El nivel del lago de Meirama subió 2,5 metros desde las Navidades

Juan Carlos Martínez REDACCIÓN / LA VOZ

CERCEDA

José Manuel Casal

El agua se acerca a la cota prevista para el desaguadero de Cecebre

18 feb 2014 . Actualizado a las 11:14 h.

El lago de Meirama, que ocupa la antigua mina a cielo abierto de Limeisa, en Cerceda, crece a ojos vistas. Desde el 21 de diciembre pasado no ha parado de llover ni un solo día. Son 743,6 litros por metro cuadrado los que acumuló el pluviómetro instalado en el centro del lago entre aquella fecha y el 11 de febrero. En esos cincuenta y tres días, el nivel del lago ha crecido más de dos metros y medio. «Ahora que queríamos que no se llenase tan rápido, el agua salta por encima de las compuertas; está todo saturado», dice Álvaro Fernández, uno de los técnicos encargados de la reconversión de la mina. Buscan un llenado lento porque, a este ritmo, la lámina de agua podría llegar antes de tiempo a la cota en la que está previsto construir el desaguadero que comunicará el lago con la presa de Cecebre. No habrá problemas, porque las acequias y canalizaciones construidas en su día para mantener seco el fondo de la mina funcionan de nuevo al máximo y desvían el exceso de lluvia hacia las cuencas adyacentes.

La vegetación ha ido conquistando los bordes del lago, tapando terrazas y taludes de la antigua explotación minera. En pleno febrero parece ya un paisaje de los Pirineos: la forma ovalada del lago recuerda los lagos glaciares. La restauración de este espacio comprende una intensa replantación con especies autóctonas. Una masa compacta de abedules que desciende hasta la superficie acuática anuncia ya un hermoso bosque de ribera. La pista que ha quedado tras levantar la cinta transportadora que llevaba el lignito hasta la central térmica será un paseo con árboles de sombra a cada lado. Se han ido eliminando eucaliptos -excepto los que sujetan taludes- y plantando castaños, carballos y abedules. Esta enorme finca de mil hectáreas de superficie cuenta ya con 700 hectáreas de arbolado. «Queremos potenciar la biodiversidad -añade Álvaro Fernández-, que aquí es muy rica, y no solo la vegetal. El entorno del lago está lleno de conejos, liebres y perdices». Como queriendo confirmar la afirmación del técnico, un zorro pasa tranquilo por una de las pistas que bordean la ribera, a doscientos metros de los visitantes.