«Siento haber matado a ese chico»

Rocío Pita Parada
rocío pita parada FERROL / LA VOZ

GALICIA

José Agustín Fernández Carpente y su mujer recuperan su vida en Pontedeume tras ser absueltos de la muerte de un joven. La Voz entra en la casa donde fue apuñalado

14 abr 2014 . Actualizado a las 21:23 h.

Día uno en la nueva vida de José Agustín Fernández Carpente y María del Carmen Fonte Galán. La reciente absolución del matrimonio de Pontedeume, que los exime de la muerte a puñaladas del joven ferrolano de 17 años que se adentró en su casa en plena noche fue recibida con satisfacción contenida y sobre todo alivio por la pareja. Suficiente para que ayer retomasen su rutina diaria. Carpente, al que todos conocen como O Canosa en la villa eumesa, negaba ayer que hubiese nada que celebrar. Pero en el local en el que al mediodía se tomaba un vino con amigos, muchos vecinos se acercaban para felicitarlo. Muchos de ellos asistían el pasado fin de semana a una concentración solidarizándose con el matrimonio de sexagenarios. «Tuvimos mucho apoyo del pueblo, sí», agradece. Ahora «estoy mejor, pero no tengo ánimo», decía, reticente a conceder una entrevista. Aunque durante unos minutos accedió a compartir sus impresiones con La Voz. «Siento mucho haber matado a ese chico», admitió. Un reconocimiento que, no obstante, matizó: «No sé qué harían los demás si les entran en casa de noche».

El veredicto del jurado le aportó tranquilidad: «Me alegro mucho, como es natural. Después de tres años de sufrimiento y dos operaciones de cabeza... imagínese». El fallo absolutorio llevó hasta él múltiples enhorabuenas: «Me echaba humo ayer el teléfono», dijo por el viernes, cuando se hizo público. Pero la calma todavía no ha llegado. «Ya ha pasado todo, pero aún estás en tensión», confesó. Asegura no temer futuros recursos. «No tengo miedo ninguno, porque yo fui con la verdad por delante», mientras que, agrega «ellos mintieron».

Visita al escenario del crimen

En su casa, a unos cientos de metros, las lentejas se cuecen al fuego. Su mujer las vigila mientras permite a una redactora y a un fotógrafo de La Voz el acceso a su hogar, donde sucedió todo aquella madrugada del 10 de julio del 2011. María del Carmen hace su reconstrucción de los hechos en el lugar del crimen, una vivienda de estrechos pasillos y pequeñas habitaciones. «Me acosté a las dos y cuarto, y eran las dos y media cuando empecé a sentir los ruidos. Al principio pensé que eran los gatos», relata. Pero «abrí los ojos y veo encender y apagar la luz» en la habitación de invitados, donde el joven fallecido, Fernando Sánchez Grandal, se había escondido, dice. «¡Yo qué sé si hay una persona o dos o si viene armado! Yo lo que vi era una sombra», describe justificando lo que vendría después. No menciona el momento en el que ella coge un cuchillo en la cocina y se lo pasó a su marido, que asestó las siete puñaladas -una de ellas mortal- que acabarían con la vida del chico. Pero sí cómo derribó una pequeña mesita en el pasillo que aún hoy muestra muescas de la refriega. Y cómo al huir saltó el fregadero y salió por la ventana de la cocina, la misma por la que había entrado. No sin antes, asegura la mujer, soltar: «¡Esto me lo vais a pagar!». No tuvo esa posibilidad. Falleció desangrado a 150 metros de allí. «Fue una desgracia muy grande», dice la mujer, que responsabiliza al joven por haber entrado en la casa. «Si él en ese momento dice: ?Mire, esto es un juego, es una apuesta?, pues coge y sale por la ventana por la que entró y santas y buenas».

El matrimonio defiende que no advirtió el carácter mortal de las heridas. «Vi gotas de sangre y dije: ?Bueno, herido va, pero de muerte no, porque si no, no da ese salto?». Ese fue el motivo, arguye, para limpiar el suelo y el cuchillo. Y si llamó a su yerno, guardia civil, fue porque «quise salir a la puerta y me encontré sin llaves: ni las mías ni las de mi marido», que el joven se había llevado consigo.

Ese era el principio de la pesadilla de la que Nan, el joven fallecido, ya no despertará. «Yo eso jamás lo podré olvidar. ¡Cómo lo voy a olvidar, si después me entero de que tenía 17 años...!», exclama María del Carmen. La absolución «me sacó un peso de encima» y es para ella «un alivio muy grande, pero aquí está», dice dándose repetidos toques con el índice en la sien. ¿Lo volvería a hacer si se viese en una situación similar? «No lo sé. Ahora creo que no lo haría, pero no sabes cómo vas a reaccionar».