Accidente en Santiago: Los supervivientes de la tragedia

A. Gerpe / M. Blanco / Redacción

GALICIA

Algunos venían a Galicia de vacaciones, otros de vuelta a casa o para reencontrarse con familiares. Estos son los testimonios de quienes consiguieron llegar a su destino

27 jul 2013 . Actualizado a las 13:16 h.

Muchos son gallegos, pero otros proceden de otras comunidades. Algunos venían a Galicia de vacaciones, otros de vuelta a casa o para reencontrarse con sus familias. Todos viajaban en el tren que descarriló a las puertas de Santiago.

Carla Serrano

«Cierro los ojos y pienso en la gente que iba en el vagón»

Carla Serrano, vecina de Palmeira (Ribeira) y estudiante de Historia del Arte de 19 años, y su novio, Carlos González, regresaban de una estancia en Madrid, adonde habían acudido para ver una exposición de Dalí. Ambos tardarán mucho en olvidar el viaje. De hecho, Carla Serrano, que ya está en casa tras haber sido atendida en el Hospital Clínico de Santiago de las contusiones que sufrió en una pierna y un brazo, afirma que la primera noche no pudo dormir. «Tenía el ruido en la cabeza», cuenta. Ahora asegura: «Cierro los ojos y pienso en la gente que iba en el vagón».

Dos cosas repite constantemente Carla Serrano: «Tuvimos mucha suerte de ir en el vagón número 8, que se quedó volcado en el talud. Salimos por nuestro propio pie. Mi novio había ido varias veces al vagón restaurante, en el que no sobrevivió nadie». También habla de la velocidad del tren: «A partir de Ourense tuve una sensación rara porque iba muy rápido. Justo antes de salir del túnel, el indicador ponía que íbamos a 210».

Del momento del impacto recuerda el fuerte golpe de su cabeza contra la ventana y que se quedó inconsciente unos segundos, hasta que su novio la hizo volver en sí y la protegió con su cuerpo: «A Carlos empezaron a caerle cosas sobre la espalda, maletas, asientos, hasta el marco de una ventana».

Mientras relata la experiencia menciona continuamente a un niño de unos 3 años que iba en el vagón y que pudo salvarse porque cayó en un hueco entre los asientos. También tiene palabras de agradecimiento para los vecinos de Angrois, una de cuyas mujeres la acogió en su casa: «Hasta salió para buscar a mi madre. Fue impresionante».

AAmalia Oubiña, Luchi, la voz se le entrecorta por momentos. La emoción, empero, no logra socavar su entereza. La misma que hubo de demostrar a pie de campo en Angrois junto a decenas de compañeros sanitarios, policías, guardias civiles y vecinos que acudieron a auxiliar a las víctimas. A Luchi, enfermera vilagarciana destinada en Santiago y con una dilatada trayectoria en el área de las emergencias, le tocó una labor tan necesaria como dura. Al pie de los vagones, debía decidir sobre la atención a los heridos, quién precisaba de los cuidados más urgentes, quién podía esperar algo más y quién estaba ya desahuciado.

Su testimonio resulta desgarrador. «Sinceramente, aquello era una pesadilla. Por muchos de los pasajeros ya no podías hacer nada; antes de sacarlos [del vagón], se iban». Ella y el equipo de emergencias del que forma parte fueron de los primeros en llegar a la parroquia compostelana, pues la base en la que operan está en el Hospital Provincial de Conxo. Al relatar lo ocurrido, se queda sin adjetivos. «En realidad, es imposible describir lo que allí había. Sillas, sillones, cadáveres unos encima de otros... Era como si hubiese explotado una bomba. Y había tanta gente joven... Era muy muy duro», se lamenta.

Entre tanta calamidad, Luchi destaca el trabajo de policías, guardias civiles y bomberos, que trabajaron a destajo durante horas para auxiliar a los pasajeros. «Son de lo mejor que tenemos en este país». Ayer por la mañana, tras pasar una noche sobre el terreno, tanto ella como sus compañeros seguían al pie del cañón conmocionados por un suceso que ha dado la vuelta al mundo. «Aún no me ha dado el bajón, pero supongo que a lo largo de los próximos días llegará. Estamos conmocionados y muy dolidos» por una tragedia que no duda en calificar como la peor experiencia que le ha tocado vivir. Una experiencia que difícilmente podrá olvidar.

