Anova retiembla ante su 23-F

Domingos Sampedro
domingos sampedro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Beiras y Martiño Noriega, en la primera asamblea nacional de Anova, celebrada en junio.
Beiras y Martiño Noriega, en la primera asamblea nacional de Anova, celebrada en junio. xoán a. soler< / span>

El partido de Beiras decide hoy en un clima de máxima tensión interna si acude a las elecciones europeas con IU o con fuerzas nacionalistas

23 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

«Gane quien gane, Anova pierde porque una parte quedará desautorizada»

La pelota lanzada al aire por Anova para decidir con quién irá de la mano a las elecciones europeas quedó suspendida en la cumbrera del tejado y cuando esta noche caiga, bien hacia un lado bien hacia el otro, lo hará como un ladrillazo que dejará no pocos heridos en la organización política que lidera Xosé Manuel Beiras. Ese es el embrollo en el que está inmerso el partido que echó a andar hace poco más de un año, y que hoy, 23-F, celebra sus elecciones primarias, que, al menos en el plano interno de Anova, promete causar una sacudida emocional a la altura del ya mítico «¡Se sienten, coño!».

Sea cual sea la decisión que adopten con su voto en urna las bases de Anova-Irmandade Nacionalista, partido que cuenta con un censo de 1.239 militantes, la gestión posterior del resultado va a ser complicada. Si se impone la alianza electoral con Izquierda Unida, la opción abrazada por el sector crítico de Anova, con Martiño Noriega al frente y el aval explícito de Beiras, quien queda desautorizado es el núcleo duro de la dirección del partido, que ya tenía la proa puesta hacia el frente amplio con las fuerzas nacionalistas de izquierda de las naciones sin Estado. Y si la que triunfa es esta segunda opción, más complicado todavía, pues los reprobados no solo serían el grupo teense de Noriega y su batallón de seguidores, sino también el propio Beiras, el verdadero referente ideológico de Anova.

Así que gane quien gane esta noche, quien pierde es Anova. Y básicamente porque las tensiones y purgas internas que arrastra la organización desde su asamblea de junio, donde el capitán Noriega inició su rebelión desafiando a la guardia de pretores de Beiras y a la «vella cultura política», como él mismo la define, están rozando el punto de no retorno. El resultado del referendo tendrá que ser gestionado o bien afrontando el riesgo de que se produzca una espantada en masa de Anova, en caso de que la rebelión de Noriega fracase de nuevo, o bien asumiendo la urgencia de remover a buena parte de una dirección orgánica que tendría que hacer verdaderas cabriolas circenses para no poner el cargo a disposición.

La clave de todo lo que ocurre es entender cómo una organización que echó a andar con entusiasmo en el verano del 2012 y que, partiendo de la nada, se plantó en el Parlamento gallego coaligada con Esquerda Unida, recabando el apoyo de 200.000 votantes y nueve escaños, ha podido dilapidar todo ese capital.

Las dos almas

Parte de la respuesta que se ha intentado dar para ubicar el alma del partido en un punto determinado del abanico ideológico. El gran aglutinador de Anova fue, hasta el momento, Xosé Manuel Beiras y el movimiento antisistema que abrazó desde sus inicios. Existen unas coordenadas para actuar políticamente, un rumbo estratégico definido en sus estatutos, pero la disputa se mantiene abierta a la hora de posicionar Anova como una fuerza nacionalista anclada en Galicia o como una pieza más de la izquierda plural española que abandera el Partido Comunista a través de la marca Izquierda Unida.

Los pretores de Beiras, curtidos en el activismo nacionalista durante treinta años, como es el caso de López Rico o Luís Eyré, representan la primera opción. El batallón de Noriega, más proclive a romper las fronteras de las siglas y seguir avanzando a partir de la coalición AGE, y no tanto desde Anova, llevan el estandarte de la segunda vía.

Y desde fuera de Anova llegan cánticos en ambas direcciones, del BNG y de EU, como si rivalizaran en vida por el legado político de Beiras. Ayer mismo, el portavoz nacional del Bloque, Xavier Vence, dijo no entender, aunque sin citar a Beiras, cómo Anova pone «esforzos e capital humano para reforzar o proxecto político de forzas estatais a costa de debilitar o nacionalismo». Y en la onda distinta martillaba Yolanda Díaz, coordinadora general de Esquerda Unida, quien saluda con euforia que el veterano dirigente de Anova «coa lucidez que lle é propia», dijo, apostara por constituir «maiorías sociais» priorizando la alianza con EU.

Tensiones centrífugas

Las fuerzas centrífugas que intentan fagocitar Anova de un lado y del otro lo que están provocando, en todo caso, en un fuerte desánimo y frustración entre buena parte de su militancia, agravada con la respuesta errática dada a la crisis, que fue in crescendo cuando el diputado David Fernández Calviño renunció a su escaño para marcharse a Dinamarca.

Ahora mismo, Anova está inmersa en una encrucijada en la que incluso puede morir producto de su éxito. No sería la primera vez que ocurre. Salvando las distancias, basta con echar la vista a lo que ocurrió con Coalición Galega (CG), el partido fundado en 1984 que llegó a tener 11 escaños en O Hórreo, un representante en el Congreso y otro en Estrasburgo, pero que se empezó a romper en añicos cuando su ala más conservadora propugnaba priorizar el diálogo con AP, mientras la minoritaria facción progresista intentaba conducir las aguas hacia el PSdeG-PSOE. Eso sí, CG se recreó durante casi cinco años en el éxito. Anova, si no le ponen freno, va camino de deteriorarse todavía mucho más aprisa.

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