Paula Prado del Río, una mujer de verbo aguerrido que ha demostrado una firmeza numantina

xosé m. cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

22 ene 2013 . Actualizado a las 12:07 h.

Paula Prado inició su andadura en Raxoi en el 2007 con Gerardo Conde y un par de años después accedió al Parlamento. Su trayectoria ha discurrido por esos dos caminos hasta que ha tenido que apearse del municipal tras la ciclogénesis del Concello. En Raxoi entró como una concesión del exalcalde al aparato popular, porque en su agenda no figuraría motu propio. Conde cometió el error en su día de oponerse a María Jesús Sainz como número dos, lo que el costó la candidatura, y aceptó a Prado sin trabas.

No obstante, Conde Roa la ha tenido bajo el ojo desde el primer día al percibirla como agente de la cúpula popular. Ángel Currás heredó ese cometido avizorador al asumir la alcaldía que le tenía preparada Núñez Feijoo a Prado tras la dimisión del anterior regidor, lo que constituyó el inicio de una guerra interna que arreció con el caso Pokémon.

Paula exhibió contundencia y a menudo fue un martillo pilón en sus comparecencias municipal y parlamentaria. En la Cámara gallega protagonizó precisamente la primera iniciativa legislativa del Gobierno popular al defender, en medio de una agria polémica, una propuesta del Foro de Familia de apoyo a las mujeres embarazadas.

En el consistorio compostelano quedó para los anales su terrible enfrentamiento en varios capítulos con el edil nacionalista Xosé Manuel Iglesias. Se empleó tan a fondo en su dialéctica que, tras uno de los cruces dialécticos, llegó psicológicamente zarandeada a casa y se sumergió en un baño benéfico.

Estos días hubo de tomarse más de uno resistiendo con firmeza numantina la reiterada «invitación» de Ángel Currás a dejar el escaño municipal. No se dejó arredrar al defender su derecho a permanecer en Raxoi, pero al propio tiempo mantuvo un atronador silencio en la guerra del PP local.

Paula Prado, muy lúcida y de verbo directo y aguerrido, pero nada estridente, veía con frecuencia erizarse al rival a medida que avanzaba en el discurso. Si algún cargo le viene como anillo al dedo es la portavocía, capaz de preludiar otras facetas.