El pánico en el PP sitúa a Feijoo más cerca de Madrid

Gonzalo Bareño Canosa
gonzalo bareño MADRID / LA VOZ

GALICIA

Es el máximo candidato a la sucesión de Mariano Rajoy como líder del partido y como aspirante a la presidencia del Gobierno

21 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«Si naciste pa martillo, del cielo te caen los clavos». Eso le decía Rubén Blades a Pedro Navaja en aquella extraordinaria canción popularizada en España por la Orquesta Platería. Y, en política, también parece cumplirse aquel presagio de Blades al matón de esquina, que concluía diciéndole que «cuando lo manda el destino, no lo cambia ni el más bravo».

Hay quien se pasa toda su carrera política trabajándose al jefe e intentando medrar sin llegar nunca a ningún sitio. Y quien, sin proponérselo siquiera, o al menos aparentando no hacerlo, no solo parece predestinado a un cargo, sino que las circunstancias externas lo arrastran incesantemente hacia ello. Incluso, a su pesar.

Que Alberto Núñez Feijoo es el máximo candidato a la sucesión de Mariano Rajoy como líder del PP y como aspirante a la presidencia del Gobierno no es ninguna novedad. Se ha contado aquí y en muchos otros sitios. Y las últimas elecciones en Galicia, en las que Feijoo revalidó su triunfo en unas circunstancias muy difíciles, salvando así por segunda vez a Rajoy, solo sirvieron para remachar lo que era obvio.

Lo que parecía impensable entonces es que los pasos de un proceso barruntado a largo plazo pudieran acortarse hasta el punto de hacer verosímil el que Feijoo tuviera que hacer las maletas más pronto que tarde para viajar a Madrid.

El desgaste de Rajoy

El desgaste brutal de Rajoy por los recortes aprobados para hacer frente a la crisis obligaba a ponerse en guardia ante la posibilidad de un relevo traumático. Y, ahora que los mercados aflojaban algo, la bomba atómica de Bárcenas y sus sobres en negro parecen arrastrar aún más a Feijoo hacia ese destino tan difícil de cambiar.

Tras la caída de esa bomba, la situación en Génova es lo más parecido a un thriller en el que nadie se fía de nadie. Los pata negra de Alianza Popular y la vieja guardia de José María Aznar no saben ya si Mariano Rajoy es uno de los suyos y los va a proteger o si más bien pretende saltar al vacío, romper con todo lo anterior y, si le resulta imposible salvarse de la quema, dejar el partido en manos de los dirigentes a los que él ha promocionado y mimado por considerar que están limpios. Es decir, la versión de que «cada uno aguante su vela», en palabras de De Cospedal y Alberto Núñez Feijoo.

Ha habido desafíos a Luis Bárcenas más o menos tímidos. Pero los únicos que se han visto con fuerza para lanzar ese órdago han sido ellos dos. Y los que en el Partido Popular han interpretado con esa frase que el presidente Rajoy dejará caer a todo el que recibiera sobres alguna vez han entrado en pánico.

María Dolores de Cospedal sabe que no tiene ninguna posibilidad porque su mano de hierro le ha granjeado más enemigos que amigos en el partido. Ni siquiera Feijoo está entre sus fans, precisamente. Todo indica que, quiera o no, el Partido Popular se encamina a una catarsis. Y, entre lo no contaminado y con poder real, Alberto Núñez Feijoo es la única opción viable.