Incendio en Oia: «Era un infierno, el fuego prendía por todas partes»

La Voz C. PUNZÓN / OIA

GALICIA

28 ago 2013 . Actualizado a las 10:40 h.

El fuego, en uno de sus giros caprichosos, lamió las paredes de su casa, la que más adentrada está en el monte en el lugar de Vixiño, en la parroquia de Loureza. «El fuego estaba a kilómetros, lo veíamos como algo lejano y de repente todo empezó a arder alrededor de mi casa», relata Amelia Giráldez sin separarse demasiado de la puerta que en la madrugada del martes pensó que nunca más podría volver a cruzar. Bajo el dintel que certifica que en 1812 sus abuelos levantaron las cuatro paredes del que hoy es su hogar, la mujer narra, sin casi poder contener los nervios, cómo se vio obligada a salir corriendo con los demás vecinos del barrio. «Estábamos echando agua para refrescar toda la zona y de repente empezaron a arder esas silvas y luego aquellas. Era un infierno, el fuego prendía por todas partes», relata la vecina ante un panorama que solo le deja monte quemado ante su casa.

«Hace meses que denuncié que la casa abandonada que está junto a la mía tenía las silvas creciendo hasta mi propiedad, pero el Ayuntamiento no hizo caso y ahora casi arde mi casa», concluye Amelia con la mirada enrojecida por las lágrimas y el intenso humo que seca los ojos y, sobre todo, la garganta.

El paso del fuego deja el suelo con una temperatura casi insoportable, obligando a colocar los pies de canto para procurar el mínimo contacto con el pavimento. Avanzando por el área quemada se divisa a Manuel, agente forestal del Baixo Miño que asegura no haber visto «nada igual desde que trabajo en esto, desde 1986». «Tratamos de que no llegue a A Guarda», dice, mientras recuerda cómo el viento hizo que «la cabeza del incendio se descontrolase hasta llegar a los pies de las casas en la parroquia de Couselo».

Como el resto del personal, bomberos y brigadas acumularon horas de trabajo y seguían ya ayer de noche tratando de arrinconar al último reducto de llamas que bajaban por la sierra hacia la costa de Oia.

A las puertas de sus casas y viendo pasar a milímetros de las ventanas a motobombas y camiones, y recibiendo sobre sus cabezas el agua lanzada por los hidroaviones, una docena de vecinos de Acevedo dan rienda suelta por unos minutos a los nervios acumulados durante la noche.

Crisis de ansiedad

«Hemos tenido crisis de ansiedad por la impotencia de no poder hacer nada cuando nos desalojaron y la Guardia Civil no nos dejaba volver», relata la mayor del grupo ante dos agentes que permanecen en la zona por si antes de que llegue la noche se hace necesario otro traslado del vecindario. «Estamos desesperados y la persona que hizo esto, fuera por política o por lo que fuese, merece una muerte lenta, porque esto es un gran estrago», añade. Su hija, sin saber si tomar hoy un vuelo a Canarias o quedarse en casa por temor a la vuelta de las llamas, no deja de mostrar su preocupación por los animales. «Están allí, cerca de la escombrera», señala hacia un punto donde un intenso olor a plástico quemado hace todavía más irrespirable el aire.

Preparado el pabellón

De vuelta a casa para descansar después de dar paladas contra el suelo toda la noche, Enrique, Diego, José Jorge y Jonathan aseguran que las cenizas ardiendo que lanzaba el viento por todo el valle hicieron posible que en unas pocas horas se sucediesen más de una docena de fuegos en parroquias separadas entre sí por varios kilómetros. Todos ellos corrieron a salvar a los animales y a las abejas, nuevo nicho de negocio de la comarca.

En la plaza de O Rosal, la teniente de alcalde coordina el abastecimiento de agua a los participantes en la extinción de incendios, mientras se prepara el pabellón ubicado en el pueblo por si hace falta, y otros vecinos dejan los cubos llenos de agua en la puerta de sus casas para, llegado el caso, luchar de frente de nuevo contra las llamas.