Liberia exige 87.871 euros y una confesión al patrón del «Eros»

espe abuín REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

CARMELA QUEIJEIRO

La familia de Alberto Suárez exige agilidad a la diplomacia cuando se va a cumplir un año del apresamiento del palangrero de Ribeira

26 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

A Alberto Suárez no le quedan ya muchas fuerzas. Está «psicológica y emocionalmente hundido», dice Vanessa, su sobrina. Ella es la que ha tomado el testigo en la batalla para conseguir el regreso a Ribeira del patrón y armador del palangrero Eros, de bandera portuguesa, apresado con su tripulación en Monrovia, capital de Liberia. Vanessa está removiendo Roma con Santiago con un único objetivo: «Que venga mi tío ya». Pero la lentitud burocrática es exasperante. Tanta, que no duda incluso en insinuar que pueda haber desidia, ninguneo o falta de interés: «¡Mira Carromero, que ya está aquí! ¿Por qué tanta rapidez para unos, mientras que para otros se dan prisa, pero en olvidarlos?».

El 14 de febrero se cumplirá un año del apresamiento del Eros en Sierra Leona a instancias de Liberia, que acusó al barco de capital gallego de sabotaje económico al falsificar el permiso de pesca con intención de ejercer la pesca ilegal en aguas del país. Alberto Suárez sostiene que él y su tripulación no faenaron de forma irregular, al menos a sabiendas. Culpa de engaño a la empresa que le consiguió la licencia de actividad, que le aseguró que caducaba en febrero y ya había expirado en diciembre.

Empezó ahí un largo periplo burocrático al que todavía no se vislumbra un final del camino. Para devolverle el pasaporte y poder regresar a su lugar de origen, Liberia exigió primero al armador 2 millones de euros, que después rebajó a 1,2 millones. Pero la cantidad parecía exagerada, sobre todo porque el Eros no fue la única víctima del supuesto engaño y los demás que fueron apresados quedaron libres con abonar 15.000 euros (20.000 dólares).

Una confesión

La última oferta rebajó la sanción a 87.871 euros (117.500 dólares), cantidad más asumible. Pero ocurre que Liberia persigue una confesión de Suárez, que admita que cometió pesca ilegal y eso no puede hacerlo. Sería su muerte profesional, puesto que la legislación española prevé la retirada temporal del título de patrón y la inhabilitación durante tres años para ejercer ese trabajo a quien se vea involucrado en esa infracción.

Si reponerse económicamente de este incidente le va a costar ya un esfuerzo titánico, la empresa se convierte en tarea imposible si, por encima, no puede realizar el único trabajo que sabe hacer: pescar. Máxime cuando Liberia también reclama la carga que el Eros tiene en sus bodegas: 19 toneladas de cangrejo real congelado.

Por si el viacrucis burocrático no fuera suficiente, la tensión y la exasperación acumulada durante casi doce meses estallaron a bordo en forma de revuelta de la tripulación, que sigue también en Liberia sin que se les haya devuelto el pasaporte.