Cristóbal González

«Le dije a mi amigo: "Descarrila". Y así fue»

Cristóbal González recuerda que cuando el tren llegó a la trágica curva de Angrois le dijo a su amigo, con quien iba en el primer vagón: «Óscar, esto va muy rápido. Presiento perfectamente cómo se levanta de un raíl y va sobre el derecho, esto descarrila». Él no lo creía: «Yo insistí: descarrila, y así fue; en cuestión de segundos el impacto fue brutal, descomunal». Capitán jubilado, se recupera en el hospital La Rosaleda de Santiago de heridas en la cabeza y costillas rotas. Peregrinaba a Santiago en bicicleta desde Sevilla. En Zamora se le unió Óscar, guardia civil en excedencia, y decidieron continuar juntos hasta Fisterra. Pensaban llegar ayer a Santiago, pero una hospitalera de Zamora les convenció de hacerlo el día 24 para participar en las fiestas. Subieron al Alvia en Puebla de Sanabria. «Se dijo que era una bomba, que el tren iba a explotar. Salimos como pudimos. Un tren muy confortable se convirtió en un amasijo de hierros», recuerda.

Él y su amigo se quedaron para ayudar a otros viajeros y colaboraron en la evacuación «indicando dónde estaban personas atrapadas, para que no las pisasen, no se veía bien», agrega. «Esto no deja indiferente a nadie. Las imágenes que te quedan son esas personas enterradas en hierros y con esas miradas, agarradas a tus manos y diciendo: "Sácame de aquí". Es tan fuerte que todavía no lo he asimilado». Cristóbal se reencontró en el hospital con algunas de las personas a las que auxilió. Dice que quiere contactar con el interventor que iba en su vagón. Ambos ayudaron durante la tragedia, codo con codo. «Para esto no está preparado nadie, espero no verme en otra».

Olalla Méndez Pereira

«Me cayeron encima personas y unas piernas sobre la cara»

«No sé por qué, pero me puse tensa, por el ruido, antes de que el tren se tambalease», recuerda la ourensana Olalla Méndez. «Después me descubrí con todo el vagón encima: maletas, asientos, la televisión, más personas, y unas piernas sobre la cara. Podía mover los brazos y podía hablar, pero nadie más lo hacía en el vagón. Pedí auxilio, pero no contestaba nadie», relata esta joven desde la habitación del Complexo Hospitalario de Ourense, donde se recupera de sus heridas. Lo peor será ponerse un corsé durante unos días. «Tenía tantos cristales clavados por todo el cuerpo, tantos, que me veía como una mujer brillante. Tuvieron que lavarme cinco veces para quitármelos». De su vagón salieron por su propio pie su amiga Susana Frade y otro chico. «La voz de Susi llamándome es el otro momento más claro que recuerdo. Yo estaba tapada, al fondo de todo, pero conseguí contestar y levantar una mano. Estaba muy dolorida, pero todo salió bien, una mano amiga ayuda muchísimo», dice. Olalla salió del tren con luz natural. Atrás quedaba el vagón. Cuando montó en la ambulancia tenía claro «que había ocurrido algo muy grave».

María Jesús Varela Gómez

Solo dos dedos rotos

María Jesús Varela Gómez es otra coruñesa que ha vuelto a nacer. Sobrina del titular de la farmacia Carlos Varela, en la avenida de Arteixo, tiene unos 26 años. La joven trabaja en Madrid, de donde partió hacia A Coruña para disfrutar de unos días de vacaciones con su familia. Una vez ocurrido el desastre, su padre partió rumbo a Santiago. Ayer por la tarde regresó con su hija tras ser dada de alta. Milagrosamente, dos dedos rotos son las huellas físicas más serias que trae María de las vías.

Teresa Gómez-Limón

La diputada madrileña que relevó a Esperanza Aguirre

Teresa Gómez-Limón Amador, la diputada de la Asamblea de Madrid que ocupó el puesto vacante tras la dimisión de Esperanza Aguirre, también resultó herida en el tren siniestrado en la curva de Angrois. La parlamentaria permanece hospitalizada en A Coruña. Gómez-Limón sufrió un traumatismo torácico «importante» y va a ser operada próximamente, según informó Efe. El PP de Madrid expresó ayer vía Twitter «todo el apoyo y el deseo de su pronta recuperación».