La situación que describe Kostazos de la vida en el barco es dramática. Tuvo que prohibir que la tripulación se duchara por las fugas de agua. Y la alimentación era precaria. «Pasaban hambre y estuvieron a punto de acuchillarme», dijo. El descontento se agravó cuando un grupo de diez rusos se incorporaron al equipo. Ellos comían, pero los filipinos no y eso agravó el descontento, que desembocó en el incidente con un marinero «borracho» que finalmente fue despedido e indemnizado para que no denunciara. El malestar en la tripulación era evidente, hasta el punto de que las anotaciones sobre las deficiencias en el diario de navegación las hacía en griego para no alarmar aún más a los marineros. También reveló que una prueba clave, el fax que se envió a la clasificadora con las deficiencias del buque, la escribió el segundo de la sala de máquinas.
Kostazos asegura haber recibido «amenazas» de unos abogados griegos que le enviaron varias cartas a raíz de su declaración en el pleito de Estados Unidos. En realidad le advertían que sus comentarios sobre Mangouras podían desembocar en una demanda. Kostazos afirma que incluso cambió su domicilio por las presiones y se vio obligado a dejar la profesión porque le «cerraron las puertas».