La coruñesa que ganó un pleito a la Diputación por acoso escolar: «Mi compañera me esclavizó»

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

CESAR QUIAN

Cuando tenía 14 años sufrió palizas y humillaciones casi a diario

04 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Tania Recouso ha sufrido y llorado mucho a una edad en la que solo debería haber sido feliz. Hoy está a punto de cumplir la mayoría de edad, pero no olvida el «infierno» que pasó, cuando solo tenía 14 años, en el instituto coruñés Rafael Puga Ramón. Confiesa que recibía una paliza, una amenaza o la humillación de una de sus compañeras cada día que iba: el lunes, el martes, el miércoles... Al principio lloraba sola y se encerraba en el baño durante los recreos por miedo a su acosadora. Su madre descubrió horrorizada demasiado tarde lo que Tania le había estado ocultando durante meses. Una compañera de tercero de la ESO la venía sometiendo a una persecución sistemática sin que la dirección del centro hiciese lo que tenía que hacer, confortar a la víctima y tomar medidas contra la agresora. Denunció el asunto, se juzgó y la sentencia desveló lo que Tania contaba y nadie le creía. La Justicia castigó a la acosadora y condenó a la Diputación de A Coruña -propietaria del centro- a indemnizar a la víctima porque la dirección del instituto miró para otro lado cuando Tania sufría.

-¿Por qué te pegaba? ¿Se lo preguntaste alguna vez?

-Nunca lo supe. Éramos amigas y de pronto cambió. Me hizo su esclava, y como tengo un carácter débil cada día fue a más. Un día, después de pelearnos, un profesor nos dijo que fuéramos a hablar al baño. Le pregunté por qué me hacía todo eso, le rogué y le supliqué que no volviera a hacerme daño, que sufría mucho. Aquel día parece que recapacitó. Pero a la semana volvió como siempre.

-¿Cómo empezó todo?

-Al principio ella solo me pedía que le llevara los libros. Tenía que hacer siempre sus recados. Me esclavizaba.

-Y de pronto...

-Pues empezó lo peor. Las amenazas, los golpes, las humillaciones, el hablar con el resto de compañeros para que se rieran de mí.

-¿Cómo te sentías?

-Completamente destrozada y sola. Lloraba a todas horas. En los recreos me encerraba en el baño para llorar y para esconderme de ella. Sentía pánico.

-¿Y qué decías en casa?

-Nada. Me lo callaba.

-¿Qué fue lo que te empujó a contarlo en casa? ¿Cuándo te decidiste a hacerlo?

-El día que mi compañera me juró que iba a echarme ácido en la cara para desfigurarme. Sentí tanto pánico que ese día me derrumbé con mi madre.

-¿Qué sentías cuando te despertaban cada día para ir al instituto?

-Lloraba. Le suplicaba a mi madre que me dejara en casa, que tenía miedo de ir a clase. Falté muchísimas veces por eso.

-¿Cómo se comportaron los profesores y la dirección del colegio?

-Muy mal. Me hicieron mucho daño porque lo sabían desde el principio y no hacían nada. Es más, cuando mi madre puso las denuncias y se reunió con la dirección, su respuesta fue abrirme un expediente por absentismo escolar. Hasta el psicólogo del centro me llegó a decir que me lo inventaba todo.

-Y el resto de los compañeros, ¿qué hacían?

-La mayoría le reían las gracias. No sentí apoyo. Le tenían miedo y preferían aislarme a mí y humillarme para evitar que la acosadora la tomara contra ellos. Era horroroso ver cómo me dibujaban e insultaban. Siempre fui gordita y era gótica. Me hicieron la vida imposible.

-¿Cómo acabó todo?

-Ella se fue del instituto.

-¿Has perdonado?

-Sí. Prefiero pensar que ella también era una víctima.

-¿Has olvidado?

-Nunca podré hacerlo. Lo que sí quiero es ayudar a niños que estén pasando por lo mismo.