Accidente en Santiago: ADIF instala una señal de reducción a 30 antes de la curva de A Grandeira

M. Cedrón / M. Cheda SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Los responsables del mantenimiento de las vías reducen provisionalmente la velocidad máxima en la zona del siniestro

01 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Angrois entero se acercó ayer por la tarde hasta la mampara que mira a la vía desde lo alto. Arremolinados junto a la valla, los vecinos aguardaron la llegada del tren. Cuando la locomotora empezó a enseñar el morro a lo lejos, comenzaron a alzar velas encendidas en señal de duelo. Fue un homenaje sin pompa, hecho desde el corazón. Un pequeño gesto para honrar a los que una semana antes perdieron la vida al pie de sus casas.

El tren pasó despacio por la curva. «A 25 kilómetros por hora», dijo luego una pasajera al llegar a la estación de Santiago. Y hasta el maquinista miró un segundo a la ladera y saludó a los vecinos en señal de respeto.

A las 20.56 llegó a la estación compostelana, catorce minutos más tarde de la hora prevista. Pero, como dijo Concha, «prefiero llegar tarde, a esta hora o a las nueve... O incluso más tarde». Esta vecina de Noia vive en Madrid. Cada cuatro semanas suele hacer la ruta entre la capital y Santiago. Y ayer, dijo, el tren vino más despacio de lo que acostumbra. «Con diferencia, se nota que ha bajado la velocidad en relación a otras veces, más en el tramo que va desde Ourense hasta aquí», explicó. Justo antes de la curva del siniestro, una nueva señal, colocada ayer mismo por los responsables del mantenimiento de las vías (ADIF), mostraba que la velocidad máxima en la zona cero es de 30 km/h, cincuenta menos de lo que estaba permitido justo una semana antes. Es un límite temporal, mientras no se restablezcan las condiciones idóneas o no acabe la investigación, una medida que se anticipa al informe de los expertos para ajustar la velocidad en ese tramo. La señal es de color amarillo (las permanentes son blancas), por lo que vendría a ser como una de obra para coches.

Concha venía tranquila, igual que Maite: «El tren ahora se ha convertido en un medio superseguro. ¿Quién va a correr ahí a partir de ahora?». Minutos antes, al pasar por la curva, pensó en las víctimas. Y otros pasajeros que aguardaban para coger el ascensor le daban la razón.

No puede decir que viajó tranquila María, que venía desde Madrid con su madre. «El billete para venir a Santiago lo tenía comprado ya antes de la catástrofe y por eso subí hoy [por ayer]. De no haberlo tenido habría venido otro día. Hombre, venir tienes que venir, pero lo que ha ocurrido te influye», aseguraba. José, que también tenía plaza de antes, lo llevó mejor. No pensó en nada, solo en llegar bien y saludar a familiares.

Lo ocurrido hace ya una semana ha afectado en mayor o menor medida a los pasajeros. Lorena no se fijó en la velocidad exacta que llevaba el tren cuando pasó por la curva, pero apreció cómo esta había bajado. De ir a 200 por algunos tramos, fue reduciéndose poco a poco a medida que se iba acercando a la curva, por la que pasó, según varios viajeros, a menos de los 30 kilómetros por hora que ahora indica la señal provisional.

Hubo quien se acercó a los tripulantes para darles a conocer su pesar. «Hablé con la chica que atendía la cafetería y le pregunté: "¿Conoces a alguno de los compañeros que perdieron la vida?". Dijo que no, porque no hacían esa ruta de forma regular», explicó otra joven.

Mientras esos pasajeros bajaban en Santiago, los vecinos de Angrois, capitaneados por el cura de Sar, caminaron juntos hacia la catedral. Armados con sus velas acudían al Obradoiro para ir a misa de diez. En honor a las víctimas y para dar gracias por las vidas que lograron salvar. Y cerraron el círculo.