Mansiones para sultanes

GALICIA

12 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La crisis ha reavivado la psicosis migratoria. El paro obliga a los gallegos a huir maleta en mano y a buscarse la suerte que su tierra no le depara. Y no hay mejor destino que Suiza, cuyas ubres amamantaron a miles de familias, pagaron viviendas, buena parte del feísmo galaico y muchas carreras universitarias. Es difícil darse un paseo por Lausana, Berna, Ginebra o Zúrich y no respirar galleguidad en el rincón más insospechado. Entrar en la cafetería del centro de emigrantes de Delémont es como ir a un bar de Camariñas: las conversaciones giran en torno al Dépor, el Carmen o el valor del cupo de una herencia. Los empresarios helvéticos están felices con la marea migratoria: pueden pagar salarios bajos. Pero la sociedad presiona a los políticos porque se harta de viajar de pie en tren en las horas punta y creen que los extranjeros ponen en peligro su estado social. De ahí el dique de la cláusula de salvaguarda para cortar las entradas de trabajadores. Y el Gobierno español completa el escenario con el cierre de la agencia consular de Basilea, un ladrillo más en el muro de las dificultades para 10.000 paisanos que se casan, se divorcian, tienen hijos en colegios o mueren y necesitan arreglar sus papeles, mientras en otros países se mantienen embajadas con gastos propios de mansiones de sultanes.