja N-525, lleno de curvas y con una pendiente muy pronunciada, era la salida obligada hacia la meseta «y había muchísimos accidentes, era infernal». Pero los jóvenes, de apenas 19 años, no imaginaban lo que les esperaba en el fondo del barranco por el que se precipitó el autobús.

Un recuerdo nítido

La memoria, incapaz de recordar los detalles intrascendentes, revivía sin embargo con nitidez ayer las imágenes de la tragedia en los cuatro, que coincidían en el recuerdo más vívido: «El olor a sangre era tremendo. Había mucha, había algunos miembros seccionados y como hacía tanto calor...».

Después, cada uno guarda sus imágenes. «Cuando llegamos había una señora atrapada debajo del bus que nos pedía ayuda y unos metros más allá una chica enganchada a un árbol que ya estaba muerta. Es lo que tengo más grabado», cuenta Antonio. No sabe si fue a la primera que atendió, pero sí que en un momento dado estaba escarbando en el suelo para sacarla de allí.

«Éramos varios, también dos chicos de la Guardia Civil, pero solo teníamos dos palos, así que usamos las manos». Tampoco sabe si finalmente sobrevivió -solo siete de los 45 pasajeros que iban en ese autobús lo consiguieron- porque para ellos no había un minuto de respiro.

Sin noción del tiempo

«No había tiempo para pensar; solo quieres seguir y seguir para encontrar supervivientes y sacarlos de allí. Pero casi todos estaban muertos, amontonados en la parte delantera del autobús y algunos fuera porque habían salido despedidos», narraba Valladares.

«No sé ni las horas que estuvimos allí y haciendo traslados. Y luego nos pidieron que ayudásemos a recoger los objetos personales para poder identificarlos. Nos fuimos bien entrada la noche», recuerdan de ese fatídico día Máximo y Jesús.

No estuvieron solos. Otros compañeros que ese día no tenían servicio se movilizaron para ayudarles. Los de los puestos de la Cruz Roja de Sandiás y A Gudiña, además de los que se desplazaron desde la capital ourensana, se fueron uniendo paulatinamente a un operativo en el que también la Guardia Civil iba sumando efectivos.

La noche se unió con el día con el montaje de la morgue en el pabellón polideportivo recién inaugurado y la atención a los familiares. «No sabías ni qué decirles, aguantabas el tipo. Ahí sí que te dabas perfecta cuenta de la tragedia y para mí fue lo más duro», concluye Toño.