Mueren el mismo día en Tui y Ponteareas los hombres más viejos de Galicia

E. V. Pita VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Antonio Arenosa, un abuelo «enamorado de la vida», tenía 107 años. Salvador Domínguez los cumplió hace 12 días

10 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Eran los hombres más viejos de Galicia y murieron en la misma mañana a solo 30 kilómetros de distancia. Antonio Arenosa Rodríguez, vecino de Ponteareas, había cumplido 107 años en noviembre del 2013. Se definía como un «enamorado de la vida» y sostenía que el secreto de su longevidad era «no morirse». También falleció el viceabuelo, el tudense Salvador Domínguez Alonso, que había llegado a la misma edad hace 12 días, el 28 de abril, en la parroquia de Paramos. Había esperado al 1 de mayo para soplar las velas de la tarta, rodeado de familiares y su cuidadora. Sus consejos para ser centenario: «No casarse, no ir al médico y tampoco tener problemas para llegar a fin de mes».

Los dos tenían en común que no dejaron hijos. Eran los más longevos de Galicia y vivían en comarcas colindantes, el primero en O Condado y el segundo en O Baixo Miño. Fallecieron ayer en una mañana primaveral, nublada y algo calurosa.

Arenosa vivía desde hacía 27 años en la Residencia Santa Ana de Ponteareas y será enterrado hoy en el cementerio de Alcabre, en Vigo. Lo despedirán sus sobrinos, bisobrinos y hermanas. Le gustaba el cálculo, hablar con su propio móvil, leer, soñar y salir al café La Clave o a comer a la finca do Parrulo. En su revisión médica de noviembre, las analíticas salían perfectas y seguía sin tener achaques, aunque tenía algo de artrosis. «Estoy como una rosa, todo me funciona bien. Los mocitos de mi quinta suelen estar peor que yo. No me siento viejo, la memoria la tengo intacta», contó en una entrevista a Mónica Torres. Tenía algún problema de colon.

En la residencia, lo trataban «con cariño». El centenario era independiente y se preparaba en su propio cuarto su café y huevos cocidos, con zumo de naranja. Bajaba solo a comer y por la tarde jugaba al tute con una octogenaria. Crítico con los políticos, auguró que iba a costar mucho salir de la crisis.

Salvador Domínguez, sin hijos, era un agricultor que siguió en la parroquia donde nació. La primera vez que visitó un hospital tenía 87 años. No tomaba medicación, ni una aspirina. Residía con su cuñada y sobrinos y lo visitaba su único hermano vivo. No podía comer solo pero probó la tarta que le regaló el alcalde por su cumpleaños.