Un héroe de solo 15 años

alberto mahía SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

JOSÉ PARDO

Un adolescente de Angrois se echó a las vías para sacar cuerpos y rescatar heridos

29 jul 2013 . Actualizado a las 15:38 h.

Cumplió 15 años y parece que tiene la templanza de un adulto. José Ramón Gutiérrez es un hombretón de cuarto de la ESO que al ver frente a su casa cómo un tren descarrilaba se lanzó a las vías para ayudar sin imaginar lo que se iba a encontrar. Y lo primero que se encontró fueron cuerpos de pasajeros que habían salido despedidos y a una mujer entre los asientos de un vagón que suplicaba que buscaran a su pequeño. José Ramón, arrastrando la esperanza de que tal vez ese niño se encontrara vivo entre la telaraña de hierros, buscó y miró hasta que se dio cuenta de que el crío estaba muerto bajo el cuerpo de su madre. Cosas como esta las vivió José Ramón a una edad en la que a uno le sale pelusilla en el bigote y se ríe con las series juveniles.

Su testimonio es brutal. Sobre todo porque no es ficción. De ello dan fe los cuerpos sin vida que ha tenido que ver y recoger para abrirse paso entre el amasijo de hierros de uno de los vagones más destruidos.

Los psicólogos que lo han visitado estos días -los vecinos de Angrois están recibiendo apoyo profesional para superar el trago- quieren evitar que la horrorosa vivencia de un niño de 15 años derive en algo peor. Porque según le dijeron los especialistas a su madre, «no es normal que un crío que haya pasado por todo eso esté tan tranquilo» y duerma por las noches a pierna suelta. Temen que más adelante pueda revivir escenas que hoy le son ajenas. De ahí que le pidan a su madre que no le quite ojo, que esté atenta a cualquier cambio en su actitud. Porque suele pasar que las personas que han atravesado por trances semejantes se derrumben días más tarde . Le pasó a un vecino de José Ramón, al que tres días después los recuerdos se le desplomaron sobre su cabeza. Su madre contaba que «está muy entero y hoy -por ayer- no se quiso levantar de cama».

José Ramón vive en una preciosa casa de piedra pegada al parque en el que cayó ese vagón que se elevó varios metros y fue a dar contra el palco de la música. «Estaba con el móvil en la ventana. Pensé que había sido un coche o un tractor. Pero ya empecé a ver humo y salí corriendo a la calle». Lo que recuerda de aquel momento es «el silencio que había» y algo parecido a «un paisaje lunar». Entonces pensaba, como muchos en Angrois, que se trataba de una bomba. Lo primero que se encontró fueron cuerpos inertes que habían salido despedidos de los vagones. Corrió entonces hacia ellos y, al ver que nada podía hacer por sus vidas, se lanzó a las vías.

«Al entrar en un vagón me encontré con un tronco y con una cabeza», recuerda con una entereza propia de bombero curtido en mil desgracias. Luego vivió la experiencia de esa madre que le gritaba que buscase a su hijo. Y después de esa búsqueda horrorosa y acuciado por un olor que dice que jamás olvidará, atacado por el polvo e imágenes horrendas, dio por inútil seguir escudriñando el vagón y se centró en el rescate de los vivos en el exterior. Ayudó a caminar a un joven con un pie roto, asistió a una mujer con el rostro cubierto en sangre y no sabe a cuántas personas más. Todas las que le dio tiempo a atender desde que sucedió el accidenta, a las 20.41, hasta las tres de la madrugada, que regresó a casa para reunirse con su madre y hermana, que también habían participado en el rescate.

Le llamó mucho la atención el comportamiento de sus vecinos: «Sin decirnos nada, sin organizar nada, nos repartimos el trabajo. Unos iban a por mantas, otros a por martillos para romper las ventanas de los vagones, otros ayudaban a sacar heridos...». Y él estaba a todas. Su entereza deja de piedra. ¿Te viniste abajo en algún momento? «No». ¿Puedes dormir por las noches? «Sí». ¿Viajarías mañana en tren? «Sí».

El viernes estuvo departiendo con el príncipe Felipe, que lo quiso conocer cuando le hablaron del caso. Para darle muchos ánimos: «Me dijo que tenía que sobreponerme, que lo que había vivido era muy duro para un niño y que me quedara con el gesto de bondad que había hecho». El heredero de la corona española le preguntó por los estudios -cursó 4.º de la ESO y ahora pasa a 1.º de bachillerato en el colegio La Salle- y le dio un abrazo antes de despedirse y prometer que volvería a verlo pronto.

Lo que viene a continuación casi no hace falta escribirlo. Porque lo que hizo este crío, si Angrois estuviese en el estado de Massachusetts y no a dos kilómetros de Santiago, daría para hacer tres películas.